Ya estamos en campaña electoral y la primera víctima ha sido el eje León-Valladolid o viceversa, nacido hace un par de años en aquella luna de miel de intercambio de viajes entre Puente (PSOE), alcalde vallisoletano, y Silván (PP), alcalde de León. Aunque la verdad es que aquel eje nunca pasó de ser una mera declaración de intenciones, nunca se concretó en alguna medida y hasta completar la autovía León-Valladolid sigue siendo un proyecto a larguísimo plazo. Bien, pues ese eje o buenas declaraciones las ha tirado a la basura el alcalde vallisoletano al asegurar que la mejor estrategia para luchar contra la despoblación en Castilla y León es potenciar Valladolid. Y pone como ejemplo Aragón, comunidad que concentra en Zaragoza cerca del 70% de la población total de la región, con lo que ello significa de desertización y empobrecimiento para Teruel y Huesca. Soria es la provincia castellana que tiende a Zaragoza y que se despuebla a marchas forzadas en beneficio de la capital aragonesa. ¿Pero a quién le importa Soria?, se interrogaría el alcalde pucelano. A Zaragoza, por supuesto.
Con amigos como Puente, León no necesita enemigos. ¿Le devolverá Silván a Puente el anillo de compromiso, las cartas y las fotos del fracasado noviazgo? Silván, y por extensión Majo, presidente del PP leonés y de la Diputación, nunca quisieron entender que el verdadero eje a consolidar es el de León-Ponferrada, tan cercanos y tan lejanos, tan necesarios y distantes, obligados a entenderse pero que hacen oídos sordos a proyectos comunes que cosan y vertebren la provincia. De la ausencia de ese eje León-Ponferrada sólo se benefician ciudades como Valladolid, a cuyos dirigentes, incluidos los de la Junta, nunca les ha interesado una provincia leonesa unida, cohesionada y fuerte. Ponferrada y León han tenido estos cuatro años alcaldes del mismo partido, pero más bien parece que uno era de Podemos y el otro de Vox; es decir, desconocidos, irreconciliables, que han preferido darse la espalda a trabajar juntos. Vamos, en las antípodas.
La otra tontería de la semana la ha protagonizado el candidato del PP a la Junta, el salmantino Mañueco, quien parece que vive en un mundo imaginario. Mañeco ha propuesto, y al hacerlo ha puesto cara de serio y de hombre de Estado, un pacto al resto de los partidos políticos para que tras las elecciones del 26 de mayo gobierne la lista más votada. Y lo hace como si lo sucedido en Andalucía no tuviera repercusión en el resto del país. Mañueco no se ha debido de enterar que el partido más votado en Andalucía fue el PSOE y que el PP obtuvo sus peores resultados electorales en unos comicios autonómicos de toda la historia andaluza. A pesar de ello, el PP gobernará gracias al apoyo de Ciudadanos y, sobre todo, de Vox. Nada que objetar ni política ni legalmente. Las instituciones políticas españolas no son presidencialistas.
El PP de Rajoy ha gozado durante años de la mayoría absoluta necesaria en el Parlamento para cambiar la Ley Electoral y sacar adelante propuestas como la segunda vuelta electoral, que gobiernen las listas más votadas o implantar las listas abiertas. Pero nada de eso se hizo. Mañueco no debería tener relación directa con Rajoy, porque éste ni se enteró de las buenas medidas que bullían en la cabeza de Mañueco. Qué pena por la oportunidad perdida.