La eléctrica Endesa, desde hace tiempo en manos de una multinacional italiana, anuncia soto vocce su intención de cerrar la central térmica de Compostilla en el año 2020. Si se confirma la amenaza será una auténtica catástrofe económica para El Bierzo, la provincia leonesa y para toda Castilla y León. Quizá por ello, el presidente Herrera le ha pedido una reunión urgente al ministro en funciones Luis de Guindos. Será inútil. Un Gobierno en funciones no puede comprometerse a nada y menos a cambiar la legislación europea. Otro brindis al sol.
Cuando en la década de los años ochenta del pasado siglo se comenzó a hablar de la posibilidad del cierre de la empresa minera Hulleras de Sabero nadie se lo temó en serio. Cómo iba a cerrar una empresa con casi un siglo de historia, con reservas de carbón para varias décadas, con beneficios en sus cuentas, con varios cientos de trabajadores poco conflictivos y con una comarca enteramente entregada a las decisiones que se tomaban en el otrora majestuoso casino de Sabero, un edificio con ínfulas vascas, donde los directivos e ingenieros brindaban por los planes de futuro. Y Hulleras cerró y lo hizo, contra todo pronóstico, con el acuerdo de los sindicatos y de los trabajadores, a quienes se les ofreció sustanciosas indemnizaciones y una rápida recolocación en los polígonos industriales que la propia empresa minera iba a impulsar en el valle, asimismo con jugosas subvenciones de las administraciones públicas.
El cuento de la lechera. Cuentos que se han ido repitiendo en Laciana, en la Montaña Central y en El Bierzo Alto, en Teruel, Jaén, o en Puertollano. Hoy, todas ellas comarcas desoladas por el cierre de sus minas de carbón. Treinta años cerrando minas de carbón y treinta años en los que las administraciones públicas, con el beneplácito más o menos de Europa, han diseñado planes de reindustrialización y de suavización de los cierres. Treinta años famosos por las heroicas marchas a pie de cientos de mineros a Madrid en busca de planes que resucitasen la minería del carbón. Y treinta años de espera zas defraudadas, promesas incumplidas y, eso sí, de pueblos mineros convertidos hoy en ciudades modernas, repletas de edificios que acogen servicios públicos con apenas demanda porque los jóvenes se han marchado y los mayores ya no tienen ganas ni fuerzas para disfrutar de tanto polideportivo, jardines de diseño ultramoderno, parques infantiles, casas de cultura, avenidas y alamedas, centros de interpretación, carreteras de anchos arcenes y aparcamientos que ya nunca se llenan.
Un ejemplo. La Ciuden. El Instituto de la Energía de Ponferrada que tantas soluciones iba a ofrecer para quitar el azufre al carbón berciano, capturar y enterrar el C02 y convertir el mineral fósil en energía limpia. El resultado ha sido un fracaso estrepitoso. Los proyectos científicos han dado paso a lo de siempre, a la solución más recurrida: un centro de interpretación y un museo interactivo con cafetería.
Con estos estos precedentes hay que ponerse en lo peor. Las centrales térmicas de carbón son dinosaurios que caminan pesadamente hacia su extinción. Y Endesa, el símbolo industrial de El Bierzo y de toda la provincia, cerrará en el 2020 o, quizás, antes, entre otros motivos porque a la multinacional italiana no le interesa invertir cerca de doscientos millones euros en adaptar la térmica a las nuevas exigencias medioambientales.
Además, ahora el carbón está mal visto. Cada vez que la tele emite un reportaje sobre el deshielo del Ártico, millones de ciudadanos miran de reojo, con odio e inquina a las térmicas tipo Compostilla. Y los políticos saben perfectamente que los mineros ya son una especie a extinguir, que sus votos ya no son tan decisivos como hace décadas y que ahora son más importantes los jóvenes urbanos de las ciudades que los viejos mineros del carbón.
Alea jacta est. Se acabó. Ya puede ir Herrera a ver a un ministro en funciones en Madrid. O al edificio acristalado de la Comisión Europea en Bruselas. Residuos de una mentalidad electoralista. Salvo una catástrofe mundial, como una especie de tercera guerra mundial –que Dios y los hombres no lo quieran-, el carbón y sus térmicas se enfrentan a su extinción.