Todos a lo largo de nuestra actividad profesional hemos vivido situaciones mas o menos graciosas y yo no soy una excepción. Aprovecharé alguna de estas para hilvanar el presente relato, comenzando por puntualizar que mi la dedicación a la topografía me vino en parte de rebote. En mis estudios universitarios (Geología);no se estudiaba mucha topografía;pero tuve que aprenderla porque en las minas de carbón donde trabajé muchos años era lo que más se necesitaba. Aprovechando mis conocimientos de matemáticas, estudiando por mi cuenta y con un poco de iniciativa me dediqué (y sigo en cierto modo en ello) al mundo de la topografía, que es una rama de la ciencia muy útil en infinidad de campos.
Las imágenes de los topógrafos (“potógrafos” se pronuncia con mas facilidad) mirando a través de esos aparatos que recuerdan a las antiguas máquinas fotográficas es muy habitual en minas,carreteras, fincas y hasta en las calles de los pueblos mas pequeños; por ello sin duda muchas personas se preguntan que es lo que se ve a través de esos aparatos. Creo recordar que en la mina en alguna ocasión alguno de los trabajadores me preguntó si con ellos veía, a través del terreno, las capas de carbón ocultas a simple vista. Pues no. Ya me gustaría a mi poder haber visto capas ocultas como quien ve objetos a través de un cristal totalmente transparente;pero la realidad es otra. Un teodolito permite medir ángulos y distancias. Nada mas. Cuando apuntamos sus anteojo a un punto aparecen unos números en uno de los oculares que cambian al apuntar en otra dirección. Este cambio determina el valor numérico del ángulo en cuyo vértice se emplaza el teodolito. Asimismo en función de la distancia a la que se coloca la mira taquimétrica (esa tabla larga llena de marcas y números que llevan los ayudantes),podemos ver un trozo mayor o menor de la misma. Me estoy refiriendo a los aparatos de medida mas sencillos,pues modernamente han ido apareciendo otros dispositivos mas modernos que no viene al caso describir.
El topógrafo en el terreno o en cualquier otro lugar de trabajo (la mina) anota todos esos números y otros datos y después mediante cálculos mas o menos complejos, deduce otros datos numéricos que finalmente permiten dibujar un plano. Los planos son los que finalmente (si sabemos de nuevo calcular) nos permiten determinar por ejemplo donde -previsiblemente- ha de hallarse, una capa que buscamos. Digo lo de previsiblemente,porque las capas “hacen lo que les da la gana” y en el trayecto desde el último punto en el que se localiza una de estas, hasta otro puede cambiar de dirección o de pendiente (buzamiento) o “estrellarse” con una falla. Lógicamente los datos de los planos sirven para infinidad de labores mas. En todo caso digamos que un plano no es mas que una representación gráfica, de una serie de datos numéricos.
APUNTANDO HACIA UNA GALERÍA MINERA.
Así acaeció hace ya muchos años que trabajando en una mina de un pueblo berciano;se me ordenó colocar en el monte una estaquilla, de tal modo que se ubicase exactamente en la vertical de una vieja galería minera, que discurría a una profundidad de 90 metros. Tras medir a conciencia por entre los robles y encinas y también en el interior de la mina, indiqué un punto en la superficie del terreno que se ubicaba justamente encima de la galería subterránea. Esta era una labor urgente e inaplazable, pues se quería hacer un sondeo desde el exterior para ir a parar a la galería y así comenzar una labor totalmente necesaria para la ventilación de la mina y para dotarla de una segunda salida. Una vez situada la estaquilla bastaría con hacer un sondeo de 90 metros ; eso si en rigurosa traza rectilínea y vertical que partiendo de la estaquilla calase a la galería minera.
Yo pronto empecé a tener dudas de que aquello resultase bien.¿No podría darse el caso de que el sondeo se curvase?. Comenté mis dudas con un buen amigo,(Rogelio Cerdeira Crespo),gran topógrafo y antiguo compañero de trabajo, el cual al saber lo que se pretendía hacer,me dijo sin dudarlo que si “acertaban a calar a la galería y dada la distancia,sería por pura casualidad”; justo lo que yo me temía. Se lo comenté al director de las labores mineras el cual aunque manifestó saber que los sondeos se curvan siempre mas o menos decidió arriesgarse y al final las cosas no fueron tan bien como todos queríamos. Tras comprobar que el sondeo tenía ya los metros previstos,también resultó evidente que se había desviado y en vez de calar a la galería minera lo hizo hacia un lado y justamente al menos indicado. Si se hubiese desviado hacia la parte donde la capa estaba sin explotar,(la capa Chuchú creo que se llamaba) el problema habría sido mínimo,pues en un par de jornadas un picador lo hubiese localizado extrayendo además varios metros cúbicos de carbón que amortizarían el coste de la búsqueda y punto;pero el cale se produjo en la parte opuesta donde la capa ya estaba explotada y el hueco dejado por la misma (“la rampla”) totalmente cegado por la presión del terreno. La labor ahora además de mas compleja era improductiva.
Entones vino la segunda parte pues había que aclarar si el “potógrafo” se había equivocado o el sondeo se había curvado. Siempre hay que buscar culpables. Entonces yo acompañado del director de las labores mineras (el facultativo); subí al monte y allí introducimos por el hueco del sondeo, (era de unos 20 cm. de diámetro) una cuerda,una cinta métrica y atado al extremo de ambas una lámpara minera encendida. Así comprobamos que hasta los 25 m. la luz de la lámpara se veía perfectamente;pero a partir de esa distancia el sondeo se curvaba y la luz dejaba de verse. Mi reputación como topógrafo quedó a salvo;pero ello no impidió seguir con las discusiones sobre el tema. Posteriormente se pudo comprobar que la desviación había sido de unos 7 metros. Así vino la tercera parte que es la mas interesante o al menos la mas graciosa.
No se si antes o después de tener la certeza de que el agujero de noventa metros no había discurrido en rigurosa linea recta, mantuve una conversación al respecto con el que parecía el encargado de la empresa que hizo el sondeo, a propósito de si el error era mío o de su empresa. Para sostener mis razones nada le dije (me parece) de la prueba realizada junto con el facultativo con la lámpara ,la cinta métrica y demás;pero si le comenté que yo para realizar correctamente mi labor había empleado un teodolito como hacen de modo habitual los topógrafos. La réplica de mi interlocutor me dejó muy sorprendido, tanto que realmente no entendí que me quiso decir.
Argumentó que los trabajos de los topógrafos no eran muy de fiar pues los había visto trabajar y como continuamente estaban cambiando de lugar el teodolito. Ahora si entiendo lo que pasaba por su mente. Por lo visto suponía que cuando los topógrafos miraban a través de un teodolito lo que veían o intentaban ver era lo que hay bajo el suelo,¡¡ como cuando se mira a través del cristal de una ventana¡¡. Como ocurre en las ventanas si están sucias o tienen alguna cortina delante podrían surgir dificultades para “ver a través del terreno” y por eso estaban continuamente cambiando el punto de colocación del teodolito, hasta buscar un punto donde hubiese una buena vista;para observar lo que hay bajo el terreno.
Esto es lógicamente un disparate. Los topógrafos en efecto cambian a lo largo de la mayoría de los trabajos el emplazamiento del teodolito;pero por razones que nada tienen que ver con lo que el señor del sondeo pensaba. Se cambia el punto de ubicación del teodolito (estación topográfica),porque así lo requieren la mayoría de los trabajos;pero nunca para intentar ver a través del terreno como si este fuese transparente. Se mira a objetos que se ven a simple vista,aunque eso si mediante un anteojo que funciona como unos prismáticos y permite ver con un cierto número de aumentos. A menudo 30, (30x).
El asunto no queda aquí, pues la empresa creo que hacía sondeos a menudo para buscar agua bajo el suelo. De cara a la búsqueda de agua subterránea el hecho de que un sondeo de 100 metros por ejemplo se desplace 10; carece de importancia;pero se da la circunstancia de que estas empresas muy a menudo lo hacen bajo la dirección de un zahorí. Resulta que las teorías que manejan estos “buscadores de agua subterránea”, afirman que hay unas corrientes en el terreno similares a las tuberías que recorren las paredes de nuestras viviendas y apuntan los sondeos hacia esas corrientes como si de una operación de fontanería se tratase. Así llegan a afirmar que el sondeo ha de ser emplazado con una precisión de centímetros porque “por una desviación de un palmo de terreno”,el sondeo puede no acertar a dar con la “corriente de agua subterránea”. Conozco un caso (también por El Bierzo) en el que quien dirigía la ejecución del sondeo pidió al dueño de una finca que cortase un árbol de la misma;pues justamente donde se hallaba el tronco del mismo era preciso emplazar la máquina de sondear con el fin de hacer puntería exactamente en la corriente de agua buscada.
Al obrar así se cometen dos errores de bulto. El primero es suponer que la traza del sondeo seguirá siempre una línea recta, algo que en general nunca es así. El segundo y mas grave todavía es suponer la existencia de unas corrientes de agua subterráneas,(venas de agua) que no existen en modo alguno al menos tal y como las imaginan los zahoríes y quienes consideran que estos aciertan. Sus aciertos son única y exclusivamente aparentes;pero esto ya lo explicaré en otro artículo.
Madrid 12 de mayo de 2016
Rogelio Meléndez Tercero