Si me preguntaran en qué Ponferrada no ha cambiado nada desde hace medio siglo, incluso un poco más, respondería sin duda alguna: Ponferrada es la misma que en 1965 o 1970 en su pasión por la Deportiva. Por los blanquiazules que jugaban por entonces en el campo de Santa Marta, junto al parque del Plantío, donde se elevan unos edificios claramente desmedidos, mazacotes descomunales fruto de una escandalosa especulación.
La ciudad ha cambiado en infinidad de aspectos: urbanísticos, de equipamiento, sociológicos… en todo. Es lógico en un periodo tan demorado de tiempo. Máxime si consideramos que hace medio siglo España vivía el tramo final de una dictadura sórdida y vulgar. Pero la ilusión por la Deportiva es la misma ahora que hace cinco o seis décadas. La inmensa mayoría de las personas que alientan esa pasión son ahora otras, lógicamente, ya no quedarán muchas de entonces. Pero el sentimiento por los colores es idéntico que cuando las fotografías de los periódicos eran en blanco y negro, cuando las crónicas de los partidos en la prensa eran larguísimas, y cuando el equipo jugaba en tercera, aunque soñando siempre con el ascenso. Que se demoró casi cuarenta años, pero que llegó.
En aquel tiempo heroico del club había pocos periodistas en Ponferrada, y menos, deportivos. Y ahí emerge la figura de un hombre llamado Alfonso Martínez de León, al que yo creo que nunca llegué a ver, pero al que escuchaba siempre que había partido de fútbol. Tanto en la víspera, como en la fecha del encuentro como en el día posterior. Alfonso Martínez de León inventó un seudónimo en tiempos en que estaba bastante en auge esa moda en la prensa: él era Vallalfons. Sonaba bien Vallalfons, como algo moderno y extranjero. Sin embargo aquel periodista era de un decir castizo, muy cercano, nada sofisticado. Era el más seguido y sus opiniones, no pocas veces harto arriesgadas, levantaban polémicas entre los aficionados en los bares, en los autobuses y en las familias.
Formaba parte del paisaje deportivo. Era un oráculo que se atrevió a radiar los partidos de las eliminatorias de ascenso de aquel remoto 1967 en Albacete y Almería; eliminatorias que superó la Deportiva brillantemente ante dos clubs que ahora comparten con ella la categoría de plata. Solo quedaba coronar aquella senda de triunfos eliminando a un club de segunda, la Unión Popular de Langreo, y ahí se produjo la decepción. La voz de Vallalfons en el partido de vuelta en Asturias aquella tarde triste de un junio muy luminoso en el Bierzo, pero seguramente más nublado en Langreo, era triste, rota, desolada. Fue un día muy duro para los seguidores de la Deportiva. No teníamos consuelo. Pero lo importante es que se perseveró en el empeño hasta conseguirlo. Algo que no llegó a ver Vallalfons, como tantos miles de bercianos. Él se fue hace mucho, pero si cierro los ojos me cuesta poco escuchar su voz en aquellos partidos que radiaba, henchido de emoción y calor.
CÉSAR GAVELA