El anuncio de la construcción de una réplica de la fuente moruna del Jardín de Astorga es algo que a todo astorgano de bien le alegra y conmueve. No en vano, la iniciativa ciudadana que pedía esta pequeña obra, este pequeño gesto de sensibilidad artística y de urbanidad ha tardado la friolera de 30 años en ser atendida por el Ayuntamiento. Tres décadas.
Ello supone que una generación o dos de astorganos no conocieron el asunto del que estamos hablando, ni su componente social. De ese patrimonio intangible que hace de Astorga un lugar especial en uno de los rincones de la gran meseta española.
Hace unos días, en exclusiva, en estas mismas páginas anunciamos el descubrimiento de una domus llamada del fauno por su escultura, con unas dimensiones patricias y de una importancia aún por explicar y analizar desde el estupendo equipo de expertos arqueólogos, local y regional. Nuestra más sincera enhorabuena y mil gracias.
En la fuente moruna bebimos muchos astorganos durante nuestra niñez, jugamos al esconderite, y docenas de generaciones declararon su amor frente al chorro que vertía entre setos y flores cual pequeño rincón de la Alhambra granadina. Los jardines románticos del XVIII y XIX tenían esa característica. La de los vericuetos y las fantasías lejanas de extraños países de los que apenas se tenían noticias por la literatura y las aventuras imperialistas propias o ajenas.
Ahora falta escoger los temas que con azulejo artesano interpreten parte de nuestra historia. Los ciudadanos escogerán qué ideas gustan más. Y después de 30 años de abandono, estructuras férreas o de ladrillo invasoras…a lo mejor hasta podemos soñar con recuperar también la frondosa rosaleda. Que creo que en ello se está.