Una madre, dos hijos, una pequeña maleta

Una pequeña maleta en la que caben escasas pertenencias se mantiene en pie, abandonada en
la calle, parece estar a la deriva, sin dueño.
Es solo una primera impresión. A menos de un par de metros de esa maleta hay tiradas dos
grandes sábanas blancas que cubren tres cuerpos yaciendo sobre el suelo, de los que tan solo
se puede entrever los pies de cada uno de ellos, enfundados en zapatillas deportivas.
Puede ser que ese calzado se escogiera por un deseo de seguir la moda, por razones de
comodidad o para facilitar la marcha ante el arriesgado viaje que acababan de emprender.
En todo caso, la maleta se hizo con mucha prisa y, con toda probabilidad, aún con más miedo.
El padre de familia no les acompañaba, se lamenta ahora de que no pudo protegerles. En
realidad, es seguro que no tuvo opción : los que parecían a salvo eran ellos, mientras que él fue
obligado a quedarse para defender su país de una invasión cruenta que puso del revés el mundo
conocido.
Una viva e inteligente mirada azul , melena muy rubia y sonrisa confiada vibran y brillan aún en
la foto que la prensa publica de ella. Se llamaba Tatiana Perebeynos, tenía 43 años y era jefa de
contabilidad en una prestigiosa firma. Pocos años antes, la familia había huido de las fuerzas
separatistas del Donesk y se instaló en las inmediaciones de Kiev, para protegerse de la violencia
que asolaba aquella otra zona.
La madre de Tatiana necesitaba cuidados y por ese motivo dilataron unos días la marcha de Kiev
tras la invasión rusa, si bien esperaron a que se decretara un momento de “alto el fuego”, que
aprovecharon para salir y cruzar el puente de Irpin, llevando consigo a los dos perros terrier y
una pequeña maleta que resultó , a la postre, la única superviviente que quedó en pie.
Los hijos se llamaban Alise y Miketa, la primera tenía 9 años, el segundo , 18 años.
Es muy posible que no alcanzaran a comprender la magnitud de lo que estaba pasando, ni les
diera tiempo para despedirse de su casa, su abuela, su padre, o los amigos de la escuela.
Tampoco les dio tiempo a despedirse de la vida, que fluía a borbotones en ambos hermanos.
Se trata de una noticia real y sencilla , retratada los últimos días en la prensa. Una historia
conmovedora. Un final atroz de una familia feliz que vivía parecido a nosotros, que no hizo mal
a nadie.
Muy pronto se multiplicarán las historias como esta y dejarán de ser noticia. Puede ser, incluso,
que con el tiempo nuestra capacidad de conmovernos tampoco sea la misma.
Mientras tanto, Europa tiembla indefensa a expensas de los delirios de un tirano asesino que
pretende ponernos de rodillas; sin que, a esta fecha, se vislumbre suficiente margen de
maniobra para detenerle . La incertidumbre como sempiterna compañera de vida .

Ponferrada, 15 de marzo de 2.022
Raquel López-Gavela Noval

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