Una jornada a la altura de la historia de Astorga

Relato del ambiente que durante el viernes centró los actos de velatorio, funeral y entierro del cronista oficial de la Bimilenaria
La Corporación bajo mazas entrando en la SAI de Astorga.

 

A.J. García Nistal/P.F. Tres son los días de luto oficial decretados por la alcaldesa de Astorga, Victorina Alonso, por la muerte del cronista oficial de la Muy Noble Leal Benemérita Magnífica Augusta Bimilenaria Ciudad, Martín Martínez. Astorga no podía fallar a la cita con uno de sus hijos adoptivos más ilustres. Tan sólo los nacidos en Astorga, una estirpe, como dijera Prieto en uno de sus discursos como presidente de Gobierno, pueden comprender hasta qué punto la historia y la ciudad están fundidos en un alma. Ese único cuerpo que desde primeras horas de la mañana se acercaba, en silencio, con el recogimiento interior de los que habitan el centro de España, hasta el Ayuntamiento donde se velaba el cuerpo sin vida del periodista e historiador de Estébanez de la Calzada.

Colás y Colasa, o como quieran ustedes llamarles, los maragatos del reloj consistorial despedían también a Martín, el que tantas veces les contemplaba golpear las campanas anunciando el paso del tiempo. El caballo más veloz. A primera hora de la tarde en Astorga no había hoy partida de cartas en los cafés, ni tertulia en el Casino, ni siesta de finales de verano. Astorga hoy tenía una cita a las cinco de la tarde, hora muy taurina y muy española, con su cronista oficial.

Varios cientos de personas acompañaban los coches fúnebres atestados de coronas. Las autoridades, entre el finado y el pueblo, ese pueblo que tanto se identificaba con Martín. “Yo soy de pueblo. Algo estudiao, eso sí”, sonreía y decía Martín muchas veces.  Las campanas de la Catedral, desde La Rubia y La Morena, tocaban a duelo. Dicen que hoy todo el mundo tuvo un nudo en la garganta cuando monseñor Lorenzo o la hija del difunto recordaron a la feligresía la figura del viejo periodista. Al fin pudimos ver a los concejales juntos, aunque fuese para llevar a hombros el féretro. Martín, lo lograste, aunque fuese solo por una vez.

Algunos peregrinos preguntaban extrañados lo que ocurría hoy en la tranquila Astorga. Una voz anónima les espetó: “se murió Martín, el historiador y periodista que más conocía la Astorga del siglo XX”.  Unos vencejos venidos de La Sequeda alzaron el vuelo tras despedirse de un pequeño búho que habita en la Alameda de Villafranca del Bierzo y de unos pardales que anidan durante las noches poéticas en la Muralla donde el Aljibe. Y después, el silencio.

 

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