Sucedió hace pocos días. A última hora de la tarde, en un receso, abro twitter y veo que todo el mundo estaba escribiendo sobre una senadora que no había visto en mi vida. Me picó la curiosidad y visualicé su intervención.
¡No daba crédito! Pasé rápidamente de la sorpresa, a la indignación y a la vergüenza ajena. ¿Cómo podía ser que una senadora hiciera una intervención tan grosera y le rieran las supuestas gracias? ¿Cómo no se moría de vergüenza al demostrar su ignorancia y negligencia? ¡Es que no tenía ni idea de lo que era una llamada a la cuestión (ella, dale que dale con que la Presidenta le había llamado la atención)! ¿Cómo se atrevía a hacer un ridículo tan clamoroso en un Pleno del Senado de España?
Conozco personas que ostentan cargos públicos que pasan horas buscando el dato relevante y esclarecedor de una denuncia que quieren plantear; que leen, subrayan y llenan de anotaciones montañas de informes, convenios, protocolos y resúmenes de prensa para estrujar y asimilar toda la información y conformar así sus argumentos.
Otros en cambio, llegan con un papelito, que ni siquiera han leído previamente, o se refugian en cuatro frases hechas que lo mismo les valen para fijar posición sobre la violencia de género que sobre infraestructuras científicas. Y hay también quienes utilizan, sin rubor y con premeditación, la mentira como argumento.
En mi modesta opinión, hay más respeto a las instituciones y a la soberanía popular en un diputado que se ha pasado horas contrastando información, que casi no ha dormido terminando de hilar su intervención para que queden claros los objetivos de su propuesta, que en docenas de esos otros que presumen de defender la Constitución y luego le faltan al respeto a la sede de la soberanía nacional con su comportamiento.
Cuando se representa a la ciudadanía, el rigor en el trabajo es síntoma de respeto. La mayoría así lo hacen, pero unos pocos prefieren un minutito de gloria aunque para conseguirlo tengan que recurrir a la zafiedad o la mentira y por tanto, a faltarnos al respeto a todos.
Asique, ahora y siempre, toca reivindicar argumentos, rigor y un poquito de respeto, por favor.