Un feroz aliado para el desarrollo rural: el turismo ‘lobero’

El lobo ya genera ingresos turísticos por medio millón en la Sierra de la Culebra, frente a los 36.000 euros por su caza; y puede convivir con el ganado con medidas preventivas

Carmen Ansotegui El lobo es el símbolo de la supervivencia y siempre ha despertado el interés del ser humano. Por ello no sorprende que el turismo lobero sea un sector en alza, que puede convertirse en un buen aliado en la conservación del ecosistema y que además supone un revulsivo económico para las poblaciones cercanas.

La Sierra de la Culebra, en el noroeste zamorano, es el epicentro ibérico del sector. Allí se asientan media decena de empresas dedicadas a organizar esperas del lobo, a desarrollar actividades de educación ambiental y mostrar rutas que descubren cómo las personas han convivido con esta especie a lo largo de la historia.

En términos económicos, “el turismo lobero hace sombra a la caza”, tal y como explica Javier Talegón, gerente de la empresa de ecoturismo Llobu. Según estudios, en 2012 se recaudaron en la Sierra de la Culebra 36.000 euros provenientes de los trofeos de caza del lobo, mientras que los turistas loberos dejan en la zona 440.000 anuales de media en alojamiento y manutención.

De hecho, se estima que el 46 por ciento de la ocupación en el noroeste de la provincia de Zamora proviene del turismo lobero y la tendencia es creciente. Además, representa el 23 por ciento del turismo internacional que recibe esta zona. Desde Ecologistas en Acción confían en que estos datos hagan que tanto la Junta de Castilla y León como los vecinos de las localidades en las que vive el lobo, se vuelquen en el sector turístico.

Sin embargo, Talegón advierte de la necesidad de profesionalizar el sector y alerta de que ciertas prácticas podrían poner en riesgo la conservación de la especie. Así, señala que cebar a los animales, acercarse demasiado o las observaciones de cachorros, pueden provocar que los lobos se acostumbren al ser humano, lo que les hace vulnerables ante los cazadores.

Asimismo, recomienda que se les observe a larga distancia, que se regule el tráfico o se limiten los accesos en época reproductora. En este sentido, destaca iniciativas como la llevada a cabo en el Parque Nacional estadounidense de Yellowstone, donde se ha prohibido la actividad turística a menos de 1,6 kilómetros. de distancia de madrigueras activas, y es que “la ética es fundamental” para evitar los impactos medioambientales.

El lobo y el ser humano han compartido territorio durante siglos, aunque la relación entre ambos ha sido siempre conflictiva. Sin embargo, cada vez son más quienes alzan su voz para afirmar que la convivencia de este cánido y el hombre es posible. Y es que naturalistas, ecologistas e incluso ganaderos aseguran que basta con tomar medidas preventivas que minimicen los daños que puede ocasionar en la cabaña ganadera e impulsar su “tirón” turístico como dinamizador económico de las zonas en las que habita.

Y es que el refranero español ya advierte de este punto cuando afirma que “ganado mal guardado, más del lobo que del amo”. Es decir, que con un manejo adecuado de los rebaños se puede evitar que el lobo hinque el diente a los animales. Algunas de las recomendaciones pasan por la vigilancia permanente, el encerramiento nocturno, la utilización de perros mastines o la creación de barreras para impedir el acceso de los predadores.

“Mi seguro son mis once mastines”, asegura Alberto Fernández, un ganadero de la zona de Sanabria que posee un rebaño de 1.600 ovejas. Desde que heredó el ganado de su padre hace tres años, no ha sufrido ningún ataque, gracias a los perros y a su forma de gestionar el ganado. Eso sí, reclama a la Administración regional ayudas para afrontar los gastos que supone protegerse del lobo, ya que invierte cada ejercicio entre 3.000 y 4.000 euros en alimentar, vacunar y asegurar a los canes. Su máxima: “Lobo vivo pero gestionado y haciéndose cargo quien tiene que hacerse cargo”.

Pero las ayudas de la Junta de Castilla y León no se centran en la prevención, sino en el abono del daño y éste, es distinto en cada área en función del estatus jurídico del lobo. En las reservas regionales de caza, la Administración es la responsable de la gestión y paga directamente los daños. Fuera de estas reservas obliga a los ganaderos a tener un seguro, que está subvencionado en gran medida por la Junta. Al sur del río Duero, el lobo es una especie protegida y la Administración regional paga los daños de manera directa.

Este sistema de pólizas no convence a los ganaderos, que no comprenden por qué han de ser ellos quienes adopten medidas de protección ante los ataques. Además, aparecen casos como el de Fernando Pastor, un ganadero de ovino segoviano, al que el seguro le penaliza por sufrir varios asaltos en los últimos años, de manera que se ha ido incrementando el coste de su póliza.

A pesar de que el conflicto entre el ganadero y el lobo viene de lejos, Theo Oberhuber, responsable de Ecologistas en Acción, considera que “se sobredimensiona la importancia de los ataques”. De hecho, se estima que este problema afecta a menos del uno por ciento de la ganadería en extensivo. Según datos aportados por la organización, en 2010 los daños ocasionados supusieron un coste anual de unos dos millones de euros, “una cantidad que en absoluto refleja el conflicto social que los sindicatos agrarios están provocando con manifestaciones y todo tipo de presiones”.

Aún así es complicado deducir el impacto económico de los ataques, ya que una vez el ganadero denuncia, se realiza una peritación in situ que es “poco certera”, tal y como explica el licenciado en Ciencias Ambientales, Jorge Echegaray. Se trata de un análisis visual que no asegura que el animal haya sido atacado por un lobo, ya que la mordedura se confunde fácilmente con la de un perro.

Además, desde la ONG denuncian que la picaresca está también detrás de algunos expedientes: “algunos ganaderos intentan justificar algunos daños como si se debiesen a ataques de lobos para ser indemnizados”.

Foto: J.L. Leal

 

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