S.Gallo Lo que en 1937 comenzó a funcionar en Portugal como un barco destinado a la pesca de bacalao, lo que le llevó a costas de Terranova y Groenlandia, ha acabado siendo un buque escuela de la Marina Portuguesa que durante estos días surca las aguas de las costas de la Península Ibérica con un centenar de personas a bordo, la mitad de ellos futuros marines. Es el Creoula, y en él viajan también cerca de 50 profesores y alumnos, tanto de España como de Portugal, que reciben durante casi un mes formación en diversos ámbitos académicos, a la vez que reciben nociones sobre la manera de tripular y gestionar los trabajos de un buque de estas características.
Entre ellos viajan siete estudiantes de la Universidad de León (ULE) –tres de Ciencias Ambientales, dos de Ingeniería y dos de Educación Física- y un profesor de Biología de la institución académica leonesa, Antonio Laborda, que también es codirector de esta iniciativa. Participan en este curso de la Universidad Itinerante de la Mar que este año, con el lema ‘Iberia a toda costa. La valorización de sus ecosistemas marinos y litorales’ comenzó a finales del mes pasado su recorrido en Avilés (Asturias) para finalizar el 22 de agosto en Barcelona, y está recorriendo los tres mares ibéricos: Cantábrico, Atlántico y Mediterráneo.
En estos días se recibirán clases de biología marina, economía, historia, geografía, política o ingeniería, ya que se trata de un curso “abierto a todo el mundo” para recibir clases “de una divulgación profunda”. Además de este curso “denso” en el que las clases no sólo se dan sobre la cubierta del barco, sino también en los diferentes puntos en los que atraca el buque y donde se desarrollan actividades académicas, el programa formativo se hace “aún más duro” porque los participantes “ejercen de auténticos marineros”. Todo ello convierte a esta travesía en “una experiencia de vida”, en la que la convivencia se transforma en una asignatura más.
A pesar de su carácter formativo, el concepto convencional de clase queda aparcado totalmente y es una palestra en la cubierta del barco la que se convierte en aula improvisada, un ejercicio “nuevo y de comunicación” tanto para alumnos como para los docentes. La formación prosigue en los puertos en los que se desembarca –islas Cíes, Oporto, islas Berlengas, Lisboa, Ceuta, Formentera, Palma de Mallorca y Barcelona- en un “ejercicio académico constante”, explica Laborda.
La función complementaria se desarrolla en el momento en el que los estudiantes se integran, a todos los efectos, con la guarnición militar de ese buque escuela, para aprender a navegar y a realizar todas las faenas que requiere la vida a bordo de un barco como el Creoula. “Es un barco con cuatro mástiles y son 40 alumnos que se dividen en grupos de diez, uno por cada mástil, que se encargan de atender. Las velas se suben a mano, ejercen de marineros y se integran en las guardias”, relata.
Como en cualquier otro barco, las guardias son continuas y tienen una duración de cuatro horas, lo que significa que a cada uno de los grupos le corresponde “al menos una guardia cada día”, lo que requiere un trabajo “constante” de cocina, comedor, vigía, puente o timón. “Aprenden a navegar, a trazar un rumbo y otras muchas cosas, y eso se suma al programa académico en sí”, añade Laborda. De hecho, la travesía “no es ninguna broma” como quedó más que demostrado hace dos ediciones, cuando el viaje se realizó a las islas Azores y en ese tiempo se vio afectado por el huracán Gordon. “Tuvimos que tomar las decisiones oportunas para ver si salíamos o no de Azores”, recuerda Laborda.
Convivencia
La esencia del curso pretende, además de ofrecer un conocimiento multidisciplinar sobre la mar, generar un espacio de convivencia “entre universitarios de distintos países, que no se conocen y que no hablan la misma lengua”. De hecho, en el interior del barco tan sólo está permitido hablar español o portugués, con lo que en general el resultado es que las conversaciones se mantienen “en portuñol”, bromea Laborda. “El barco es un aula flotante de la que no puedes escapar, es como un ‘Gran Hermano’ pero sin edredoning, porque todo es comunal”, añade.
Con la intimidad “suficiente”, lo que sí se atiende con especial cuidado es la seguridad, que “es máxima”, porque no sólo es este el objetivo principal, sino también la generación de esa armonía y “que se despierten los valores éticos y personales y se desarrollen esas competencias que supone el trabajar en equipo”. Después de sólo unos días de esa convivencia, el barco “te hace una radiografía por delante y por detrás” e incluso cada persona acaba descubriendo “cosas que no conocían de ellos mismos”
Participación variada
Además de los siete estudiantes de la Universidad de León, también participan en esta edición otros jóvenes españoles de Oviedo, en su mayoría, pero también de Salamanca, Lleida y Cantabria, y el resto de la expedición estudiantil la completan estudiantes portugueses y cuatro alumnos cadetes de la Escuela Naval con categoría universitaria. También acuden seis tutores de mar, tres españoles y tres portugueses.
En ediciones anteriores han llegado estudiantes también de otros países próximos, como es el caso de Francia, y otros algo más lejanos, como México o Brasil, atraídos por una idea en la que ya han participado decenas de estudiantes motivados por el espíritu con el que nació esta iniciativa.
Trabajo final
Buena prueba de que este recorrido, a pesar de su dureza, no se convierte únicamente en un periodo vacacional, es el hecho de que también los participantes tienen que presentar un proyecto ante un tribunal unos meses más tarde de la finalización de esta aventura. Este proyecto tiene que ser “internacional”, es decir, deberá estar formado por participantes de diferentes nacionalidades, ser interdisciplinar y contar con la presencia de personas de diferentes áreas, e intentar se igualitario en lo que al género se refiere, con paridad de hombres y mujeres en la medida de lo posible.
Ello requiere el mantenimiento del contacto una vez abandonado el barco para elaborar y presentar, a finales de año, el proyecto ante un tribunal que califica el trabajo, lo que otorga a los estudiantes, además del trabajo que se ha realizado durante el verano, los créditos correspondientes. Sin embargo, la mayoría de los participantes “no lo hacen por los créditos”, sino por la propia experiencia que se tiene la oportunidad de vivir y que, como ha resaltado algún estudiante, permite “sentirlo todo”.
Los orígenes
La Universidad Itinerante de la Mar (UIM) es un proyecto de cooperación internacional para la formación interdisciplinar sobre el conocimiento de la mar, la lógica de proyecto y el desarrollo de las capacidades personales de los participantes. Nació a raíz de un convenio entre las Universidades de Oviedo, Oporto y la Escuela Naval de Portugal, y a él se unió la Universidad de León hace tres años para continuar desarrollando el lema ‘Conocimiento y aventura’ en el buque escuela luso.
La UIM actúa en tres dimensiones, que son la formación, la investigación y la difusión, y entre sus finalidades están la ampliación de la conciencia marítima de los participantes, ofrecer información complementaria en trabajo en equipo, fomentar el mutuo conocimiento ibérico y proporcionar una experiencia de convivencia en la mar, aplicando el lema de esta iniciativa.