En la vida cotidiana es habitual medidas de longitudes que van desde escasos centímetros a decenas de metros, incluso centenas. En estos casos en general lo que hace digamos el ciudadano corriente es comparar dimensiones o longitudes. Utilizando instrumentos en los que están marcadas unas longitudes predeterminadas ( metros, decímetros centímetros e incluso milímetros) nos limitamos a comparar la distancia que hay entre dos puntos con las marcadas en la cinta métrica o en cualquier utensilio similar. Este es el modo de medir más digamos popular y conocido.
Hay otro método también muy conocido pero ya no tan popular o si se quiere de tanto manejo por el ciudadano corriente. Se basa en la interconexión entre el espacio y el tiempo. Así decimos que entre dos concretos de la superficie terrestre hay “tantas horas o tantos minutos de diferencia”. Para utilizar este tipo de medidas hay que partir del hecho de que La Tierra gira sobre si a una velocidad de 15º cada hora. Por tanto dos localidades situadas a una distancia de una hora están separadas por una longitud de 15º. Pero claro 15º de longitud no implican siempre la misma distancia. Sobre el Ecuador son 1670 km. ( a efectos prácticos ) pero a la latitud de Madrid por ejemplo ya son sólo 1273. Por tanto este modo de medir tiene sus complejidades.
En el campo de la astronomía es muy habitual expresar las distancias que hay a las estrellas expresadas en unidades de años luz. Un año luz es la distancia que recorre la luz en un año. Es enorme ya que en un solo segundo la luz recorre 300.000 Km. Para tener una idead digamos que en un solo segunda daría 7,5 vueltas a la Tierra. Esto de utilizar los años luz como medida de distancias es habitual pues cuando hablamos de distancias muchísimo mayores de las que nos son familiares en la vida cotidiana.
El hecho de que la velocidad de la luz sea tan enorme es muy útil para medir distancias muy, muy, muy grandes desde una perspectiva humana. Pero ¿qué ocurre cuando hay que medir distancias muy pequeñas?. Para cualquier persona una distancia inferior a un milímetro ya es una distancia pequeña, sobre todo cuando la vista empieza ya a perder su agudeza, ya que los límites de una línea de ancho igual a un milímetro los vemos poco nítidos.
Pues bien si un milímetro es a efectos prácticos una distancia que se puede considerar pequeña ¿que opinaríamos de otras distancias muchísimo más inferiores?. Son muchos los estudiantes y técnicos (ingenieros, geólogos, químicos,…) a los que les resulta familiar una unidad de medida denominada el angstrom. Es una unidad tan diminuta que en un milímetro hay exactamente ¡ 10 millones¡ de estas unidades. Eso si que es una miniatura. Lo curioso del caso es que en los libros de mineralogía (Cristalografía) se manejan dimensiones en las que se indican las medidas en angtromns y …¡con decimales¡.
¿Cómo es posible efectuar medidas tan asombrosamente pequeñas? . Evidentemente con una regla de esas que llevan los chavales al colegio no. Con algún aparato de los que se utilizan en talleres mecánicos para medir el diámetro de tornillos o arandelas,…tampoco. Entonces, ¿cómo?. Expilar esto de modo que se entienda es un tema bastante complicado para el digamos ciudadano corriente actual (me parece) y por ello deberé abordar en un próximo artículo. No obstante si puede adelantar que muchos fenómenos de la Naturaleza son lisa y llanamente propagaciones a una determinada velocidad de movimientos vibratorios o si se quiere propagaciones de ondas. El ejemplo sin duda más conocido lo podemos observar en la superficie de un estanque cuando en el mismo arrojamos una piedra. Aparece un movimiento que se va propagando a partir de un punto; pero esa propagación no es lo único que ocurre. Tiene lugar la formación de lo que se llama tanto a nivel popular como científico una serie de ondas. Pues bien estudiando las características de las ondas es posible efectuar medidas asombrosamente diminutas. Pero esto lo veremos en un próximo artículo.
La imagen que inserto esta toma de la Red.(culturacientifica.com) de un artículo cuyo autor es César Tomé Lopez.
Bembibre 2 de diciembre de 2018
Rogelio Meléndez Tercero