Tres días postelecciones del 10N no son suficientes para que se me haya pasado el enfado. Por eso, declaro esta columna en huelga general, que me conozco, se me calienta el dedo dándole a la tecla, escribo lo que me sale de las tripas y prometí y prometo mantener Del verbo discutir al margen del juego político y todas las filias y fobias que despierta. Simplemente dos cosas, que si no reviento.
Me parece de responsabilidad periodística rebatir uno de los mensajes más difundidos en los últimos meses: la violencia de género, desgraciadamente, sí existe en este país y en todo el mundo. El pasado mes de julio, una mujer fue asesinada cada tres días por su pareja, expareja o un hombre que consideró que era suya de alguna manera en España. En 2018 fueron 47 en total. 51 en lo que llevamos de 2019.
Mientras en el debate político de la campaña electoral de diciembre de 2015 los grandes partidos PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, estaban de acuerdo en firmar un pacto de Estado contra esta lacra, en el último debate los mismos candidatos, a excepción del popular Pablo Casado que sustituye al entonces candidato Mariano Rajoy, dejaron que el representante de Vox, Santiago Abascal, la vilipendiara. Especialmente sangrante me parece el silencio del presidente en funciones, Pedro Sánchez, teniendo en cuenta que su partido fue el precursor de la paridad en la titularidad de ministerios con el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que al fin y al cabo fue el inicio del feminismo en la política nacional.
No puedo entender que presumamos de ser un país desarrollado, que avancemos en derechos y libertades dentro de la Democracia y ahora pretendan que demos un salto al pasado tan brutal. No es política de lo que hablo, es justicia social e instinto de supervivencia porque lo mismo podría decir de los mensajes homófobos, racistas y xenófobos del partido que se define a sí mismo como “un movimiento de extrema necesidad que nace para poner a las instituciones al servicio de los españoles, en contraste con el actual modelo que pone a los españoles al servicio de los políticos”.
La repetición de elecciones a día de hoy ha servido, en mi opinión, para que PSOE y Podemos acerquen posiciones a costa de que la ultraderecha consiga 52 diputados en el Congreso de los Diputados. Y mientras todos se repiten a sí mismos y a la sociedad que han ganado, yo tengo la sensación de que todos hemos perdido. Quizá si en el debate del pasado martes los representantes del pueblo hubiesen ejercido su responsabilidad política hoy viviríamos una situación diferente. O no. Pero yo no he podido guardármelo. El miércoles que viene otra cosa.