Tiempo muerto en el PSOE

El PSOE sigue siendo una ola de grillos. Larvada, pero se mantiene la tensión. Todas las provincias andan en ebullición. Todas las agrupaciones locales. Sus líderes se miran y se vigilan de reojo esperando que la gestora que preside Javier Fernández dé algún paso adelante. Queda poco tiempo y se mantiene el suspense sobre las decisiones finales del PSOE. Fernández se limita a hacer gestos y seleccionar cuidadosamente sus declaraciones. Aunque no ha dicho gran cosa, Fernández parece un político cargado de sentido común. Atrapado en un flujo de enormes tensiones y de enormes contradicciones, Fernández conserva la calma. Pero aún le espera lo peor antes de convocar el próximo decisivo comité federal de su partido. Este fin de semana, el socialismo catalán celebra su congreso. Se esperan nubarrones y una aproximación hacia las tesis plebiscitarias e independentistas, lo que enervará aún más el disgusto de los socialistas andaluces, castellanos y extremeños. Otro drama. Los socialistas catalanes están a punto de la escisión de la casa familiar.

Fernández está llevando a cabo estos días entre los suyos una soterrada campaña pedagógica y de educación ideológica sobre el valor político de la abstención. Ya lo ha dicho: abstenerse no es ayudar ni colaborar y ni mucho menos participar con un posible gobierno de Rajoy. El PSOE facilitaría una investidura y, luego, pasaría a ejercer una oposición dura, de control y de negociación partido a partido, como diría Simeone, con el fin de que el Gobierno de Rajoy se deje un montón de pelos en la gatera cada vez que quiera sacar adelante ya sean los presupuestos o la reforma de una ley orgánica.

La idea es difícil de vender a una militancia muy obnubilada aún con el ya famoso “no es no” o con la frasecilla graciosa de “¿qué parte del NO no ha entendido usted, señor Rajoy?”. Un no repetido mil veces que sólo conduce a una salida: las terceras elecciones generales, en las que el PSOE lleva muchas papeletas de ser el gran perdedor. ¿Qué pasaría si en esas elecciones, el PSOE pierde tres, cinco o diez diputados? Fernández no lo quiere ni pensar.  Por no hablar de quién encabezaría el cartel electoral y cómo se elegiría con tan poco tiempo. De ahí sus declaraciones pedagógicas en el sentido de que el PSOE no puede asumir el riesgo de ir a esas terceras elecciones. Va en ello su supervivencia. Sí, el ser o  no ser un partido de referencia, el  partido locomotora de la izquierda moderada o de la socialdemocracia.

Fernández sabe por sondeos internos que su postura es rechazada, en principio, por la militancia. Allí donde se han celebrado asambleas o reuniones locales ha ganado claramente el  no es no al PP. Por eso, lo que le falta a Fernández es precisamente lo que no tiene: tiempo. Tiempo para convencer a las bases que hay que actuar más con la cabeza y menos con el corazón. Es decir, ir a la abstención con la nariz tapada y con una estrategia definida a corto y medio plazo para evitar, por encima de todo, las terceras elecciones. Fernández predica que el PSOE nunca ha sido un partido plebiscitario y que sus decisiones no se pueden adoptar en asambleas, sino que es un partido orgánico, representativo y federal. El efecto Sánchez aún está muy reciente y muchos militantes lo han elevado a la categoría de mártir y de héroe popular. Sánchez, el secretario general elegido por la militancia. Sí, pero que ha hundido a su partido en la peor crisis de su historia reciente, lo que demuestra que ser elegido por las bases no aporta dosis de infalibilidad.  Ahí están sus continuos fracasos electorales.

Y, en frente, Rajoy, el único líder político del mundo que avanza posiciones sin moverse un ápice. De intransigencia en intransigencia hasta la victoria final. Lo nunca visto. Es como la esfinge egipcia, estatua impasible que ha vencido a las inclemencias de varios miles de años y ahí sigue, desafiante, misteriosa y victoriosa. Como Rajoy.

 

 

 

 

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