Y al fin, después de muchos años en barrena con respecto a la tauromaquia en nuestra querida ciudad, volvimos a encontrarnos con aquello que tanto anhelábamos: un festejo taurino a la altura de las grandes plazas. Para los que amamos la cultura taurina, el domingo nos levantamos con una sensación especial, con la sensación de que íbamos a acudir a algo grande y a disfrutar (pese a la situación actual), de tres días diferentes. Aunque por desgracia, y debido al dichoso bicho, finalmente solo pudieron ser dos.
Ya la llegada a la plaza fue difernet, pues se había cambiado el olor a puro por el olor a desinfectante y las almohadillas fueron sustituidas por la toma de temperatura corporal. Pero, aún con todos estos cambios, al subir esas escaleras y ver el coso, todos teníamos la sensación de que la plaza se había vestido con sus mejores galas para lo que venía. Y así fue, no hubo decepción alguna. Después de tomar cada uno su asiento, comenzó a tocar la banda, y con ellos las grandes figuras que entraban por la puerta grande. Por un momento podíamos pensar que por Astorga pasaban el río Guadalquivir o el Manzanares y no el Jerga. La tónica habitual que primaron los dos días fueron de emoción, ganas, ilusión… Un ambiente de fiesta a la altura del espectáculo que acontecía y que terminaría con la sorpresa del indulto del que a la postre se convertirá en semental. El toro con nombre “Potrico”.
Por eso, desde aquí agradecer al empresario y a todas las personas que han estado a disposición de la plaza, sabemos que sois parte esencial para que esta cultura imperecedera en el tiempo haya sido llevada a cabo en nuestra querida Astorga de una manera tan elegante y eficiente. Para que todas las personas que acudimos al festejo nos sintiésemos tan afortunados por haber disfrutado de dos magníficos días que esperamos no sean en vano y el año que viene podamos volver a encontrarnos en nuestra querida plaza de toros para disfrutar como mínimo de otras dos tardes de gloria.