Un rayo de sol se cuela por la ventana e ilumina una mesa de trabajo. Sobre ella una escena familiar de una taberna o cantina de las de antes, y algo especial en ella. No se trata de un dibujo ni una fotografía. Es un cuadro tallado en madera. Sobre la imagen se inclina Isidoro Santos Prieto, un artesano de talla de madera que en el ocaso de su vida ha decidido dedicarse a su pasión.
Pero nuestra historia no comienza ni aquí ni ahora. Comienza con un niño de Bimeda al que le gustaba hacer esculturas de barro, “algo que nadie me mandaba hacer”, y para el que desde pequeño la madera y el campo formaban parte de su vida. Cuando ya tuvo edad, Isidoro llegó a Astorga para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios, que se encontraba en la calle Villafranca. Allí estudió un grado de oficialía, “que era lo que se podía estudiar entonces”, relata.
Un futuro prometedor
Pronto, los profesores se dieron cuenta de que Isidoro tenía mucho más para ofrecer, pues trabajaba en vivo y en directo sobre la madera creando auténticas piezas de arte. “Antiguamente se hacían muchos concursos en Astorga”, recuerda cuando echa la vista 60 años atrás. Los ganadores de la provincia viajaban a Ponferrada a medirse entre ellos. Claro, Isidoro ganaba e iba escalando posiciones, en caso contrario no sería el protagonista de esta historia. El concurso finalizaba con siete campeones llegados de diferentes provincias a la Universidad Laboral de Gijón. Sobre el escenario, Isidoro trabajaba la madera en vivo y en directo. Y ganaba los concursos.
Cuando se trasladó a Bilbao, “Barakaldo en aquélla época”, para continuar sus estudios y sacar el título de Maestría, los profesores continuaron viendo el potencial del joven muchacho maragato. “Me convertí en campeón sectorial de Vizcaya y nos llevaron a la siguiente fase a Burgos”, explica Santos, en Burgos volvió a salir triunfante y el siguiente paso era conquistar la capital. Pero ahí se quedó el sueño. “No pude viajar a Madrid”, explica. ¿El motivo? El concurso se celebraba en verano y sus padres, labradores, necesitaban toda la ayuda de sus hijos para la siega del campo. Ese fue el final del que podría haber sido un futuro prometedor para el joven. “Dejé de tallar y me dediqué a trabajar, porque ni antes ni ahora se podía vivir de la talla”.
Regreso de un artista
Una sonrisa ilumina la cara de Florentina Carro Pérez, ella, la mujer de Isidoro, sabe cómo continúa la historia, y que ésta tiene un final feliz. Porque el muchacho se convirtió en hombre y se dedicó a la madera, no desde la parte artística, sino laboral. Y en el camino encontró a una mujer, Florentina, con la que Isidoro lleva casado más de 50 años. Lo que pasó en el transcurso de los años es importante, pero no tan importante como cuando llegó la jubilación, “el médico le mandó salir a caminar todos los días”, explica Florentina. “Pero al cabo de un par de días me aburría, tenía que haber algo mejor que podía hacer”, dice Isidoro.
Y el astorgano pensó en sus “gubias de chaval” y en el trabajo “cuando hacía cosas bonitas”. Y, como explica el propio Isidoro, fue como andar en bicicleta, “cuando aprendes algo nunca se olvida”. Y las manos recordaron el ritmo de las tallas. Empezó, como es lógico, con un dibujo sencillo, por miedo a que los años hubieran borrado de su mente el artista que alguna vez había apuntado a ser. Y la alegría fue más inmensa cuando descubrió que de una pieza de madera salía una obra de arte.
Hoy, abarrotan la casa, el taller y el almacén más de 200 tallas en madera que han salido de las manos de Isidoro en los últimos once años. Todo lo que empieza lo termina, algunas veces tarda más, otras tarda menos, pero siempre acaba. La mirada irónica que lanza Florentina augura una buena anécdota, y es que como reza el dicho, “en casa del herrero, cuchillo de palo”. “Tenemos un reloj antiguo que heredé de mis abuelos, uno de esos grandes con péndulo. Le pedí que hiciera alguna talla para decorarlo, empezó, y desde hace tres años sigo esperando que continúe”, ríe Florentina. “Para mí ya está terminado”, replica Isidoro.
Proceso artístico
Isidoro encuentra fotografías o dibujos navegando por internet, que luego reproduce en relieve sobre la madera. “Antiguamente utilizaba el proceso de cuadrícula que me enseñaron en la escuela”, explica. Ahora, ha perfeccionado su técnica y ha construido su propia regla para las proporciones. Escoge su próximo proyecto casi por capricho, algo que le llama la atención y que plasma en su trabajo. Tiene su carnet de artesano otorgado por la Junta de Castilla y León, institución que le ha pedido que haga una exposición en la galería de su trabajo. La cita será probablemente en mayo, pero todavía no hay decidida ninguna fecha concreta.

Viaja a algunas ferias dentro de la provincia y de Zamora, pero no se aleja mucho. Tanto Isidoro como Florentina son unos amantes de los viajes, “la última vez estuvimos en París, nos lo queríamos traer todo”, ríe Florentina. Isidoro siempre viaja con papel y lápiz, por si descubre algo que retratar para luego plasmar en la madera, “con cuatro líneas que ha dibujado es capaz de reproducirlo luego en las tallas, es un talento increíble”, dice orgullosa. La parte más difícil de la creación artesana y artística son los rostros, “prefiero dibujar algunas imágenes en las que las caras no sean tan importantes”, el movimiento queda plasmado en el trabajo.
Para el acabado utiliza cera y betún de Judea. Muchas de las obras están guardadas en cajas a la espera de una nueva feria que visitar o de encontrar algún mecenas que quiera comprar estas obras de arte. Cada pieza tiene su historia y cada historia tiene una pieza.