Incide el señor presidente del Gobierno de España en el carácter arriesgado de sus políticas encaminadas a normalizar la situación política en Cataluña. Y no le falta razón. Lo que ocurre es que el carácter de los riesgos que percibe o adivina el señor presidente no coincide con el carácter real de los mismos. Trataré de explicarme.
Aclaro que ignoro a qué riesgos se refiere el señor Sánchez. Si seguimos el cacareo de medios y políticos, en función del color de cada quién se apuntan algunos.
Desde sus afines, los beneficios figuran en la entradilla: la normalización de la situación política en Cataluña. Y los riesgos, el posible deterioro de su cuerpo electoral, consecuencia de las medidas adoptadas. Política de Sánchez: valiente y arriesgada.
Sus no afines se inclinan porque el único riesgo que preocupa al presidente Sánchez es el de la pérdida de la Moncloa si no toma las medidas adoptadas, que favorecen a los independentistas catalanes. Política de Sánchez: egoísta e irresponsable.
Dejando a un lado la legitimidad o su carencia en las medidas adoptadas a favor de los independentistas catalanes, que suponen en todo caso una fuerte embestida, al parecer legal, al Estado de Derecho; las repercusiones en la percepción de los electores en los próximos procesos electorales, con efectos en los resultados de dichos procesos; el incremento de la polarización de la sociedad española al sumarse estas medidas a otras que, en su conjunto, significan la reeducación forzosa del pueblo español en sus hábitos y costumbres así como en sus principios básicos y en su historia…
… Pondré el foco en el independentismo catalán y su posible evolución, como el principal riesgo de carácter real que desencadena –y habrán de afrontar en el futuro su gobierno o los que le sigan–, el señor presidente del Gobierno con sus valientes y arriesgadas medidas tendentes a la normalización de la situación política catalana.
El independentismo catalán es un globo que a lo largo de su historia se ha venido inflando y desinflando según las circunstancias políticas de cada momento y, de su observación y estudio, pueden deducirse algunas conclusiones y recordar otras que no conviene olvidar:
1) Su reivindicación es utópica y, como tal, escapa a cualquier previsión “dentro de un orden político”.
2) El independentismo catalán siempre ha aprovechado la debilidad de España o de sus gobiernos, transformando esta debilidad en acelerador de su implantación en la sociedad catalana. A más cesiones-concesiones, más reivindicaciones. La carencia de fuerza bruta no le exime de aspirar a obtenerla con el fin de alcanzar su utopía: la independencia de España.
3) El fraccionamiento de un estado moderno no ha sido –ni lo es es– posible por el consenso de fuerzas políticas minoritarias –democráticas o no–, requiriendo de la violencia y de la guerra para su consumación.
4) La soberanía de España y de cada uno de sus territorios reside en la totalidad del pueblo español y no en los habitantes de uno de ellos. La deriva cantonalista no tiene sentido histórico hoy, como no lo tuvo en el pasado, resuelta, como es natural, por la fuerza de las armas y la razón de la Historia.
5) La convivencia entre los distintos pueblos de España es posible, como lo demuestran los largos periodos en los que así ha sido, caracterizados por la contención, por parte del poder español, del ansia de poder y económica de ciertas élites alejadas de los intereses de sus pueblos. Cuando no ha sido así, estas élites han conseguido sus objetivos por la fuerza y sumido a sus ciudadanos en la más absoluta decadencia política y económica. Un caso de libro: la independencia de los países americanos de la Corona española.
Para no aburrir al lector, saturado ya, y mucho más desde los acontecimientos de 2017, concluyo recordando al presidente del Gobierno de España el riesgo real al que se enfrenta con sus medidas tan valientes y arriesgadas: a un independentismo más radical, más prepotente y convencido de que su utopía está cerca de dejar de serlo así le den un empujoncito más –apoyándose en sus medidas–, convirtiéndola en realidad.
¿Estará dispuesto el señor presidente, llegado el caso, a defender la soberanía de España? ¿Dejará que sean otros, llegado el caso, los que tengan que deshacer su entuerto, con pocas visas de que este siga siendo exclusivamente político? ¿Está usted desinflando el globo independentista? ¿O bien lo está inflando a riesgo de que estalle?
Le deseo suerte en su quehacer político, que tanto nos afecta a todos los españoles.
Juan M. Martínez Valdueza
13 diciembre 2022