Con estupor asistimos a la culminación de toda una serie de comportamientos sediciosos que deberían haber sido perseguidos y erradicados hace bastante tiempo al amparo de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico. Yo creo en la habilidad para manejar los tiempos que tiene el presidente del Gobierno pero, bajo mi humilde opinión, en este tema no caben tibiezas; no puede tolerarse un solo día más la burla que se viene haciendo a las instituciones por parte de los dirigentes insurrectos de Cataluña cuya autonomía podría estar suspendida, sin más pamplinas ni dilaciones, en virtud del artículo 155 de nuestra ley de leyes.
El asunto catalán es algo tan descabellado que no existe nada semejante en ningún otro Estado de derecho; una panda de traidores pretenden separar parte del país asumiendo la soberanía nacional y saltándose a la torera todo tipo de leyes y normas. Curiosamente, en su enloquecido camino, les importa poco destrozar una sociedad próspera que en el siglo pasado aglutinaba parte importante la industria española y acogía al grueso de la migración interna en nuestro país. Pero esa prosperidad origina una élite gobernante corrupta que se dedica a uno de los mayores saqueos, quizá el mayor, de la historia de España. Cuando sale a la luz ese tremendo saqueo le echan la culpa a España, que es “quien les roba”, y cambian la estrategia de sangrar al Estado por las buenas para volcarse en la independencia e intentar huir así de una justicia que los va a condenar por lo que han hecho. Lo más gordo de todo es que, como ni siquiera gozan de una mayoría sólida, se entregan a los caprichos de sus antagonistas, unos enloquecidos anti-sistema, antes “okupas” y guerrilleros urbanos, que los tienen cogidos por las pe…cheras y hacen de ellos lo que les da la gana, gente cuyas hazañas más relevantes son propugnar el retorno a las costumbres tribales con maternidad comunitaria y sexo grupal incluido o la delicadeza de olerse el sobaco en el Parlament por comprobar si les había abandonado el desodorante.
El saqueo catalán tiene unas dimensiones tan siderales que cuando el “honorable” tire de la manta no se sabe si quedará algún títere con cabeza de todos los que han pasado por la Generalitat. Aunque quizá no tengamos que esperar tanto porque Montull está a punto de destapar la tremenda cloaca del Palau, un asunto tan sucio que resulta surrealista. Otro de los acusados, Millet, pagó la principesca boda de su niña con los fondos de la Fundación y debió de considerarlo ya tan excesivo que le pidió a su consuegro el 50% del coste del bodorrio solo por decoro y porque las cosas se salían demasiado de madre. Nunca se taparon demasiado, se consideraban intocables; a modo de ejemplo es muy “gracioso” que la floristería de la señora Ferrusola fuera la adjudicataria de colocar sistemáticamente el césped del Camp Nou. Una casta, ésa sí que era casta, que desangró a los catalanes y, por extensión, a los españoles. ¿Dónde están los de Podemos, los del “ala pedrista” del PSOE y otras voces que se alzan enseguida ante el más mínimo indicio de sospecha en otros casos? Pronto se apresuran a despotricar contra otros que tan solo están “investigados” que no imputados ya porque tal figura ha sido cambiada por la de investigado. ¿Pero qué es un investigado? Podría ser un presunto delincuente o también la persona que ha sido denunciada por alguien que le quiere mal o que es su rival ideológico, así de sencillo. De esta suerte usted puede ser investigado y, tras prestar declaración quedar limpio o no pero, en todo caso, le habrán destrozado la vida sometido a la pena de telediario o de facebook si no pertenece a la “casta populista”. Al investigado que les conviene le arruinan la vida, al delincuente convicto y confeso lo disculpan si puede ser un tonto útil.
Es obscena la chulería de la casta separatista catalana frente al poder judicial y su convencimiento de encontrarse por encima del bien y del mal. Si ustedes han sido llamados a juicio como acusados por un tribunal y llegan tarde prepárense para las consecuencias. Artur no, él puede pasearse con sus mamporreros y llegar a la hora que la da la gana. ¿Habían imaginado ustedes alguna vez una declaración en calidad de acusado como la de Oms? Un tipo que pretende dialogar con el presidente del Tribunal sin entender lo que es una declaración porque piensa que se rige por las costumbres de su casa o que se atreve a decir como alegato final que piensa volver a cometer el delito por el que se le está juzgando. Vivir para ver. Recuerdo a Gene Hackman en cierta película que interpreta a un fiscal antimafia y ve compensados sus esfuerzos y padecimientos cuando observa al mafioso aflojarse la presión de la corbata al escuchar su sentencia; confío que Oms y Artur tengan que aflojar la corbata muy pronto. Que se enteren de una vez, como les dijo el magistrado del Supremo: “la democracia es el sometimiento del poder político a la ley”.
A veces pienso que se les debería permitir llevar a cabo su referéndum ilegal solo a nivel de Cataluña porque lo tienen perdido pues a nivel nacional nos tienen tan hastiados con sus majaderías independentistas que podría ser posible un sí mayoritario a favor de su puñetera independencia. Solo relajo esta idea cuando se me hace evidente que no se pueden consentir actos ilegales, que se debe proteger a los catalanes de esta basura porque son españoles y tienen que ver protegidos sus derechos como tales y porque no sería más que el comienzo de una cadena independentista que acabaría con España convertida en un reducto de garrulos localistas mientras el resto del mundo tiende a globalizarse a pesar de populistas y ralea semejante.