Audióloga protésica de profesión de 36 años, Aroa Barrio Gutiérrez dedica buena parte de su tiempo libre a una afición a la que llegó hace unos cuatro y sin pretenderlo: el ‘scrap’, técnica que utiliza telas, maderas, papel, resinas, metales y otros elementos susceptibles de decorar o transformarse en objetos que, tras pasar por sus manos, se convierten en pequeñas -o no tanto- piezas casi artesanas.
Siempre le gustaron las manualidades y estudió Diseño Gráfico pero fue su gusto por el intercambio de photo-cards (tarjetas-cromos) de una muñeca con seguidores de todas las edades lo que le acercó al mundo del ‘scrap’ y, sucesivamente, a otras modalidades de trabajos decorativos, artísticos en muchos casos, como el `deucopage’, el cartonaje, el ‘mix media’ o las ATC (Artist Trading Cards); tarjetas en las que se hace una labor ‘transformadora’ para intercambiarlas con amigos o con otros autores de esos objetos muchas veces únicos y de las que recibió y envió unas cuantas durante el confinamiento de la pasada primavera.
Una pieza puede incorporar otras técnicas y las herramientas necesarias para sacar adelante cada trabajo incluyen cizalla, cúter, troqueladoras, cintas, tijeras, bisturí, regla metálica, remachadoras… una larga lista para, por ejemplo, conseguir un bonito álbum en el que incluir momentos y recuerdos de personas o celebraciones en forma de fotografías o pequeños detalles (scrapbooking).
Aroa dedica a su faceta de ‘scrapera’ una media de hora y media al día, aunque puede llegar a emplear hasta diez en una sola jornada, si está inmersa en un proyecto que lo requiera. Los materiales y herramientas que necesita le han supuesto una inversión global de varios miles de euros y le implican un desembolso mensual de entre 30 y 50.
Aunque es fuente de ingresos para algunas personas, no ocurre así en su caso, salvo de forma excepcional, y todo lo que elabora tiene como destinatarios familiares, amigos, compañeros o el intercambio. Y es que es frecuente que las integrantes de los grupos de ‘scrap’ en los que colabora como elemento muy activo se envíen regalos con sus respectivas creaciones con motivo de fechas señaladas (San Valentín, Navidad o Halloween).
Esta palentina residente en León tiene entre sus colegas de ‘scrap’ personas de entre 20 y 65 años de diversas partes de España, con los que comparte las cualidades necesarias o casi imprescindibles en esta materia, tales como la paciencia, la delicadeza o la pulcritud. En sus grupos no hay ningún hombre y le consta que son muy pocos los adeptos, aunque los hay. Reconoce que se trata de un mundo bastante “cerrado”, por lo que ve lógico que no falte quien les considere frikis. “La gente que no lo conoce no lo valora”, resume.
“Cada proyecto implica una ilusión”, asegura en fechas en las que prepara un álbum enorme para colocar fotos de bebé. La complejidad o laboriosidad se multiplica, por ejemplo, cuando se pasa de preparar una tarjeta a una casita de muñecas que tuvo como destino Paraguay y que al cariño de la preparación sumó decenas y decenas de horas de trabajo.
Más de medio centenar de entusiastas forman parte de lo que Aroa denomina como sus ‘grupos de confianza’, en los que comparten conocimientos, experiencias, regalos, materiales y satisfacciones en torno al ‘scrap’.