No hay nada más evidente para mostrar una debilidad que salir con toda la gallardía y artillería del mundo para negar tal situación. Algo así ha ocurrido esta semana en las Cortes de Castilla y León con el consejero de Sanidad, Antonio María Sáez Aguado en la picota desde hace semanas y donde los problemas brotan por doquier. Él, en su entorno, es una persona afable y de acuerdos, pero alrededor, esto es, en parte de su equipo, la intransigencia o la inoperancia tienen nombres y apellidos. Lo comentan todos aquellos con los que han existido algún tipo de encuentro o reunión en la consejería en cuestión.
Que Juan Vicente Herrera haya dejado bien claro y posicionado a su consejero no significa que el problema se haya esfumado. Además, existe un elemento distorsionador en todo este asunto, la oposición. Sus señorías de la bancada contraria no están ayudando en nada a templar ánimos, si no que fomentan manifestaciones más o menos importantes, facilitan infraestructura, cuadros y ejercen todas sus posibles influencias para hacer de portavoces que realicen el efecto lupa y parezca todo más grave y a vida o muerte, sean listas de espera, sean carencias, recursos técnicos o humanos…
Por hablar de algo contrastado, en el Centro de Salud de Astorga existe un modernísimo material embalado desde hace tiempo sin usar. No hay más especialidades médicas, no hay cirugía menor que desbloquee las largas listas de León capital. Inversiones millonarias hechas que duermen el sueño de los justos. Es sólo un ejemplo, pero hay muchos más. De ahí que el presidente del PP, que no de la Junta, manifestase en su momento algo así como que «en Sanidad hay muchas cosas que podrían funcionar mejor».
Todo esto, incluido el papel sibilino de la no leal oposición, indica que si no hay cambio en la titularidad, al menos una reforma interna es necesaria.