Jose Luis Barreales Rubén Martínez abandonaba hace siete días la disciplina del Atlético Astorga. No sólo dejaba un hueco importante a nivel deportivo, era el jugador número doce, su ausencia se se parece notar más en lo personal, al menos así lo trasmiten los directivos y los jugadores verdes. Cinco años desde que llegase del Huracán han servido al mediocentro leonés para dejar un gran recuerdo en todos los estamentos del club astorgano. Cambia el balón por la ingienería, cambia León por Madrid, pero lo hace como decía Panenka: “Que te aplaudan al irte, no al llegar”.
¿Qué sensaciones te quedaron en la despedida?
Fue un día extraño. Por un lado estaba triste. Dejaba el equipo, a mis compañeros… Pero también tuve una muy grata sensación de cariño. La afición me lo mostró en todo momento, pero sobre todo mi familia. Sabiendo que no era una situación fácil para mí, no me dejaron solo.
¿Cómo viviste tu última semana en Astorga?
Al inicio de semana tenía la misma sensación que en cualquier otro partido. Según pasaban los días y la noticia se hizo pública fue cuando empecé a comprender que realmente me iba, y tuve momentos difíciles.
Dejas muchos amigos en el club. ¿A quién destacarías y de quienes te has acordado más?
La gente que conoces es una de las cosas más bonitas del fútbol, los amigos que vas dejando a lo largo de tu carrera… No quiero destacar a ninguno, sería injusto, han sido muchos los que me han aportado.
“Hombre de equipo. Jugador que nunca tiene una mala cara y siempre apoya”. Esas son las palabras más repetidas por compañeros y gente del club cuando te definen. ¿Qué te parece?
Me considero una persona que siempre intenta ver el lado bueno de las cosas. Si opinan eso… no ando mal encaminado en mi forma de ver la vida. Se agradece mucho que piensen así de uno.
Cinco años, cinco entrenadores. ¿Qué te enseñó cada uno? ¿Qué destacarías de ellos? ¿Con quién te quedas?
Todos te aportan su visión del fútbol. Ya digo que me quedo con lo positivo, en estos momentos no guardo en mi maleta malos momentos. No me aportan nada. Sí es cierto que alguno me ha enseñado más que otros, sobre todo por una forma más afín de entender en el fútbol, pero me quedo para mí su nombre.
¿Qué momentos de los vividos con la camiseta verde nunca olvidarás?
El ascenso es el gran momento. Para mí, y estoy seguro que para todos mis compañeros. Lo vivimos, lo disfrutamos como pocos momentos en nuestra vida, pero más allá de esas sensaciones me quedo con el primer partido contra el Benissalem. Fue mi primer partido en un play off y, además, tuve la fortuna de hacer el gol del empate. No olvidaré tampoco el día de mi debut con el Astorga. Ganamos el partido y también pude anotar otro gol, y eso que soy defensivo…
¿Qué te han dicho tu familia y compañeros sobre esta decisión?
Mi familia me conoce mejor que nadie, sabe lo que me gusta jugar a fútbol y lo difícil que es llegar a Segunda B, pero ante una propuesta laboral como la que he recibido y las oportunidades de crecer en otro ámbito de mi vida… me apoyaron a que realizase el cambio. Creen, al igual que yo, que con vistas al futuro es la decisión correcta. Por otro lado, mis compañeros tenían un sentimiento ambiguo. Se alegraban por mí, pero también estaban tristes porque dejaba el equipo y ya no compartiríamos el día a día en el vestuario. Me han dicho una y otra vez que no deje el fútbol, que todavía soy joven.
Ya mirando al futuro… ¿Podrías volver a jugar la próxima temporada? Si sigues en Madrid, por ejemplo, en la Tercera madrileña…
No descarto nada, la verdad. De momento me voy a centrar en asentarme en mi nueva ciudad y desarrollarme profesionalmente, pero si los horarios son compatibles sí me gustaría seguir jugando al fútbol. Lo llevo haciendo toda la vida, es casi como el comer.