Rogelio Blanco Martínez es un ilustre cepedano, de Morriondo. Doctor en Pedagogía, en Filosofía y Letras. Ha ocupado importantes cargos dentro del mundo de la cultura. Fue Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas durante ocho años. Es un experto también en la obra de Maria Zambrano, con la que mantuvo una amistad muy profunda y personal. Es autor de una buena cantidad de libros.
Rogelio, ¿cuántos libros has publicado?
Según los registros de CEDRO tengo 113 entradas, de las cuales 21 son monografías de mi única autoría y que abarcan varios géneros, si bien predomina el ensayo en diversidad temática: filosofía, historia, sociología, antropología, pedagogía, etc. El resto son coautorías, también en pluralidad temática y géneros, y numerosas introducciones.
Eres un experto en la obra de Maria Zambrano.
Me llegó la gran suerte de entrar en contacto con tan singular pensadora durante su exilio en Ginebra. Ese contacto se enriqueció con la amistad y mi admiración como creadora y filósofa a su regreso a España, tras cuarenta años de exilio, año 1984. El contacto fue casi diario. Me encargó de la atención editorial de sus obras éditas e inéditas. Las prolongadas charlas caminaban en vaivén entre lo biográfico e íntimo y la reflexión. Este acompañamiento continuó has el mismo momento de fallecer, pues al lado de otro íntimo amigo de María, el filósofo Jesús Moreno, ambos asiéndole sus manos, se encaminó a los infinitos; mas la relación se perpetúa dada mi vinculación, como miembro nato de la fundación homónima, más la participación en congresos, así como la publicación de libros y artículos sobre una de las pensadoras contemporáneas más reconocidas internacionalmente. La numerosas referencias bibliográficas y tesis doctorales así lo atestiguan.
También desde la Cepeda y concretamente la Asociación Ordoño I, de la que tu formas parte se están desarrollando muchas actividades culturales y especialmente en la edición de libros…
Decía Dante que su patria es, como los peces, el mar, pero a fuerza de beber agua del Arno…era Florencia. Racionalmente huyo de todo -ismo encastillador, especialmente si tienen corte nacionalista, toda vez que considero este modo de estar en este planeta como una perversión ética, un narcisismo inmoral; no obstante, asumo que a lo universal se accede desde lo particular, pues en todo hombre se halla toda la humanidad. Desde este planteamiento me preocupa la tierra natal; interés que se acrecienta dada su evolución socio-histórica, es tierra de necesidad, de pobreza y humildad; tierra habitada por ser generosos y laboriosos que han entregado bienes y vidas a regiones limítrofes y otras lejanas a cambio de nulos retornos. La Cepeda en su mayor parte ha sido invisible o solo mirada como cazadero de bienes, servicio y gentes. Por lo tanto, y desde esta sensibilidad, proclamo su topos como eutopos, pues en ella abundan las riquezas y, ahora, el grave riesgo: forma parte de la España vacía, vaciada e ignorada. Es, pues, un compromiso para quienes podemos disponer de capacidad de anuncio y denuncia propalar su status quod. Gracias, Alfonso, por la oportunidad. De este modo, participo y apoyo de cuanto hace la Asociación Ordoño y programa su gran mentor, Tomás Álvarez, así como del Camino de Kunig o en el mantenimiento de Versos a Oliegos, acto poético y memorial que alcanza la veintena de ediciones ininterrumpidas más cuantas me propongan y surjan, bien en actos bien en publicaciones, por ejemplo, la revista Pasarela u otras monografías.
Háblanos de tu ya lejana actividad como Director General del libro, Archivos y Bibliotecas.
Una responsabilidad durante ocho años en el gobierno de Rodríguez Zapatero y acompañando a tres ministros: Carmen Calvo, César Antonio Molina y Ángeles González Sinde. Desde temprana edad sentí devoción por los libros y
los misterios que encerraban. Leía todo, aunque poco, de lo que “pillaba”. Aprendía, gracias a mi abuelo Quicón y mi padre, a leer pronto. Este relato se mantiene biográficamente hasta culminar en la citada responsabilidad. ¡Qué más puedo desear! Como funcionario del estado me concedieron lo máximo. Desde esta posición se construyeron y reformaron numerosas bibliotecas y archivos estatales; se legisló, fueron varias las leyes y numerosos los reales decretos. Quizá la ley más sobresaliente sea la Ley de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas que alcanzó la unanimidad parlamentaria, ningún voto en contra en ambas cámaras. Se trataba de modernizar contenidos legislativos de acuerdo con el modelo democrático vigente y a fin de superar una ley franquista que contemplaba la censura. De igual modo recuerdo con satisfacción el dotar la bibliotecas de España de libros. No era comprensible que el potencial editorial y creativo del País proporcionara libros hasta “la indigestión”, un millón diario de media, y las bibliotecas se hallaran en “la indigencia”. La IFLA (Unesco) señala el indicador de 1,5 libros por habitante. España en 2004 se hallaba en 1,28. El esfuerzo de las administraciones a propuesta y dotación económica del Ministerio a finales de 2011 el indicador citado se elevó al 1,68 libros/habitante. Lo penoso es que los siguientes responsables fijaron cero euros en los presupuestos y rompieron la dinámica de dotar la red cultural más importante y demandada de España, las bibliotecas, pues reciben cerca de 300 millones de visitas anuales. De esta época recuerdo con sufrimiento y agrado la falta de comprensión y empatía a la hora de reintegrar a sus legítimos propietarios la documentación incautada y sustraída por el franquismo a sus legítimos propietarios. Le Ley permitió su entrega y más de una docena de procesos judiciales lo atestiguan hasta llegar al último escalón: el Tribunal Constitucional. No se perdió ningún juicio, solo la falta de empatía de numerosos conciudadanos que por otra parte nunca reclamaron los cuantiosos gastos jurídicos, sobre todo en Castilla y León, de tal inexplicable aventura. Por otro lado, en el sector de archivos, a través del programa PARES, se digitalizó y expuso abundante documentación en abierto. Como dato, en 2004, eran 6000 el número de
visitas alcanzadas en los archivos estatales, en 2008 se alcanzó la cifra de 124 millones on line. Las cifras hablan por sí solas.
A tu juicio, ¿actualmente se publica buena literatura o se escribe demasiado y no de buena calidad?
Este es un dilema eterno desde tiempos seculares. Quevedo o los ilustrados, novecentistas y actuales replican la misma pregunta. Creo que nunca se escribe demasiado toda vez que como dice Zambrano, escribir es leer dos veces y se lee para soportar la soledad en la que se habita. Añado, y para llenar los vacíos congénitos del ser humano. Estamos obligados a leer. A partir de aquí, si bien esta reflexión requiere amplio análisis, estimo que nunca se escribe
demasiado y nunca se lee demasiado. Respecto a lo que se crea, la lectura ha de ser creativa, la ciudadanía pulirá lo que ha de permanecer, que más bien y proporcionalmente será poco; mas está bien disponer de campo de lección; al menos las democracias lo permiten. Es cierto que por razones de mercado, que con frecuencia atiende más a nombres que a contenidos, no pasaría nada si muchos textos se quedaran inéditos y nuestros bosques lo agradecerían. Por otro lado los dispositivos tecnológicos permiten que cualquier persona escriba y edite, exponga y se exponga. Ante este fenómeno creo que el remedio no es pedir que no se escriba, sino que se lea; pero, ¡atención!, entiendo por lectura no el babeo silábico, sino la capacidad de recibir contenidos, a través de nuestra fuerzas sensoriales e intelectuales, y apropiándose de ellos, transformándolos en contenidos. Y esto supone una lectura crítica y creativa. Si se desarrolla esta competencia se logra discriminar y filtrar libremente; por lo tanto, el remedio no es no editar, sino leer; que el ser humano desarrolle dos capacidades que posee además de la sapiens, la de quaerens et legens.
En León contamos con una buena nómina de escritores de renombre y prestigio y hasta tenemos un Premio Cervantes, ¿Qué opinas de los escritores leoneses?
Aparentemente resulta un caso anómalo: una provincia vaciada que posee una nómina amplia de creadores en todos los géneros, varios académicos y varios premios nacionales, más otros que prontamente vendrán. Digo aparentemente, pues no debemos olvidar que León fue una de las provincias primeramente escolarizadas. En el viaje de Bellos por las escuelas españolas, a finales del siglo XIX, se sorprende de la extensión y calidad educativa leonesa
comparativamente. Esta tensión se ha mantenido a pesar de la pobreza. Los padres a través de instituciones religiosas hasta que en la década de los setenta se creó fuerte red de centros públicos, acción a la que debemos señalar en tal tarea al cepedano Ángel González, se sacrificaban para que sus hijos estudiaran. He aquí el resultado, sin olvidar los filandones, calechos o veladas familiares donde se recreaban leyendas y replicaban romances. Ciertamente el elenco de creadores es extraordinario en cantidad y calidad, mas se incrementa año a año. Quizá, y reconociendo el esfuerzo y laboriosidad de nuestros pequeños editores tras el cierre de la histórica y honorable Everest, nos falte más potencial editor para canalizar tanta fuerza creativa.
Uno de tus libros que ha tenido gran éxito es Dismundo, háblanos algo de él.
Un día cualquiera y Dismundo son las dos obras de género narrativo editadas. Estoy elaborando Dismundo Dos, variante de Walden Dos. Este texto surgió en salas de espera de aeropuertos internacionales y largos viajes de avión. Uno de los viajes lo compartí con el gran Juan Gelman. “¿Qué haces?”, me pregunta. Se lo muestro y lee un relato. Me dice que es estupendo y que desea prologarlo. Mi gratitud a mi amigo y gran poeto. Como señala el título es una distopía narrada, un cuadro distópico cargado de pinceladas o impresiones que procuran dar una imagen de unas gentes, de un lugar, replicado en la España vacía y olvidada que espero se enriquezca en la ampliación. Una ampliación que se me impone tras la propuesta de llevar los relatos por capítulos a la pantalla.
Finalmente, ¿qué proyectos tienes en el mundo editorial?
Siempre me cargo de varios. Necesito tensionarme inevitablemente con varios a la vez. Tras Tierra de libertades me propuse avanzar con dos ya iniciados: uno sobre la lectura y otro sobre la historia de las utopías en España, continuidad de La ciudad ausente. Una vez más me complico, y el texto, ya avanzado sobre la lectura, me provoca otro sobre biblioclastia, ya iniciado; mas, por compromiso con mi fallecido padre, tengo en bruto otro texto antropológico sobre La Cepeda. Pudiera parecer una red insalvable, pero es mi hábitat que se complica con numerosas conferencias y abundantes artículos en revistas nacionales e internacionales y, a su vez, se mitigan cuando aparece la musa poética y desciende algún poema que se acumula junto a otros, casi todos inéditos, pues se trata de ejercicios terapéuticos de dudosa calidad.