Como un enviado de la Virgen de Castrotierra llego a Astorga con toda la lluvia del invierno persiguiéndome. La única luz de la calle son los faroles de la tapia de Santi Spiritus, que te llevan la vista hasta la fachada de la catedral iluminada, dorada, acuosa, casi fantasmagórica. Entro por primera vez en la casa de los Panero, perdida en la oscuridad. Mi amiga Ana Romero me ha puesto en el brete de presentar su libro El rey ante el espejo (La esfera de los Libros, 2017), una crónica atrevida, incluso arriesgada, de los tres primeros años del reinado de Felipe VI. Nos espera el alcalde, Arsenio García Fuertes, encantado -presumo- por poder discutir de historia. Pero se ha cruzado una visita del presidente de la Diputación… y la jerarquía y los presupuestos mandan. Solo tiene tiempo de recordar al anterior rey Felipe, el quinto, llamado “el Animoso”. ¿El actual sería “el Prudente”, hasta que llegó el discurso del 3 de octubre? Antes de despedirse lleva la conversación hacia el gran asunto, la vigencia de la monarquía. Hablamos de estos convulsos años, los más comprometidos desde el final del Franquismo y los inicios de la Transición: trece elecciones en siete años, la mayoría anticipadas, y unas generales repetidas; crisis en la estructura de partidos que ha sustentado el sistema; crisis en la jefatura del Estado con una abdicación in extremis; crisis territorial por la secesión frustrada de la región más poderosa del país. Aparecen los servicios secretos, los policías con intereses espurios… El anterior alcalde, Alonso Perandones, participa en la conversación. Antes de ir a cenar hay tiempo para una visita rápida a la casa. La concejala de Cultura, María Emilia Villanueva, amablemente, nos la enseña. Queda todavía mucho trabajo por hacer para que ese caserón recuerde el ambiente de los buenos días de los Panero… y las sombras de los años posteriores.
Al día siguiente, en Castrillo, veo cómo se arremolinan ante la casa de Maruja los turistas. Móvil en mano, ante la ventana abierta, graban la fiesta del interior, sorprendidos al identificar al portavoz del Grupo Popular en el Congreso, Rafael Hernando. Se arranca y atreve, micrófono en mano, con las canciones discotequeras que animan la reunión de amigos tras un buen cocido. Y todavía le quedan ganas para unas copas por la noche, por la calle Señor Ovalle, aunque la temperatura le haga bromear, “¿quién ha dejado encendido el aire acondicionado?”. Después de todo es de Guadalajara, que tampoco tiene un clima tropical. A la espera de los nuevos movimientos por parte de Puigdemont, Junts per Catalunya y ERC, que relaciona solo con los intereses de los dirigentes independentistas, prepara para la semana siguiente el gran debate de vuelta a la política cercana a los intereses de la gente, las pensiones. Y para la siguiente, antes de Semana Santa, no duda de que se podrán presentar los Presupuestos Generales del Estado.
Antes de regresar, recuerdo otra visita pendiente, el nuevo teatro Gullón. Polémicas aparte, espléndido. Dentro se acabó el frío, suena salsa, bachatas, kizombas… un encuentro de bailes latinos