Resignación

Apenas dos mil personas salieron el pasado 1º de Mayo a la calle en las ciudades y pueblos de León para protestar y exigir soluciones a la delicada situación económica por la que atraviesa la provincia. Ello pone en evidencia el escaso predicamento del que gozan a estas alturas de la historia los sindicatos y, en segundo lugar, la resignación o hartazgo del ciudadano medio, el cual, ante la impotencia para cambiar la situación, prefiere dedicarse en un largo fin de semana al ocio y la holganza.

Antes del 1º de Mayo, los sindicatos, partidos políticos de izquierda y un sinfín de asociaciones reivindicativas no pararon de calentar los preliminares de la festividad con datos de todo tipo: La provincia de León tiene una de las tasas más bajas de actividad de toda España. El paro volvió a subir en el primer del año en la provincia. Los jóvenes de mayor talento huyen a miles por falta de expectativas laborales. La universidad de León repite entre las peor valoradas del país. León perderá un diputado nacional en las próximas elecciones generales por la caída continuada de población. La minería del carbón ya sólo cuenta con poco más de cien mineros de interior. La próxima reestructuración del Banco Ceiss hará desaparecer prácticamente de la provincia los servicios centrales y edificios emblemáticos de las antiguas Caja León y Caja España, con centenares de despidos. Importantes empresarios leoneses, algunos de ellos propietarios de medios de comunicación, serán juzgados por casos de corrupción. El Gobierno rebaja las previsiones de crecimiento económico para los próximos años, se estanca la creación de empleo y el déficit exigido por Europa no se cumplirá hasta dentro de unos años, bajo amenazas de fuertes multas. Y, por último, la repetición de las elecciones generales pone en evidencia la ausencia total de visión de Estado de los grandes partidos políticos españoles.

Mientras los sindicalistas pregonan y certifican que la provincia de León agoniza y está herida de muerte, los empresarios echan la culpa a las administraciones públicas, a la crisis mundial y a la falta de incentivos a la inversión. La Junta de Castilla y León presenta planes y planes, casi todos los años los mismos y con idéntico resultado: ninguno. Y el Gobierno central sigue en funciones, paralizando la recuperación económica y sembrando dudas sobre el futuro de la economía nacional.

Lo normal ante un panorama como éste sería que los ciudadanos demostraran su estado de cabreo, rabia, impotencia, malestar, disgusto y desesperanza saliendo a la calle, protestando, gritando, exigiendo, cercando las instituciones, amenazando a los líderes sindicales o políticos o promoviendo acciones de desobediencia civil. Pues nada de eso. Hasta las plazas del 15M han enmudecido, agotando toda esperanza.

En un festivo de 1º de Mayo ahora lo que se organizan son pruebas ciclistas u otras exhibiciones deportivas, romerías, fiestas, jornadas medievales o temáticas, catas de vinos y demostraciones gastronómicas, concursos de todo tipo, excursiones de compras e inauguraciones de jolgorios varios.

Alguien declaraba este fin de semana pasado que el franquismo había acabado con el espíritu crítico del español medio. Pues quizás sea una explicación. Pero ¿dónde están los intelectuales, agitadores y mantenedores del sentido crítico colectivo?, pues, seguramente, también cansados, atontados, agotados o, simplemente, afónicos. Bueno, o escondidos por miedo a que les salpiquen algunos papeles de Panamá.

Una auténtica desolación.

 

 

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