Con el paso del tiempo es evidente que la Ciencia y sus avances llega cada vez con mas fuerza hasta los últimos rincones del mundo rural. Lejos quedan aquellos tiempos en los que la proporción de vecinos de un pueblo capaces de leer y escribir, era inferior a la que hoy podemos hallar de personas con carreras universitarias. Cualquier investigador que haya indagado en documentos de siglos atrás, se dará cuenta de esta realidad.
Los ejemplos del escaso nivel de conocimientos científicos de siglos atrás abundan por doquier. En el Catastro de Ensenada (mitad del siglo XVIII),hallamos algunos bien elocuentes. Entonces para medir superficies se utilizaban unidades como el cuartal (en El Bierzo) o el almud (en la provincia de Cuenca);pero un cuartal o un almud de tierra se definían como la superficie que se sembraba con un volumen de semilla de un cuartal o un almud;respectivamente. Es evidente que una unidad de superficie así definida podía tener (y de hecho tenía según comprobaciones realizadas por mi) unos márgenes de indeterminación sencillamente inaceptables hoy día. Hay mas casos y mas recientes. Uno de ellos me sirve de escusa para elaborar este artículo.
En la década de los 80 del siglo pasado, en mi pueblo se regaba como desde hace siglos con el agua de una presa que discurría por los prados de la Vega o Veiga. Era un cauce muy escaso (unos 6 litros por segundo o quizá menos estimo); conducido por un surco en tierra,sin ningún tipo de revestimiento y que en un punto dado se debía bifurcar en dos; uno que iba al paraje de La Granja y otro al de San Bernardino. La costumbre ancestral establecía que los caudales de estas por ultimas presas habrían de ser rigurosamente iguales. Pero claro la picaresca y el afán de regar (origen de infinidad de altercados) hacían que siempre existiese la sospecha de que el bribón de turno pretendiese alterar ese reparto equitativo en beneficio propio. Para hacer un reparto justo los regantes acudían a la técnica siguiente: en el cauce de la presa de la Veiga se arrojaba una hierba escasos metros aguas arriba de la bifurcación y en función del curso seguido por la misma se juzgaba si el reparto era justo o no. Si flotando iba directamente a la Granja o a San Bernardino, es que el reparto no era justo. Había que modificar la bifurcación hasta lograr que la hierba flotando “dudase” a que parte dirigirse.
Lógicamente esto no deja de ser una chapuza. El caudal de agua de una presa o un canal depende de su velocidad ,(media) y su sección. Multiplicando ambas magnitudes obtenemos el caudal. La velocidad a su vez depende de la pendiente y la sección mojada por este, (el llamado radio hidráulico), además de la rugosidad de su fondo y laterales. Todo ello se expresa de modo correcto (matemático) mediante la fórmula de Chezy-Mannig. No voy a explicar paso a paso el desarrollo de esta y su manejo;pero si señalo que sin duda era y es demasiado “bacalao” para los regantes. Por otra parte y aunque parezca lo contrario la velocidad en un cauce, es siempre menor cerca del fondo y las paredes (rozamiento con estos),que en el centro y muy cerca de la superficie del mismo. Así pues era preciso buscar otro camino para corregir la chapuza.
En aquella época yo (el alcalde pedáneo), decidí que la solución era hacer un pequeño estanque (mas bien una arqueta) de hormigón en la que el agua de la Veiga se decantase y reposase. En la parte superior de esa arqueta se hicieron ,para la evacuación del líquido;dos aberturas de sección rectangular,iguales y ubicadas a una misma altura, de tal modo que el agua se pudiese repartir de modo equitativo de forma mas lógica y así evitar las eternas discusiones entre los regantes. Adjunto un dibujo por aquello de que una imagen vale mas que mil palabras. Al poco tiempo (escasos años) de hacer esta labor el paulatino abandono de las labores agrícolas hizo que el riego perdiese interés para los vecinos y también el reparto del agua. Las ultimas veces que pasé por la zona de la bifurcación, hallé la pradera surcada por múltiples cauces de agua,sin encauzar, (la pendiente es escasa),llena de arbustos,troncos de árboles caídos y maleza en general. No hallé rastro alguno de la arqueta de reparto que supongo estará oculta bajo el abundante fango de la zona.
En cualquier caso creo que en aquella ocasión anduve avispado y tomé una decisión correcta,como alcalde y como técnico. Algo que (de humanos es errar) no siempre fue así. Acaeció asimismo por aquellos años,poco tiempo después que en mi municipio el alcalde del ayuntamiento (del que yo era concejal) ordenó la realización de un sondeo para buscar agua subterránea. Recuerdo vagamente que un día me dijo que el punto concreto para emboquillar el correspondiente sondeo,se había elegido porque alguien trajo un “aparato con unos cuernos” o algo similar, que en ese punto se retorcía o se movía de modo impactante. Yo en aquella época estaba muy centrado en la política local y poco en lo que aprendí en la universidad y no puse objeción alguna. Sin embargo ahora me doy cuenta , (no reparé entonces en ello); de que el tipo del aparato para buscar corrientes de agua subterránea,…¡¡¡era un zahorí¡¡¡.Santo cielo,…… y yo siendo geólogo,….¡¡no puse objeción alguna¡¡. Esto si que es un auténtico “pecado mortal científico”.Debería buscar a mi antiguo profesor de hidrogeología para confesarme.
No obstante el sitio elegido y teniendo en cuenta que no se disponía de ningún tipo de estudio hidrogeológico por simple que fuese;no fue desacertado del todo,aunque eso si por pura y simple casualidad.
Ahora he corregido bastante el rumbo. Ya no estoy en la política local,pero sigo preocupándome por mi pueblo (es mi obligación) y por ello organicé e impartí junto con un ingeniero de minas una conferencia para explicar a los alcaldes y otras autoridades locales de la zona (también de mi pueblo);como se busca el agua de modo racional y científico. Además en reiteradas ocasiones en mis artículos he vuelto a insistir en este tema. Yo se que muchas personas están convencidas de que los zahoríes “aciertan” a la hora de buscar aguas subterráneas;pero son aciertos sólo aparentes. La casualidad es un elemento presente en muchas facetas de la vida.
Quisiera terminar este artículo indicando como se busca agua subterránea de modo racional;pero esto es algo complejo de explicar y supondría extenderme demasiado. No obstante quizá en un próximo artículo si pueda explicar al menos unos conceptos o normas muy elementales que hay que seguir si no se dispone del mas mínimo estudio hidrogeológico. Ya veremos.
Madrid, 6 de mayo de 2016
Rogelio Meléndez Tercero