Rememorando la historia

La Asociación Histórico Cultural Voluntarios de León 1808 – 1814 inauguró una Placa en recuerdo de los Soldados leoneses que al final de la Guerra de la Independencia contra las huestes napoleónicas asaltaron, en la noche del 21 de febrero de 1814, la gran fortaleza del Rastrillar
Imagen de la recreación

 

D.A. El pasado sábado 10 de mayo, en la villa marinera cántabra de Laredo, la Asociación Histórico Cultural “Voluntarios de León 1808 – 1814” inauguró, en presencia del Sr Alcalde de la localidad, don Angel Vega Madrazo, una Placa en recuerdo de los Soldados leoneses que al final de la Guerra de la Independencia contra las “huestes napoleónicas” (como reza en nuestro Monumento a los Sitios de Astorga), asaltaron, en la noche del 21 de febrero de 1814, la gran fortaleza del Rastrillar. Este fuerte corona (y sigue haciéndolo) la colina que domina Laredo y su puerto, junto al mar.

En aquellas fechas, tras casi cinco años y medio de guerra, las fuerzas aliadas (formadas por cuatro Ejércitos españoles y otro anglo-hispano-portugués) habían logrado expulsar de la Península a los Ejércitos franceses. Aún así, había todavía ciudades y plazas fuertes españolas que seguían en manos imperiales, como bazas para negociar una paz ventajosa para Francia. Entre ellas destacaba la gran fortaleza artillada que Napoleón había ordenado construir, durante la guerra, en el Peñón de Santoña; punto tan inexpugnable que había sido rebautizado con el sobrenombre del “Gibraltar francés”.

Fue por ello que el Gobierno ordenó desde Cádiz que tropas españolas asaltaran e hicieran rendir, al precio que fuese, la gran fortaleza antes de que acabara la guerra. Con ello se evitaría una nueva calamidad como la que había tenido lugar, cien años antes, cuando tras acabar la Guerra de Sucesión Española (que trajo a los borbones al trono hispánico) Gibraltar quedó en manos de Gran Bretaña.

El Comandante español encargado de las operaciones fue un joven Brigadier coruñés que encontraría la muerte durante los combates (precisamente alcanzado por la poderosa y numerosísima artillería francesa) Diego del Barco de la Cendeja. En estas operaciones militares sus fuerzas estuvieron desprovistas de artillería y de ingenieros, por lo que los asaltos de la Infantería española sobre las sucesivas fortificaciones imperiales se tuvieron que hacer en ataques a pecho descubierto y al abrigo de la noche.

En esos asaltos destacó la participación del regimiento de Voluntarios de León, unidad formada por soldados leoneses. Ellos fueron los que defendieron el fuerte del Puntal, aledaño a Santoña, tomado a los franceses en la noche del 13 de febrero bajo una nube de fuego artillero francés, y ellos fueron los que asaltaron en la noche del 21, a la luz de las bengalas, la gran fortaleza del Rastrillar, haciendo capitular a su guarnición compuesta de soldados italianos al servicio de Napoleón. El precio en soldados muertos y heridos fue muy alto, un 30% de la fuerza de asalto.

Gracias a la labor de los historiadores de esta Asociación, los nombres de estos Soldados, olvidados durante dos siglos, se han podido localizar en el Libro de Difuntos del Capellán del Regimiento, depositado en el Archivo Eclesiástico Castrense del Instituto de Historia y Cultura Militar de Madrid. Los mismos figurarán, en un futuro próximo, en una placa grabada que el Ayuntamiento de Laredo colocará dentro de la fortaleza como homenaje a los que desde lejanas tierras fueron a dar lo más preciado que tenían, su vida, por la libertad de compatriotas a los que no conocían, los laredanos.

Los antiguos griegos creían que tras la muerte nada quedaba y llegaba el olvido, a menos que tu nombre nunca fuera olvidado; por eso, ellos y los romanos, tuvieron siempre cuidado en grabar en estelas y placas los nombres de sus caídos y de las personas que habían querido, para que perduraran y para que los viajeros al pasar, y leer sus nombres, les hicieran volver a la vida desde el mundo de los muertos y, tal vez, hacer pasar a los Campos Elíseos.

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