Remanentes endémicos

 

Malo. Cuando hay que crear una mesa de trabajo para buscar soluciones al problema de la despoblación en la provincia de León, malo. Las mesas de trabajo son como las comisiones parlamentarias. Se crean cuando faltan ideas y, sobre todo, liderazgo. La despoblación de la provincia leonesa es el síntoma de que la economía no va bien. Desde hace mucho tiempo. Demasiado. Ayer mismo, justo al mismo tiempo que desde la  Diputación se anunciaba la creación de esa mesa de trabajo, se informaba que el paro volvía a subir en la provincia por encima de las medias regional y nacional. Años, pero años, diagnosticando el problema de la despoblación y la solución es crear una mesa de trabajo.

Y peor es que la promotora de la mesa de trabajo sea la Diputación Provincial, institución que el pasado viernes reconocía que aún tiene por gastar/invertir 140 millones de euros del presupuesto de 2017 y, ojo, prevé un remanente de entre 50 y 70 millones de euros al terminar el año. Remanente significa dinero que ha sobrado, una vez deducidas las previsiones de inversiones y gastos. 50 ó 70 millones que no se han gastado por falta de previsión. De escándalo. Claro que en Diputación nadie se rasga las vestiduras porque no hay oposición, salvo el histórico Matías Llorente, cuya voz clama en el desierto.

Lo grave no es que en 2017 se prevea un remanente de hasta 70 millones de euros, es que ya lo ha habido en los años anteriores y lo habrá en 2018. Es un problema endémico. La solución made in Diputación sería la lógica: crear una mesa de trabajo para analizar las causas del remanente recurrente. Pero, no, esta vez no habrá mesa de trabajo no vaya a descubrirse que entre las causas que provocan esos continuos remanentes esté la escasa capacidad de gestión demostrada por el actual equipo de gobierno, encabezado por el popular Martínez Majo.  Ya no se puede echar la culpa a la herencia recibida. Casi tres años es demasiado tiempo para no haber hecho el diagnóstico de la situación y haber propuesto soluciones eficaces.

¿Por qué Diputación no gasta e invierte todo el dinero que presupuesta cada año? Son muchas las razones: una muy deficiente gestión del equipo de gobierno, falta de ideas, incapacidad para hacer más eficiente la burocracia en el Palacio de los Guzmanes, parálisis burocrática por temor a que se desprenda la espada de Damocles de la vigilancia judicial por el caso Púnica, absoluta falta de liderazgo, la conformación del equipo de gobierno en base a amiguismos y no mediante la elección de los mejores, autocomplacencia política y falta de diálogo y consenso para impulsar planes a medio y largo plazo como los parques de bomberos provinciales, planes provinciales de obras, planes de carreteras, gestión de las estaciones de esquí y un evidente racaneo a la hora de impulsar eficaces estrategias de generación de empleo.

Se gobierna a salto de mata. No hay previsiones a medio y largo plazo. Presume el equipo de gobierno de haber amortizado toda la deuda. Bien. Ya están las cuentas más que saneadas. ¿Y ahora en qué invertimos el dinero que estaba previsto para pagar los intereses de la deuda? A falta de ideas, lo más socorrido es hacerlo en mejorar carreteras. Sí, es cierto, es una necesidad, pero  entre las adjudicaciones a la baja y la lentitud burocrática, esas inversiones siempre generan un remanente entre el 20% y el 30% de la inversión. Y sucede desde hace años. Una auténtica bola de nieve.

Hay que romper el círculo vicioso. Pero ¿cómo? Esa pregunta sólo tiene una respuesta: hay que priorizar, mojarse, prever, ordenar, ser disciplinados, proyectar, tener ambición y visión de futuro, ser osados para romper con la inercia y, sobre todo, afrontar de cara las causas del atasco burocrático y no quedar atrapados en la tramposa y cómoda red del dolce farniente.  En resumen: hacer política en beneficio del ciudadano. Hay demasiadas necesidades en la provincia como para dejar de invertir 70 millones de euros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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