El techo de cristal es evidente en el mundo de investigación y así lo corroboran los datos. El 57 por ciento de los investigadores predoctorales es mujer pero solo el 25 por ciento de las féminas llega al puesto de profesor de investigación que es la máxima categoría de funcionario. El hecho más relevante es que una mujer (Rosa Menéndez) preside por primera vez el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tras 75 años de historia. Siete investigadoras de Castilla y León coinciden en la invisibilidad de las mujeres en su ámbito y alertan del “papel secundario” que tienen asignado frente a los hombres, que ocupan los puestos más destacados, aunque valoran los avances logrados. Lo mismo ocurre en la universidad, donde más de 50 por ciento de las tesis leídas corresponde a mujeres pero el porcentaje desciende hasta el 40 por ciento en el caso del profesorado universitario y hasta el 21 por ciento en los puestos de catedráticos. Además, solo hay cuatro rectoras en las universidades públicas de España frente a los 46 hombres.
La catedrática de Máquinas y Motores Térmicos de la Universidad de Valladolid (UVa), Carmen Martín González, reconoce a la Agencia Ical el incremento del número de mujeres en la investigación y la mayor presencia femenina en puestos más destacados de la universidad. Pese a ello, muestra su sorpresa porque esa cifra no haya crecido más y alerta de un cierto estancamiento. En su opinión, no hay una correspondencia entre el incremento del número de mujeres universitarias y el papel de la mujer en puestos de responsabilidad acordes a su formación.
En vísperas del Día Internacional de la Mujer, explica que la carrera investigadora requiere de mucha dedicación, por lo que son necesarias estancias investigadoras en otros países para completar la formación, buscar financiación para la investigación y formar un equipo de trabajo para progresar. “La maternidad o la implicación familiar pueden frenar en determinados momentos la carrera profesional de una mujer pero no puede justificar tanto desequilibrio”, sentencia.
La también miembro del grupo de investigación Termocal (Termodinámica y Calibración) de la UVa afirma que los investigadores tienen el máximo grado de formación y cualificación, sean hombres o mujeres. Incide en el dato de que hay más mujeres en los estudios de doctorado pero desciende “notablemente” a medida que se avanza en la carrera investigadora.
Martín González recuerda que solo un 3 por ciento de mujeres obtuvo el Nobel en Ciencias, en tres ocasiones se ha premiado a mujeres con el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica o solo una mujer ha obtenido el Premio Castilla y León de Investigación Científica y Técnica (Manuela Juárez Iglesias en 2014). “Estas cifras no se deben a que no haya mujeres merecedoras de estos galardones sino que falta un reconocimiento social, lo que incrementa esa invisibilidad”, asevera.
A su juicio, hay una falta de referentes femeninos que sirvan de “estímulo” a las niñas y jóvenes para detancarse por la formación científico-técnico. “Hay que tratar de desterrar de nuestra sociedad la idea de que hay actividades o profesiones de hombres o de mujeres y facilitar que hombres o mujeres puedan desarrollar la carrera profesional que deseen”, sentencia.
Además, lamenta el “papel desconocido” de la mujer en el mundo de la investigación. No en vano, destaca la labor importante de las féminas en la base de la investigación, como el desarrollo de las tesis doctorales y la contratación de doctoras. Sin embargo, la proporción de mujeres desciende a medida que se avanza en la carrera científica, que se traduce en que haya menos mujeres liderando grupos de investigación o en puestos de dirección que den una mayor visibilidad a la labor realizada.
La segoviana Marisa Tejedor, doctora en Zoología y Biología Animal y una gran experta en cetáceos, también hace referencia a los famosos techos de cristal. “En la Biología de bota, no de bata”, explica la científica porque “somos personas muy apasionadas por nuestro trabajo”. Considera que las biólogas, como otras mujeres de la ciencia, han sufrido una “falta de justicia” porque es “bastante patético” que después de muchos años de esfuerzo no reciban un reconocimiento a nivel de publicaciones. No en vano, explica que publicar es tremendamente caro y requiere “el paraguas de una institución” y la colaboración con otros grupos científicos, por lo que tu trabajo suele depender del reconocimiento de un director.
En su opinión, la falta de reconocimiento a la labor investigadora de las mujeres científicas es lo que ha venido ocurriendo durante décadas. También se pregunta quién se ha llevado los Premios Nobel y los galardones. La respuesta: “Los compañeros de la mujer” que estaba investigando. Reclama que las científicas sean “más agresivas”, pese a que “no va en nuestra naturaleza” pero “en el campo en el que nos movemos tenemos que serlo”.
Tejedor es tajante al asegurar que un hombre con un grado de intelectualidad medio llega al mismo puesto que una mujer más inteligente. En definitiva, “tiene que esforzar más para tener el mismo reconocimiento que un hombre medio”.
En su carrera profesional que ya dura dos décadas no ha tenido “buenas experiencias”. Ya sea por trabajar para hombres pero también “por la forma de ser de estas personas”. Pese a ello, esta segoviana no se considera “un ejemplo de sufridora de esta sociedad por parte de los hombres” porque “dentro de lo cabe he tenido suerte”.
Hace casi dos años, presentó su tesis doctoral sobre la osteología de los cetáceos que se consideró como el estudio más completo realizado de los esqueletos de estos animales. Fijó su residencia en las Islas Canarias hace más de una década. En la actualidad, trabaja para el Gobierno de Canarias para la recogida de datos biológicos de los varamientos de cetáceos en las islas orientales del archipiélago.
La experta en cetáceos siente el apoyo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria donde hay una equiparación entre hombres y mujeres. Reconoce que reside en una región donde “hay mucho machismo” que se nota al dar una charla o coordinar a “hombres de una determinada edad que te miran pensando dónde va esta niñata”. De ahí que piense que aún muchos años “de aguantar esas miradas”.
Conciliar vida familiar y laboral
Otra mirada sobre la situación de la mujer en el mundo científico la aporta María Dolores de Arriaga Giner, de 67 años, catedrática de Bioquímica y Biología Molecular que terminará en unos meses su trayectoria laboral después de cuatro décadas como docente e investigadora en la Universidad de León (ULE). No en vano, asegura que nunca se sintió discriminada en cuestiones profesionales por ser mujer. “En la universidad te puedes encontrar que te apuren más o menos y el sueldo es absolutamente igual, una vez que eres funcionario; otra cosa son los complementos, que te los tienes que currar”, explica antes de señalar que lo que sí ve complicado es la conciliación de la familia y el trabajo.
Esta alicantina afincada en León destaca que la universidad se ha democratizado mucho en los últimos años y no ve techos de cristal en su ámbito profesional. “Creo que en el hecho de que haya menos mujeres en cargos directivos cuenta el ansia personal, que puedas compatibilizarlo con la vida familiar -que es bastante discutible- y otras cuestiones”. Todo cuenta, añade, para que haya algunas profesiones en las que todavía son menos las mujeres. “Hoy en día a la mujer no le asusta entrar en ingenierías o grados que parecían más de hombres. Hace algunos años si ibas a trabajar a una empresa preferían a hombres que a mujeres; hoy en día la cosa ha variado y va por buen camino”, añade.
La bioinformática zamorana Beatriz Rosón es consciente que los cargos de responsabilidad en investigación en España y también en otros países están en un 80 por ciento de los casos en manos de hombres. Eso sí, destaca que, desde hace algunos años, se detecta una “colonización paulatina” de las mujeres en determinados ámbitos, al acceder a carreras científicas e incorporarse al ámbito investigador. “Desde el punto de vista de los estudiantes, revertimos completamente los porcentajes, con un 80 por ciento de mujeres estudiantes que comienzan proyectos de investigación, tesinas y tesis doctorales, enfocando su carrera a la investigación. Quiero creer que el cambio generacional irá reequilibrando estos valores”, expone.
“He vivido cómo se nos valora a las mujeres en el ámbito científico y cómo se establecen las relaciones interpersonales a nivel profesional y lo cierto es que, cuando empecé a trabajar en Suecia, he notado diferencias de las que antes no era consciente”, reconoce.
Rosón incide que Suecia es considerada una de las naciones “más igualitarias” del mundo. “Por ejemplo, al enfrentarte a una entrevista para un puesto de investigación, hemos entrevistado a chicos y chicas con buenos currículos pero la inmensa mayoría de los currículos potentes eran de mujeres”, comenta. “En grupos con entornos masculinos hay una tendencia evidente a llamar a chicos para las entrevistas. Hicieron una investigación y enviaron el mismo currículum con nombre de mujer y de hombre a diferentes empresas y la mayoría llamaba a los que venían con nombre masculino”, denota.
En cualquier caso, la percepción general es que, en discusiones y reuniones de carácter científico, “hay una tendencia a no escuchar a la mujer cuando el entorno es masculino”, circunstancia que “favorece” esos techos de cristal. “Las comisiones de entregas de becas, premios y plazas de investigación siguen estando en manos de hombres y los comités los siguen entregando preferentemente a hombres. Los Nobel han puesto esto de manifiesto en la última edición de los galardones”, reitera.
En la actualidad, forma parte de un equipo de investigación del Instituto Karolinska, en Estocolmo (Suecia) aunque pronto regresará a España para trabajar en el Instituto de Investigación sanitaria del Hospital Universitario y Politécnico de la Fe, en Valencia, donde se dedicará a analizar la secuenciación de DNA y RNA como apoyo para el diagnóstico de pacientes, además de trabajar en varios proyectos de estudio de cánceres hematológicos.
La arqueóloga Susana Rubio, es una de las científicas que investiga yacimientos del Paleolítico Medio e Inferior de la Península Ibérica y Áfricaen el Cenieh (Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana) de Burgos. Un trabajo, “al que ha dedicado toda su vida”, y en el que es una de las pocas mujeres en centrarse en el estudio de la industria lítica en España.
En declaraciones a Ical, explica “la poca presencia femenina” que existe todavía en este campo científico, donde “ella nunca ha tenido problemas para obtener proyectos científicos por ser mujer”. “Creo que lo mío es un caso realmente excepcional porque en industria lítica no hay mujeres. Básicamente son hombres todo lo que hay a mi alrededor”, estima Rubio, que ve que este hecho está más equiparado en otros países europeos.
En este sentido, entiende que ser mujer y dedicarse a la arqueología no es tarea fácil, y mucho menos cuando se trata de conciliar con la familia, “ya que se pasan de media entre dos y tres meses en campo de trabajo” por proyecto. “Veo pocas mujeres en campo con hijos”, estima Rubio, que ve “muy difícil”- que no imposible- poder criar a un hijo si se pasa largas temporadas lejos de casa. “Hay mujeres que lo hacen aunque reducen el tiempo de campo de tres a un mes”, asevera la científica.
La subdirectora del Centro de Desarrollo de Energías Renovables (Ceder) de Lubia (Soria), Raquel Ramos, considera que el acceso a la carrera científica entraña las mismas dificultades para hombres que para mujeres. Otra cosa, precisa, es que las féminas se decanten por cursar estudios relacionados con la ciencia.
Explica que no hay dificultades en el acceso pero las trabas llegan cuando las científicas, en plena carrera profesional, se plantean ser madres. No en vano, recuerda que los científicos deben realizar muchos méritos para alcanzar el puesto acorde a sus estudios y “hay un parón por la maternidad que puede ser un freno o te impide ascender de la misma manera que una persona soltera o sin hijos”.
Persistencia
Esta doctora en Químicas señala que durante los años 90 del siglo pasado los hombres eran mayoría a la hora de cursar carreras relacionadas con la ciencia, aunque ahora la tasa tiende a la equiparación. Además, lanza el mensaje de que la carrera científica es larga por lo que pide persistencia y recuerda que el 36 por ciento de la plantilla del Ceder es mujer y siete investigadoras cuentan con el grado de doctor.
La responsable del departamento de Investigación, desarrollo e innovación del Centro Tecnológico del Cereal (Cetece) en Palencia, Ana Garcinuño, asegura que no ha experimentado trabas de género. “En el sector agroalimentario somos muchas y, por tanto, no he sentido discriminación alguna”, explica esta palentina que ha sido una de las responsables del proyecto ‘Bread4PLA’ que permite, mediante un desarrollo científico, convertir los residuos derivados del pan en plástico biodegradable.
Añade que el sector de la investigación en agroalimentación está formado por muchas mujeres que desempeñan puestos de responsabilidad en departamentos de I+D en las empresas y en centros punteros. Pone el ejemplo de Cetece, donde el 80 por ciento de las investigadoras es mujer.