Te has ido de la vida, de un modo silencioso. De la misma forma que has vivido tu larga vida. De repente, sin un aviso, sin un ruido ni nada que nos hiciera presagiar que tu final estaba tan cercano.
Marina me dijo que anteayer querías llamarme cuando estabas dando un paseo por la muralla, y ella se dio cuenta, y te dijo, no le llames, que ya se metió en el portal.
Qué inoportuna fue mi subida a casa, que impidió que sin saberlo, me quedara sin escuchar las que posiblemente fueran las últimas palabras que me hubieras dicho.
Cuánto lo siento de veras. El eco de esas últimas frases, me quedaría grabado y recordaría pensando en ellas, las muchas veces en las que tu figura, ya un poco encorvada, se agigantaba ante mí.
Hablábamos a menudo, y siempre que nos veíamos tenías una opinión y un juicio certero en tus apreciaciones.
Las más de las veces, nuestras charlas, versaban sobre tu querido Faro, al que le dedicaste tus mayores anhelos, cuando ya una vez jubilado de tu quehacer cotidiano en Madrid, te viniste a disfrutar de tu retiro dorado en esta Astorga de tus amores, como lo es también de los que gozamos de tu presencia en ella, y contigo pudimos compartir momentos duros y felices, que de todo ha habido en el devenir de El Faro Astorgano.
Tú te embarcaste en la aventura de sacar adelante una empresa, que muchos tildaban de ilusoria, y que un grupo de Astorganos de pro, pusisteis el empeño de sacarla adelante.
En 1980, recogisteis lo que sólo era una cabecera de un periódico, El Faro, y que a base de mucho esfuerzo habéis conseguido algo inimaginable. Que una ciudad de provincias, tenga el honroso título, de ser la única ciudad pequeña, de España, que pueda presumir de tener una publicación con periodicidad casi diaria.
Claro que eso sólo se puede conseguir cuando la ciudad se llama Astorga, y tiene una pléyade de valientes y convencidos de que los milagros se consiguen a base de esfuerzo.
De ésa pléyade de convencidos tú formaste parte desde el principio, y hace poco, pero cuarenta años más tarde de su refundación, tuviste la satisfacción de ver publicado el Número 10.000 de tu querido Faro Astorgano
De ése éxito editorial, una parte importante la has tenido tú.
La buena labor que realizaste en la dirección y tareas varias del periódico, te hicieron merecedor del premio a LA MEJOR TRAYECTORIA PROFESIONAL del periodismo en Astorga, en los premios Maite Almanza del año 2016
No has tenido obstáculo para que pudieras desarrollar una gran actividad, y con tu lento caminar, salías de casa en dirección a Fátima donde encontrabas un remanso de paz en tu visitina diaria a la exposición del Altísimo en el santuario del mismo nombre.
Después recogías la prensa y con ella en la mano, o bajo el brazo, años atrás te la llevabas a la dirección de El Faro que con tanto acierto dirigiste.
En los últimos tiempos y ya sin la preocupación de la dirección, dabas un paseo por la ciudad, y camino de vuelta a casa, entablabas conversación con aquellos que encontrabas por el camino, y que dada tu proverbial cordialidad eran muchos los que te paraban para saludar o pedir tu consejo u opinión.
A lo largo de tu vida, te adornaron todas las virtudes de un gran hombre.
Has sido siempre un hombre recto. Cabal. Un caballero. Trabajador. Optimista. Entusiasta. De profundas convicciones religiosas. Cristiano. Católico practicante. Orante. Enamorado de su mujer. Padre amantísimo de sus hijos y para quien la familia ha sido siempre el núcleo de su vida.
En tu despedida, tu hijo, recordando el aniversario de vuestras bodas de oro de matrimonio, nos hizo una maravillosa y sentida semblanza de tu persona y de tu querida Marina, fiel compañera siempre a tu lado.
Habló de los muchos años que vivisteis en familia, y cuya impronta nos dejó reseñada en esas breves palabras que yo no me atrevo ni a esbozar, y que resonaron como un clarín en el cielo cuando te salían a recibir los ángeles.
Amigo de tus amigos, que tenías muchísimos por doquier, a los que nunca defraudaste, y siempre correspondiste con tu mayor afecto y cariño.
Se dice a veces, que en España enterramos muy bien. Pero en ti no se da este caso, porque siempre has sido una persona de Fe, y muy querida. Tu impronta la hemos tenido siempre presente, y no hacía falta que te marcharas para que habláramos bien de ti, porque a lo largo de toda tu vida nos has deleitado a todos los que te hemos conocido.
Cuando llegues a donde está El Altísimo te encontrarás con Pepe y Chus, mis padres, y con los que recordarás varias anécdotas de las vividas aquí en los inicios difíciles de la puesta en marcha de nuestro querido Faro. Y Pepe te seguirá diciendo lo que tú me recordabas a menudo que él te decía: Palante!!! Palante!!!
Ya habéis llegado a la etapa final de éste camino que se llama vida, de paso hacia el Cielo. Yo sólo le pido a Dios que nos hagáis un sitio a vuestro lado para llegar allí cuando El Señor nos marque el destino.
He tenido el honor de compartir y participar contigo en varias asociaciones y una de ellas es La Hermandad de Las Cinco Llagas.
En ella los componentes somos Hermanos y yo sintiéndome como tal contigo, acuñamos el latinajo frátero como saludo permanente entre los dos.
Querido Frátero un grandísimo abrazo y hasta cuando el Señor nos vuelva a juntar en su Morada. Adiós hermano. Y para todos, siempre Pepín.
Miguel Ángel Fernández Pérez