¿Qué plan?

El último Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad de Astorga data de 1985-6, según creo recordar. Desde entonces el propio municipio, su sociedad, ha experimentado diversos cambios que chocan con buena parte de lo allí calculado. Cuando en un Ayuntamiento, cualquiera, se diseña un plan de urbanismo se está diciendo qué tipo de localidad se quiere, tanto en obra pública como privada. Es tan importante que puede estrangular un desarrollo o facilitar una identidad como núcleo donde vivir. En los 30 años de socialismo astorgano, sin ser algo distinto al resto de España, la construcción desaforada campó prácticamente a sus anchas, también dio riqueza y empleo, pero se llevó por delante no solo edificaciones que daban estilo y señorío a la Bimilenaria, sino que influyó por dónde y a quién se quería facilitar las construcciones. En esa espiral hoy ya caduca, sobrevivieron en la lógica liza industrial dos empresas locales. Hoy una ha derivado  su mercado hacia la obra pública provincial y otra levantó el vuelo expansivo fuera de la ciudad que ahora recoge regresando a los orígenes.

Y mientras tanto, las modificaciones al PGOU se iban realizando a trancas y barrancas. En la anterior legislatura, la nefasta gestión de la empresa adjudicataria de redactar el nuevo plan, las reuniones políticas asamblearias que no son sino sinónimo de debates infinitos sin conclusiones y otra serie de errores han propiciado que el tema siga sin resolverse.

Muchos capitales se han invertido en zonas de posibles recalificaciones y expansiones que no acontecerán nunca, pero por si acaso. El dinero ha pasado del ladrillo a la inversión en terrenos y viviendas muertas y a esperar.

El nuevo gobierno local juega con fuego. No valen cataplasmas. Astorga necesita un plan de remozado urbanismo monumental donde el embellecimiento y restauración sean obligados. Así como apostar por su Polígono Industrial. Dos puntos básicos que no son para neófitos al albur de peligrosas influencias económicas e intereses particulares.

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