PSOE

 

El día 28 de septiembre será recordado por la familia socialista como un día  especialmente triste, por varios motivos:

Por un lado, estalló la guerra total, declarada unilateralmente por los críticos a la gestión de Pedro Sánchez.

Lo que no pocos veníamos observando –no hace falta ser un lince– desde hace algún tiempo, ha aparecido con toda la crudeza: Susana Díaz tiene prisa por hacerse con las riendas del PSOE y ha lanzado un órdago en forma de dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva Federal, con la presidenta, Micaela Navarro, andaluza de Jaén, a la cabeza.

Tengo la certeza de que los dimisionarios han tomado esa dura  decisión, no por salvar al Partido, sino para salvar sus propios culos, porque ¿alguien duda de que la que será la próxima Secretaria General, o su entorno, habrá mandado algún mensajito?

Con todo este lío, los chorizos, los golfos, los corruptos, los que han amasado fortunas de millones de euros, los que han usado la política en su propio beneficio, no sólo siguen campando a sus anchas, sino que han quedado en una discreta penumbra, porque el foco ya tiene otro objetivo, que no es otro que el susodicho Pedro Sánchez, que ha pasado a ser, por una parte, como se dice en mi pueblo, “el capacín de las hostias”, que le llueven desde todos los sitios; y, por la otra, el culpable de todos los males que aquejan a este país.

Así que tenemos a Mariano Rajoy más contento que unas pascuas, disfrutando, por adelantado, con esa mayoría absoluta que, sin duda, sacará en las próximas elecciones, y a los militantes socialistas de a pie, mirándose unos a otros con cara de gilipollas, sin dar crédito a lo que están viendo, y que no es más que la aniquilación de un partido más que centenario, por parte de quienes deberían estarle más agradecidos.

De todo este día tremendo, solo tengo una alegría:

Cuando esta mañana oí a Felipe González Márquez, antaño figura indiscutible del socialismo mundial, hogaño no sé muy bien qué,  desvelar en la Cadena SER los términos de una conversación privada, que había mantenido con Pedro Sánchez, pensé: ¡Joder, a este hombre se le ha ido la olla!

Pero no. No se le ha ido. Sólo seguía instrucciones de su paisana.

¡Menos mal!

 

 

Print Friendly, PDF & Email