Les voy a dar una primicia, sí, a todas estas personas que me leen. Les voy a decir algo que sólo sabe mi pareja. No se lo he contado ni a mi madre todavía. He dejado el trabajo. Sí, así, de buenas a primeras. No es que me haya dado un pronto, no qué va, es algo que ya venía rumiando desde hace tiempo. ¿Qué por qué lo he dejado? Pues hombre, lo he dejado no porque me fuera mal, al contrario, me empezaba a ir bien, sino por una razón mucho más profunda, de mucho más calado. En realidad uno, aunque sea una vez en la vida, debería probar a poner en marcha su propio proyecto, aunque luego salga mal, pero por lo menos darse el gusto de haberlo intentando. No hay mayor frustración que el saber que lo podías haber hecho y no lo hiciste. Y en eso estoy, por un lado con la gestión inmobiliaria con un socio, y por otro, yo solito con el mundo cinematográfico (ya que estoy aquí pues lo digo, acabo de terminar mi primer cortometraje profesional: “PARADISE”. A ver qué tal me va con el tema de la distribución). ¿Y saben qué? Que la sensación que uno tiene de libertad y de seguridad en sí mismo compensa con creces el vértigo de saber que a fin de mes tiene que entrar el dinero en casa, y que ese dinero lo tiene que generar éste que está escribiendo.
A veces hay que tirarse al vacío, hay que dejar atrás esas llamadas zonas de confort, donde todo es más seguro pero de lo seguro que es, se va convirtiendo en una prisión sin barrotes de la que cada vez te cuesta más salir. El miedo es la clave de todo, es ese lazo invisible que te amarra y que no te deja ir más allá, susurrándote al oído que aunque no sea el trabajo que quieres, aunque no te guste lo que estás haciendo, eso es mejor que nada, porque no vas a conseguir nada si dejas lo que tienes. El miedo es bueno, sí, si no seríamos temerarios y la temeridad, ya se sabe, es mala consejera pero hay que saber cuándo hacerle caso al miedo y cuándo no.
Yo, por fin, he dejado de hacerle caso, y aquí estoy sentado una tarde de últimos de Marzo, recién entrada la primavera en mi salón, escribiendo este artículo al lado de mi compañera de vida, trabajando los dos desde casa, mirándonos de vez en cuando y sonriéndonos, con el perrito pequeño a nuestro lado y la perra grande aprovechando que estamos concentrados para irse en silencio a tumbarse en nuestra cama. ¿Y la gata? Pues la gata ya lleva un buen rato en la habitación del fondo, durmiendo encima de la ropa que dejo en la cama para ponerme luego. No puedo ser más feliz, de verdad.
Les voy a hablar un poco de mi cortometraje. “PARADISE” es una comedia de unos 26 minutos de duración. Está concebida para hacer reír y en un primer momento, cuando escribía el guión, no tenía en mi cabeza dar ningún tipo de mensaje, simplemente procurar hacer un buen producto con el que la gente pudiera pasar un buen rato y reírse. Cuando hicimos el montaje me di cuenta de que bajo la historia que contaba, el protagonista (que lo interpretaba yo mismo, que para eso es mi peli oiga) pasaba por una historia de evolución interior que tenía mucho que ver con el mito de la caverna de Platón y así, sin darme cuenta conscientemente, resulta que bajo una comedia aparentemente algo gamberra y descerebrada, había todo un trasfondo filosófico. Cojonudo, pensé, y añadí unas cuantas voces en off para que la peli tuviese un toque pelín sesudo y así, el día que me entrevistasen en el Séptimo Vicio poder hablar de como el mito de la caverna sigue vigente en esta nuestra decrépita sociedad occidental y que, aunque mi corto hable desde la comedia irreverente, el mensaje que trata de difundir es que hay que romper las cadenas para poder subir al paraíso. Menuda paja mental, ¿no?.
Al final, todo se reduce a dos cosas. Una: Terminé el corto. Dos: Di el paso y he decidido ser mi propio jefe. Así que, siguiendo esta lógica, sería lícito decir que cuando creamos algo, nos estamos sanando, nos ayudamos a nosotros mismos a avanzar en nuestro desarrollo como seres pensantes y creativos. Y es que cuando creamos lo hacemos desde adentro y siempre, aunque sea inconscientemente, se nos escapa algún mensaje que, por raro que pueda parecer, no va dirigido a los demás, sino que va dirigido a nosotros mismos…
Debería ser obligatorio que, al menos una vez en la vida, cada persona de este mundo intentase crear su propio proyecto desde adentro, desde ese fondo creativo que, por ser hijos/as del creador todos tenemos.
Cuánto nos ayudaríamos como especie…
Primavera en mi salón
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