El tan manido debate de porqué es necesario celebrar un día del orgullo gay y no así un día del orgullo heterosexual, continúa siendo un debate abierto y expuesto a muchas y diversas opiniones, algunas respetables, otras simplemente atrevidas o irreflexivas y no quedan lejos las absolutamente desconsideradas e irrespetuosas.
Particularmente para las últimas opiniones va dirigido mi artículo y solamente con una pretensión, “ponerse en la piel del otro”; siempre imagino un mundo donde las personas seamos capaces de captar y comprender lo que siente el otro, que seamos capaces de percibir los sentimientos de los demás. Para escribir estas líneas sólo he necesitado un papel, un lápiz y unos zapatos prestados.
El día en que haya un solo país donde sea ilegal ser heterosexual, ese día, será necesaria la existencia de un día para las personas heterosexuales.
Las personas heterosexuales no somos sentenciadas a muerte ni acusadas de delitos de heterosexualidad en ningún lugar del planeta, tampoco necesitamos huir de nuestros países, sea cual sea éste, por miedo a las represalias.
Cuando las personas heterosexuales paseemos por la calle y nos insulten y agredan por amar a otra persona al grito de “heterosexual de mierda”, entonces sentiremos la necesidad de forzar la existencia de un movimiento, de un día o de todos los días del año para luchar contra la heterofobia.
Cuando la heterosexualidad encabece la lista de los delitos de odio, como así ocurre con la homosexualidad, cuando haya grupos radicales y organizados dedicados a “cazar” heterosexuales, agredirlos, torturarlos, y/o asesinarlos, ese día, saldremos a la calle y “no pediremos” un día, ni dos, ni tres, si no que no entraremos de nuevo en casa hasta que nos consideren y nos reconozcan y gritaremos a los cuatro vientos la necesidad de ser tratados por igual.
Cuando existan libros y terapias para “comprender y sanar” la heterosexualidad, cuando en algún país no nos dejen casarnos por ser heterosexuales, cuando tengas que ocultar o disimular tu heterosexualidad en un trabajo porque si no serás despedido; cuando exista un videojuego que se titule “Matar al hetero”; cuando en el colegio hagan la vida imposible a tu hijo o hija por tener padres heterosexuales o reciba apodos horribles y muy hirientes por sentir atracción por una persona del sexo opuesto, ese día… inevitablemente nos constituiremos como un colectivo fuerte y decidido a que se respeten los más básicos derechos humanos y haremos lo posible por hacernos ver y oír, por levantar nuestra voz de todas las formas posibles, no como una necesidad de marcar diferencias, sino como la necesidad de reclamar y de recibir un trato igualitario y respetuoso.
Insisto que el movimiento LGTBI no nació de la necesidad de festejar el hecho de ser homosexual, sino de tener el derecho a existir sin ser perseguidos por ello, porque la capacidad para respetarnos no tiene por qué estar reñida con ser y sentir de formas diferentes.
Así que en vez de preguntarnos por qué no existe un movimiento o un mes o un día del orgullo heterosexual, las personas heterosexuales deberíamos agradecer que no lo necesitemos.
Concluyendo y ahora me pongo mis zapatos, cuando a mí nadie me diga por la calle: “me he enterado que estas con esos…¿no te perjudicará? (léase susurrando y con una sonrisa imperfecta)”, ese día sabré que ya no necesitaremos de unas siglas largas y difíciles de pronunciar para definir personas, ni de un movimiento que se vea en la necesidad de reivindicar ser tratados con respeto y en igualdad.
Ojala la asociación AWEN LGTBI+, como tantas otras semejantes, puedan formar parte de la historia en poco tiempo y hablemos de ellas en pasado.
Carmen Villaverde
Presidenta de AWEN LGTBI+