Periodismo cainita

En todos los estudios oficiales y oficiosos sobre la profesión periodística se sitúa el intrusismo profesional como la principal causa del desempleo y las malas condiciones laborales que padece esta actividad laboral. En los tiempos actuales, con la facilidad de acceso a los medios de transmisión de información, cualquiera es emisor de un contenido que no de por sí ha de llamarse periodismo. Ayer mismo, el responsable de Google News en un encuentro con editores de medios de toda España entre los que se encontraba Astorga Digital/Diario de Astorga, explicaba que esta empresa buscaba aislar a lo que son blogueros o webmaster unipersonales que se hacían pasar por empresas de información profesionales. En Astorga, nuestra querida comarca, tenemos ejemplos de ello, así como de uno de las redes sociales con métodos de dudosa ética profesional que a buen seguro no pasarían el corte del reconocimiento en asociaciones de prensa y colegios de periodistas. Es por ello, por lo que existe cada vez más la necesidad de contar con graduados para puestos aparentemente técnicos, como los community manager, que sepan diferenciar entre fakes news, moderar comentarios y demás.

No contentos con el periodismo bajo los intereses del ladrillo que hemos padecido durante décadas en todo el Estado y muy especialmente en la provincia de León, ahora la diversificación de la actividad empresarial recomienda para seguir abriéndose paso en las instituciones y en la sociedad contar con la propiedad de medios de comunicación o clubs de fútbol (nunca se llegará a la locura de los años 90). La extorsión a los alcaldes a cambio de obras y servicios está derivando hasta en los niveles de publicidad institucional. Algo de eso sabemos en Astorga con cierto decano de la prensa de papel y tan sólo algunos valientes le han hecho frente a esas cacerías mediáticas avergonzantes para la profesión periodística. Hay quien incluso por la mañana se desayuna un político local y esa misma tarde presenta un libro en defensa de la libertad de expresión. Vivir para ver.

En esa tensión informativa diaria. Lógica por otra parte. Hemos asistido durante semanas al laceramiento y escarnio público de uno de los astorganos que más ha hecho por las gentes y por la provincia de León en Madrid desde que comenzase muy joven su carrera política, luego funcionarial y más tarde empresarial en Madrid. Si hubo una “murga de Astorga” en el siglo XIX con políticos astorganos y maragatos al frente, bien podemos afirmar que existió un “grupo de astorganos” especialmente en el entorno de la Universidad Complutense de Madrid y otras muchas empresas satélites. Resulta vomitivo y asqueroso ese odio cainítico que destilan un día sí y otro también, artículos contra personajes tan emprendedores y de reconocido prestigio en una prensa digital vendida totalmente a la mentira y a la fabulación de conjuras. Lo personal se confunde con lo profesional y el resultado es una utilización del medio para un fin repugnante: difamar, engrandecer, hacer ruido y perseguir a ciudadanos decentes. Pasó con el anterior alcalde, Arsenio García Fuertes, a quien el Torquemada de Astorga, se vanagloriaba de su desgracia, siendo después él víctima del mismo hierro que descargó sobre el contrario; y ha pasado estos días con Dionisio Ramos, para quienes determinados políticos y periodistas es el responsable de todas sus desgracias. Simancas, Berzosa y otros tantos cadáveres sociales, víctimas de sí mismos se han obsesionado con este paisano nuestro. Lo triste es ver hacer el pueblerino a los tontos de turno que replican en Astorga, sólo por hacer daño, porque nada de periodismo profesional hay, las refriegas vacías de otros lares. Por cierto, en ambos casos la Justicia ha archivado casos y declarado inocentes pues de toda sospecha a estos astorganos de bien. Sigan ladrando.

El editor

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