Risas por todo el mundo

La ONG acaba de abrir una delegación en León cuyo objetivo es poder viajar al extranjero en alguna "expedición" en la que todos los payasos sean de la provincia

Aunque sus edades y estilos de vida no son para nada iguales, Adrián Zamorano y Nacho Morán tienen algo más que la amistad y Astorga en común, ambos se dedican a hacer reír a niños y mayores y ambos lo hacen con un enfoque social. En una ocasión, el dramaturgo británico de origen checo Tom Stoppard dijo “Si llevas tu infancia contigo, nunca envejecerás”. Es la pasta de la que están hechos los payasos, o los ‘clowns’ como se llaman ahora. El mundo de la sonrisa se enfoca principalmente en la infancia, pero ninguno de los artistas dedicados a ello se olvida de los adultos que siempre hay presentes en las actuaciones. Quería escribir este reportaje para dar a conocer la labor que hace la ONG Payasos Sin Fronteras en el mundo y teniendo en cuenta que dos de los artistas que forman parte de la organización son de Astorga, me pareció de lo más apropiado.

Adrián Zamorano es Zamoclown, un artista que empezó en el mundo del teatro, formando parte de las compañías astorganas de Mixticius, RebelArte y A Ras de Suelo. Fue precisamente con esta última que nació su pasión por el ‘clown’. “A Ras de Suelo organiza el festival Ars Vía durante las fiestas patronales de Astorga y comencé a ver a los artistas que participan de este festival y me gustó el mundo del ‘clown’. Creo que saca lo más profundo que tienes y es muy gratificante”, apunta este artista astorgano.

Zamoclown se divierte durante una sesión de fotos en Astorga. / CCU

Con 29 años, ha recorrido las práctica totalidad de la provincia llevando sonrisas a pequeños y mayores, “me encanta cuando las personas, especialmente entre los adultos, entran en mi juego. Me da mucha ternura una persona que se lo pasa buen con un espectáculo infantil porque significa que no ha perdido su niño interior”. Me cuenta una historia que le pasó durante una actuación, uno de sus números mágicos consiste en hacer aparecer una carta en una naranja que alguien del público lleva guardando todo el espectáculo, “bueno, pues en una actuación, la naranja se la di a una señora y su misión consistía, además de guardarla, en decir en voz alta ‘Soy la protectora de la naranja’. ¡No lo dijo ni una sola vez! La verdad es que me dio mucho juego y llegó un momento en el que nos reíamos todos tan fuerte que pensé que no podría seguir con el espectáculo”, recuerda.

Desde hace unos años, Zamoclown forma parte del panorama ‘payasil’ de León y ha colaborado con otros payasos de la provincia celebrando unas galas para recaudar fondos para las expediciones que Payasos Sin Fronteras hace por el mundo. “Me llamaron para hacer una gala y empezaron a confiar en mí para acudir a las actuaciones”, señala el artista astorgano. Uno de los objetivos de Payasos Sin Fronteras es acudir a lugares especialmente sensibles ya sea por los conflictos bélicos del entorno “Para mí, lo más grande a lo que podría llegar como ‘clown’ es colaborar en alguna de las expediciones de Payasos Sin Fronteras en el extranjero”, precisa Adrián Zamorano.

De Astorga para el mundo

Nacho Morán sabe de lugares en conflicto. El astorgano fundó hace diez años en Madrid el dúo ‘Anticiclón Clown’ con Silvia Riscado. Ingeniero de profesión, se metió en el mundo de las risas como experiencia en su trabajo social como voluntario, entrenaba baloncesto a chicos con discapacidad y decidió aprender nuevas técnicas para interactuar con los chicos. “Mi motor siempre ha sido el trabajo social, querer aportar algo desde la base, cuando conocí la labor de Payasos Sin Fronteras me apunté como voluntario. Al principio me encargaba de otras cosas, pero poco a poco fui entrando en la parte artística”.

En 2015, Nacho hizo su primer viaje como payaso sin fronteras a Bosnia-Herzegovina. “Al ser la primera, el cambio fue muy grande con respecto a lo que había visto y vivido hasta el momento. Hacer una expedición como cooperante en una zona que está en conflicto para ir a hacer el payaso ya supone un planteamiento muy curioso. Fuimos a Bosnia en furgoneta desde Barcelona, recorriendo las carreteras en Europa y en la frontera con Bosnia nos dijo un agente que nos faltaba una tarjeta verde para entrar. Al que iba conduciendo no se le ocurrió otra cosa para explicar por qué íbamos que sacar una revista de Payasos Sin Fronteras llena de fotos de payasos. Allí no nos entendían y encima era una revista de payasos, la verdad es que no se lo tomó muy bien, aunque al final nos dejaron pasar a regañadientes”, recuerda con cierta sorna.

Nacho Morán en una de sus expediciones con Payasos Sin Fronteras.

Después de ese primer viaje volvió a salir al extranjero. Ya en 2017 fue a Colombia con otros tres payasos de Madrid, “fue muy emocionante porque allí sí entendíamos lo que los niños nos decían tras las actuaciones. Estar en un barrio de Buenaventura en la que prácticamente toda la ciudad vive con problemas de abastecimiento de agua y controlados por milicias que les cobran por medicamentos es muy diferente. Cuando los niños piden que les traigamos de vuelta con nosotros, saber que eso es lo que te piden, es duro. Pero también ns pasó una de las cosas más bonitas. Tras una actuación en una zona que se estaba desmilitarizando de las FARC, donde estaba el ejército, se nos acercó nuestro contacto tras la actuación, que era el líder de la comunidad, y nos dijo ‘Mucho nos han traído comida, alimentos, el ejército pero nadie nos había traído la vida’. Lo mejor de ser payaso es que sirves de motor para generar emociones positivas, permites a quien te ve, y formas parte de ello, ser consciente de un estado de juego que tenías de niño y que luego vas acallando para poder desarrollarte como adulto. Vas perdiendo la capacidad de jugar. El ‘clown’ juega desde lo que es, no imita a un niño, y hace que la gente recupere esa ilusión, que recuerde el juego”, explica Nacho.

También señala que le han marcado las expediciones en África, en 2019 y 2020, antes del confinamiento, trabajando en campos de refugiados somalíes en Etiopía. Nacho ha sido uno de los impulsores de la reciente creación de la delegación leonesa de Payasos Sin Fronteras, una delegación que ya ha dado sus primeros pasos en la provincia y que es la única delegación de España que ha recibido ya una subvención para llevar espectáculos llenos de risas, color y mascarillas.

Risas leonesas

He quedado en la plaza San Marcelo de León con algunos de los miembros de la delegación leonesa de Payasos Sin Fronteras para hacer una sesión de fotos y conocerles en persona. Al final han podido venir seis de los 15 miembros que tiene el equipo en la provincia. Una pensaría que hacer una sesión de fotos con payasos tiene que ser divertida y, sin lugar a dudas, lo fue. Caminamos hacia la plaza de la Catedral, de la ‘Pulchra Leonina’ donde hay más luz para hacerles unos retratos y por la calle niños y adultos miran para ellos y sonríen, a nadie le amarga una risa. Nos cuesta llegar porque Flaviolo y Ustaquí deciden improvisar un pequeño espectáculo musical por el camino.

Decido empezar la sesión en las letras donde algunos paseantes se paran para ver qué estamos haciendo y sacar algunas fotos también con sus teléfonos móviles. Lo cierto es que es difícil hacer que se estén quietos pues se nota el buen ambiente del grupo y no cesan de embromarse. Quizá haya sido una de las sesiones de fotos más divertidas en las que he participado. Me acompañan Carlos Santos “Flaviolo”, Roberto González “Ustaquí”, Angélica Veintimilla “Piruleta”, Manuel Ferrero “un clown muy paisano”, Yasmín Fernández “Payarina” y Adrián Zamorano “Zamoclown”.

Payasos Sin Fronteras nació a principios de los años 90 en España, comenzó con una petición de los estudiantes de un colegio barcelonés para llevar un espectáculo a los campos de refugiados de la antigua Yugoslavia. Los niños y niñas ayudarían en parte de los gastos para que los artistas pudieran emprender el viaje. En 1993, equipos artísticos de España (payasos, titiriteros, bailarines, magos, músicos, y más) se marcharon en ocho expediciones en la ex Yugoslavia e invitaron a artistas conocidos en el circuito internacional a participar. En 1994 hubo 19 expediciones y arrancó la iniciativa sin ánimo de lucro en otros diez países del mundo, “respetando las mismas normas éticas con las que se fundó la organización española”, señalan en su página web. Desde entonces se han realizado iniciativas en diversos países del mundo, recorriendo aquellos lugares en los que la situación política o económica hacen más difíciles ver sonrisas en las caras de los más pequeños.

A través de Anticiclón Clown, Nacho, nació la delegación leonesa. “La idea surgió en un Festival de Circo en Ávila, en el que, hablando con Nacho Morán, nos relató sus experiencias haciendo expediciones con Payasos Sin Fronteras y decidimos organizar la primera gala”, explica Mayaso, Joaquín “Quino” Mateos, delegado en la provincia. Sin haber tenido todavía en cuenta la creación de una delegación, se celebró en 2018 la primera gala en el Teatro San Francisco de León invitando a payasos de toda la provincia y con una recaudación destinada a una expedición en Ucrania. “Salió muy bien”, recuerda Mayaso. Así que decidieron repetir el año pasado “con éxito total de público, incluso llegó a quedarse gente fuera del teatro”. En esta segunda ocasión la recaudación de fondos iba destinada a Etiopía y participaron en la gala algunos de los artistas que habían viajado a Ucrania. Este año, debido a la pandemia no se pudo realizar, pero la intención era duplicar las galas y celebrar no solo la de León, sino también una en Astorga. “A raíz de este hecho, comenzamos los trámites para constituirnos como delegación, pues, aunque mucha gente no lo sabe, en la provincia de León hay muchos artistas que se dedican al mundo del ‘clown’.

Primero risas “en casa”

Este año, debido a la pandemia la organización ha tratado de llevar risas por el territorio español. Y una de las primeras acciones de Payasos Sin Fronteras León ha sido recorrer la provincia animando con sus actuaciones a niños y adultos. Con la financiación de la Diputación de León a través del Instituto Leonés de Cultura y con la colaboración del grupo astorgano RebelArte, Payasos Sin Fronteras ha actuado ya en cinco municipios de la provincia: Valencia de Don Juan, Villaquilambre, La Bañeza, Astorga y Santa María del Páramo.

“Una de las anécdotas que tenemos ya para contar fue precisamente el pasado fin de semana durante nuestra actuación en Astorga. El público llegó media hora antes a las pistas de pádel y como no podemos resistirnos, empezamos a improvisar”, recuerda Flaviolo con las risas de sus compañeros, “estuvieron más de hora y media con nosotros”, añade Payarina. “Ahora nos ha tocado sufrir en España una situación complicada debido a la pandemia y hemos decidido que los niños han sido de la población que peor lo ha pasado, sin tanto tiempo encerrados en casa sin poder salir. El solo hecho de que un niño tenga que estar en casa es duro. En cuanto hemos echado a andar la actividad hemos conseguido la ayuda de la Diputación a través del ILC para recorrer la provincia”, me cuenta Zamoclown.

Uno de los objetivos de la delegación leonesa es poder hacer alguna expedición de Payasos Sin Fronteras en la que todos los expedicionarios sean leoneses, “falta mucha financión, así como el apoyo de las instituciones. Es un objetivo a largo plazo, pero me gustaría que se hagan expediciones de León. Sabemos que ahora hace falta aquí y por eso hemos comenzado por casa, pero en el futuro intentaremos que se vea nuestro trabajo más allá de las fronteras españolas”, me explica Quino.

Exportar risas leonesas por el mundo

Cada uno de los payasos con los que me entrevisto en León tiene su propia historia, algunos proceden del mundodel teatro, otros del mundo del baile y los hay que comenzaron como ingenieros, aunque finalmente decidieron dejarlo para dedicarse a tiempo completo al arte de hacer reír.

Yasmín, Payarina, comenzó en el mundo de la danza, estudiando clásica y posteriormente teatro. En la actualidad trabaja como actriz en una productora leonesa y su momento como ‘clown’ comenzó tras hacer un curso. “Lo más bonito que tiene esta profesión son las caras de los niños. Hago números con magia y la cara de sorpresa es muy potente”, relata.

Manuel Ferrero no se toma en serio ni a sí mismo, “soy un cuentacuentos, vivo del cuento y soy payaso habitual”. Lo de payaso le viene de lejos, “de pequeño mi madre decía que solo servía para hacer gracia y aquí estoy”. Se pone serio recordando que estudió Derencho “y cuando lo acabé me torcí y dije ya no lo hago más. Decidí no ejercer nunca y creo que no hay diferencia entre ponerse la toga y la nariz para saltarse la ley solo que el poder del payaso es romper la ley con el amor”.

Angélica, Piruleta, hace teatro desde el colegio y tras marchar a Madrid para estudiar la carrera, hizo varios cursos de teatro. Cuando regresó a León empezó a dar clases de teatro y así acabó haciéndose un hueco en el mundo de las artes escénicas y del ‘clown’ en la provincia.

De izq. a dcha.: Zamoclown, Piruleta, Manuel y Ustaquí. Abajo: Payarina y Flaviolo.

Por su parte, Roberto “Ustaquí” estudió electricidad, pero no era lo que le llamaba, “estudié teatro en la Escuela de Artes Escénicas del CHF en León y luego marché a Madrid, allí me estropeé del todo. Tuve varias introducciones en el teatro. Al final estudié con Hernán Gené y marché a Berlín con una compañía de teatro de máscaras, ‘Familie Flöz’, porque lo que más me gusta es trabajar con las máscaras. He sido ayudante de dirección teatral, he dirigido clown y teatro y lo que más me gusta es hacer el payaso”.

Carlos, Flaviolo, es ingeniero de Telecomunicaciones. Entre 1998 y 2015 trabajó en Madrid tras acabar la carrera en Santander, aunque siempre le ha gustado el teatro, que hacía de forma ‘amateur’. Sin embargo, en 2015 decidió dar un giro a su vida, su empresa se vio envuelta en un ERE y se presentó como voluntario. “Fue entonces cuando tuve la oportunidad de meterme en una escuela profesional de teatro y ahora vivo del teatro. Soy actor de comedia, soy ‘clown’, improviso y me creo mis obras”. Flaviolo ha trabajado en el circo en Rumanía porque se ha encontrado a sí mismo, su estilo de vida como payaso. “Nunca volveré a ser ingeniero”, declara.

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