Cada vez oigo más la estupidez (así de claro) de que “a este paso los
animales van a tener más derechos que las personas”.
Estupidez que además hay quien la dice con una vehemencia que da la
impresión de que de hecho se la cree.
¿Cómo se puede decir algo así cuando los animales no tienen ni el
derecho a que se pase de ellos?
Llega el calor, por hablar de ejemplo de temporada, con su explosión de
vida y con la abundancia de caminantes… la mayoría respetuosos, desde
luego.
Pero abundan también los que se toman la molestia de ir exterminando la
vida que tiene la mala fortuna de coincidir en su trayectoria.
Una culebra en el camino y se apresuran a aplastar su cabeza con el
bastón, porque es asquerosa.
Un erizo y toca hacer puntería con una piedra, porque les parece
gracioso actuar así.
Una salamandra o un sapo y a pisar, por su presunto veneno.
Una garza o una nutria y hay que avisar a algún escopetero, porque come
truchas.
Un tejón y lástima no ir en coche y acelerar para atropellarlo, porque
es un animal agresivo.
Un perro abandonado, y se lleva un puntapié.
Cualquier animal, en general y en definitiva, se mata o se intenta
hacerlo… porque se puede, por entretenimiento o porque sí.
TODO ELLO CON UNA REPUGNANTE IMPUNIDAD incluso aunque sean cogidos in
fraganti. No hablemos ya de la tauromaquia y otras prácticas que
apuesto a que ni siquiera son tan tradicionales porque nuestros
ancestros seguro que tenían mejores cosas que hacer que el payaso con
los animales.
No se dan cuenta del dolor, perjuicio, tristeza que dejan atrás.
La culebra que dejará de comer esos otros animales que gustan aún
menos. El erizo al que esa ocurrencia de un instante de tirarle la
piedra dejará magullado o agonizante durante horas o días. La
salamandra o el sapo cuyo presunto veneno ni se irá con ellos, y se
quedará ahí en el propio camino. La garza y la nutria que dejarán de
alegrar con su gracia. El tejón que tal vez dejaría pequeños que
irremediablemente morirían de inanición. El noble perro que seguirá
buscando a su traidor amo, ahora más confundido aún por tanto odio
irracional sobre él.
CON LO FÁCIL QUE ES PASAR DE LARGO, dar tiempo a que la culebra se
espante, dejar al erizo pasear sus púas, apartarse del anfibio,
deleitarse con la garza y la nutria, sorprenderse con la suerte de ver
un tejón o mirar para otro lado (ya que no se ayuda) al triste perro.
No sé cómo aún podemos darnos el gusto algunos de observar animales
en los paseos, con lo fácil que es matar y con la afición que hay a
sembrar muerte… todo ello con repugnante impunidad, que por supuesto
molesta que se esté tratando de cambiar a quien se cree superior y con
el derecho sobre todas las criaturas.