Obituario/ Muere “Morlina”, todo un personaje de nuestra vida

Me enteré ayer por un mensaje de Juajo Perandones. Su breve escrito ya aventuraba lo que Astorga se perdía. Lo cierto es que cada vez que alguien de tu vida fallece, un poco de cada uno también se va…

En mi tierna infancia lo recuerdo como dependiente de una mueblería en el magno edificio que albergaba el Café Bar Imperial, en la Plaza de León y el Águila, que es como nosotros la llamamos. Su eterna bata azul mahón con somieres y otros elementos del trabajo de aquí para allá. También recorro el recuerdo primario de aquellas frías procesiones de Semana Santa de Astorga. Los pocos que salíamos participábamos en casi todas, sin tantos reglamentos, estructuras, cuotas y demás. Eran los tiempos de los años 70 donde lo mismo acompañabas de monaguillo al sacerdote de turno que portabas con unos cuantos chavales alguna de las pocas imágenes de medio peso en tal o cual procesión. Y allí estaba Morla con su corneta y los jóvenes de su familia, astorganos también hasta los tuétanos, acompañando con la trompeta y el bombo o tambor, siempre alguna variación había. Luego los niños en casa jugábamos con esa melodía que teníamos metida en la sesera por siempre y como el auténtico hit de exitos number one de la SS astorgana. Años más tarde, ya vendría el Desenclavo en la Plaza recuperado o el “Pueblo Mío” de don Hortensio en la madrugada del Jueves al Viernes Santo por la Muralla. Qué miedo daba a la chavalería esa representación de duelo y muerte.

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Rodeado de autoridades del momento en su homenaje. Foto cedida por familia

 

Morla, Morlina, era habitual en La Verja, El Cubasol y en otros muchos bares de Astorga. Jubilado, era un asiduo de siempre a la Banda Municipal de Música. Aquel Luis “el músico” y otro señor,  pido perdón a la familia no recuerdo el nombre, con el bombardino y Morlina. Eran junto a otros, un grupo de “clásicos” de la música popular.

Morla, Morlina, era de esa clase de gente que está siempre ahí, pero que no se nota, que no estorba. Que teje y teje lo que tenga en mente sin hacer nada malo a nadie. Un astorgano sencillo y de bien. Cuántos de ellos necesitamos. Los hay que en su soledad acompañada dedican su vida entera a deshacer o no dejar hacer a quien más sabe o puede, pero su falsa careta innoble, cobardía profunda, le obliga a esconder sus carencias y verguenzas. Morla sí que era noble, Conde del trabajo, Duque de su familia, Marqués de sus amigos y Rey de la Astorga de los sencillos y buenos astorganos.

Tuvo su cénit profesional en la entrega de la Medalla del Mérito del Trabajo, junto con Luis González. Ambos fueron la doble cara, trabajador y empresario, de un modelo social y económico que, antagónico, necesario para subsistir. Y sin embargo, iguales absolutamente en humanidad y méritos reconocidos por todos.

Morla, Morlina. Descansa en paz. Desde Diario de Astorga-Astorga Digital y desde lo más profundo de mi corazón.