No fue nada premeditado, sino que el tiempo fue relacionándolos. Son dueños de galgos, muchos de ellos adoptados, y que a fuerza de irse encontrando por las calles de León han ido consolidando un grupo que cuenta con una más de treintena de personas. Después de un tiempo de relación en el que un grupo de Whatsapp ha servido de enlace entre ellos, decidieron ponerse cara y compartir sus experiencias y las de sus animales, que tantas alegrías les reportan.
Algunos de ellos se encuentran en ocasiones para correr y disfrutar con sus animales, pero hoy se han reunido en la céntrica plaza de Botines de la capital leonesa, donde no han pasado desapercibidos para las cientos de personas que este mediodía inundaban las calles más céntricas de la ciudad. Desde allí han hecho un recorrido por todo el centro, para pasar un buen rato y conocerse entre todos ellos, pero también para mostrar a los ciudadanos las bondades de los galgos, unos animales sobre los que pesan muchos prejuicios, algunos de ellos negativos, pero que para nada se corresponden con la realidad.
Sus dueños ponen de manifiesto que no son animales miedosos ni solo destinados a la caza, y relatan con orgullo las satisfacciones que les han dado desde que decidieron adoptarlos. Además, rechazan el abandono y el maltrato que en ocasiones sufren estos perros una vez que dejan de ser útiles para la caza, que sigue siendo el fin principal para el que se les utiliza, y defienden otras posibilidades, como la adopción o dejarlos en protectoras, para evitar un fin trágico para ellos.
Eva se une a este grupo por primera vez acompañada por Frida, la perra que encontró en el pueblo cuando tenía ocho meses, con la pata rota y muy falta de cariño porque todo apuntaba a que le habían pegado y no dejaba que nadie se le acercase. Ahora, año y medio después, y tras mucho trabajo y “muchos abrazos” se encuentra “mucho mejor” y es una perra cariñosa y muy llamativa por su pelaje negro azabache. “Tiene todavía la pata un poco tocada y algunas temporadas se queda coja, pero está mucho mejor y yo la achucho todos los días”, dice su dueña.
Jesica se encuentra junto a su perra Roma, que llegó a casa con nueve meses también después de que fuese abandonada en un pueblo, y ahora, tres años y medio después es “un galgo que no tiene miedo, super cariñosa y muy bien”, aunque hace poco se le ha detectado una enfermedad autoinmune. Su dueña resalta el carácter “peculiar” de estos animales, que son “realmente especiales a todos los niveles”, aunque no olvida la satisfacción de rescatarlo y “darle un cambio de vida, como cualquier otro perro”. Sin embargo, los galgos necesitan correr y otras necesidades que, muchas de ellas, son las que han puesto en común a los miembros de este numeroso grupo.
Fernando adoptó a Ibra hace casi dos años al ponerse en contacto con un cazador de Benavente. “En vez de matarlo, nos quedamos con él”, explica, y aunque recuerda que ha dado “un montón de guerra” y ha sido “un torbellino tremendo”, ahora es un perro “muy bueno, muy sociable” y acostumbrado “a tomar vinos con nosotros”. Además explica cómo le gusta correr con otros galgos, con los que se divierten entre ellos, algo que no resulta igual con otros perros.
También con la pata rota estaba Valentina. Su dueña, Raquel, muestra cómo todavía la tiene un poco torcida aunque “corre y hace vida totalmente normal”. Fue en marzo cuando la encontró en un pueblo de la provincia de León, presumiblemente después de que fuera abandonada tras la temporada de caza. “Hay casos peores en los que incluso los matan y en el peor de los casos, los abandonan”, aunque destaca que el galgo es un animal “a veces muy estereotipado” y que para nada resulta hiperactivo aunque necesite correr. “Necesita el mismo ejercicio que cualquier otro perro, e incluso menos, porque Valentina estaría en el sofá 12 horas, está muy tranquila en casa”, dice.
Diego acude a esta ‘quedada’ acompañado por Kenzo, un galgo que adoptó hace más de dos años cuando vio por Facegook que un galguero de La Bañeza quería deshacerse de la camada. “Me encanta esta raza, son perros muy nobles, muy buenos y tranquilos en casa, y tengo dos gatos y se lleva muy bien con ellos”, reconoce. Y aunque se atribuye muchas veces al galgo la condición de miedoso, asegura que es algo que “va con el trato, no con la raza”, aunque matiza que son animales que, durante el tiempo que están con los galgueros y son útiles “se les trata muy bien”.
Todos ellos, dueños y galgos, han tenido la ocasión de disfrutar de una jornada de confraternización y de hacer nuevos amigos pero, lo más importante, de alzar la voz para defender a unos animales muy amenazados en ocasiones pero que, a la vista está, dan muchas satisfacciones y alegrías a todos aquellos que comparten su vida con ellos.