Nos cerraron el Colegio Leopoldo Panero, nunca supimos muy bien porqué, dicen que porque abrieron La Salle y nos quedamos sin efectivos suficientes para llenar las aulas… Todavía recuerdo a Don Tino Gago, que era el director, relatándonos con avidez el fatal desenlace de Félix Rodríguez de la Fuente con su avioneta que a todos nos entristeció.
La primera medida fue trasladarnos al antiguo Instituto “de la muralla”, donde se ubica hoy día la Policía Local, pero la medida por lo visto no fue suficiente. Al poco tiempo desapareció definitivamente dejándonos huérfanos a unos cuantos chavales que tuvimos que reubicarnos en nuevos destinos escolares. En el lugar donde estaba el colé se instalo una vez mas, la Policía local.
En mi caso me llevaron a Santa Marta, donde me hice nuevos amigos que aún presumo con orgullo de mantener en la actualidad, fue el germen de los hoy llamados “los Simpas”.
Al llegar a casa a mediodia del cole en la extinta calle General Mola mi abuela Esperanza me habia hecho mi comida favorita, arroz a la cubana (estilo maragato): huevos fritos, salchichas de Tinina y arroz, pero antes de comer me mandaba a comprar el tomate frito marca Pomarosa a donde Aquilino. Si me sobraban algunas pesetas, era probable que me comprara algun sobre de soldaditos de plástico prusianos de la infanteria ligera en el kiosco Alonso. Ese señor que era el padre del actual propietario. Otro de los “mandaos” de paso de ir a por el tomate era rescatar a algún familiar, léase padre, abuelo, etc; que era más que probable que se hubieran quedado atrapados en el bien llamado “triangulo de las Bermudas” apurando el ultimo clarete , uséase.. el Bar Númar, El Duerna y La Verja, este último único superviviente hoy. Siempre me pasmo la originalidad del nombre del bar Númar, primeras sílabas de los hijos de los propietarios, Nuria y Marcos.
Cuando empezábamos a comer mi abuela le ponía a mi abuelo Mariano una cola de “pescao” cocido con unas tristes hojas de lechuga, pues siempre lo tenia a dieta al pobre, lo que ella no sabía es que el abuelo ya venia fino de callos, mollejas y pulpo de los citados bares. Mi abuelo sabía que podía disfrutar de mi absoluta discreción y confidencialidad en estos casos.
Después de comer tengo el recuerdo de mi abuela que me ponía el abrigo me presignaba y me mandaba al cole, esas tardes frías soleadas de invierno tan maragatas, caminando con la barriga llena por la interminable Muralla que de aquellas era de albero. En aquella época ir hasta el final de la Muralla con mi tamaño era como ir al espacio exterior, Rectivía era como otra ciudad.
A veces tenia suerte y me podia llevar el chófer de mi abuelo en el seat 131 supermirafiore color butano, o mejor y más divertido en la Dkv con un sillon que tenia instalado Tomás “el mecánico” y chófer ( hoy insigne empresario del sector automoción) para mayor comodidad de “el jefe”como todos le llamaban a el abuelo. Al llegar de nuevo a casa, que era una casa de las que se hacían antes en Astorga las clases más desahogadas con patio, terraza, jardín, garaje y cómo no, una palmera en el centro al mas puro estilo indiano. Se podia entrar o salir o por General Mola o por Rodriguez de Cela en función de tu destino.
En dicha casa, mis entretenimientos eran casi infinitos, desde quemar alguna parte del mobiliario, pues era un pirómano en potencia, como luego el tiempo pudo demostrar en numerosas ocasiones, o también entrar en el despacho de mi abuelo y operarle la vieja máquina de escribir Remington negra con las teclas redondas, que levantavan una pala con la letra presionada y la impresionaba en el papel a través de unas cintas que rodaban sobre dos tambores. En la casa había un comedor que en toda mi vida creo que lo usamos 4 o 5 veces para las Nochebuenas o cuando venía algún amigo o algún señor de negocios importante del abuelo al que había que agasajar en su paso hacia Galicia o para Madrid.
También exisia un cuarto sólo para hablar por teléfono en el que solo había el propio teléfono, una silla, varias guías de varias provincias y un papel con los teléfonos más utilizados, lo que hoy llamaríamos “favoritos” .Cuando sonaba el teléfono yo saltaba del sofá corriendo por el largo pasillo a ver sí llegaba a tiempo antes de que dejara de sonar.
Pero casi toda la vida se hacía siempre en el salón que era donde inicialmente estaba la TV en blanco y negro, donde mi abuela quedaba embelesada viendo y escuchando al que fuera después Sr Duque D. Adolfo Suarez. Debia correr el año 79 cuando llego la tv en color Vanguard que instalaba Panero, que era un señor que tenia la representacion de Whitewestinghouse para la zona de Astorga y Maragateria o eso era lo que siempre me decía.. ( donde ahora esta la Casona) que más tarde tuvo que cerrar, supongo que no pudo aguantar el tirón de la apertura de “Luengo” que para la época era todo un “mediamark” o a lo mejor porque los electrodomésticos que vendia no se estropeaban nunca, porque todavia conservo alguno en perfecto estado y funcionamiento. .
Los fines de semana se desayunaba en la galeria de cristal, por donde entraba el sol y ayudaba a calentar la casa, lo cual dadas las dimensiones magníficas de la misma no era tarea fácil. Se desayunaba leche con “Eco” que era una cosa que parecia café, no se sabia muy bien a que sabia… pero no tenia cafeína , vamos todo un logro alimenticio- y se mojaban magdalenas lo que ahora llaman “cupcakes” de Valdesandinas que este verano he podido constatar que todavia se pueden adquirir en “ultramarinos Aquilino”cómo no. Otra posibilidad eran las codiciadas galletas de nata de la “Flor y nata”si llegabas a tiempo pues no hacían demasiadas. En la actualidad no las hacen. Recientemente me comentó la señora que a partir de las Edades del Hombre (año 2000) las dejaron de hacer porque daban mucho trabajo y las vendian en seguida. Asimismo no podias comprar mas de 6 Merles porque si no se les acaban y les dejas sin ellos. Extraño concepto de marketing manejan en ese negocio a la par que indiscutible.Los archifamosos “merles” tenian su momento de esplendor en casa en las meriendas de los sábados. Los pasteles se compraban los domingos y en este apartado habia disputas familiares, pues todos coincidian en que la crema más rica era la de “La Mayorquina”pero a algunos les gustaban los “petisús” de “Velasco” o otros dulces de la desaparecida “La Confianza”.
Pero la compra grande para la casa se hacia en el”Economato”que era una especie de tienda almacén que estaba en la plaza de “Portarey” y solo podian comprar los empleados de las fábricas de mi abuelo y nosotros, para mi era muy divertido, porque nosotros no pagábamos y yo cogía tabletas de chocolate a mansalva para después mi abuela volver a ponerlas en el estante.
Pese a ejercer de nieto predilecto de los abuelos, pues era el único nieto que vivia con ellos, no estaba exento de las reprimendas de mi abuela con ese apelativo tan bonito y tan cariñoso que usaba para denominrme cuando hacia alguna trastada: “Alipende” me llamaba, con el tiempo descubrí su significado. Aún así, mi hermano y mis innumerables primos recibian muchos mas castigos y broncas, pues yo disfrutaba de pasporte diplomático en comparación con ellos a la hora de emprender algún largo viaje hasta el Parque o al Jardín del Generalisimo con mi triciclo.