Todo el mundo ha visto alguna vez un bonsái y se ha preguntado cómo puede llegar un árbol a ser tan pequeño. Esta peculiar disciplina artística nació en China hace miles de años y fue adoptada por los japoneses alrededor del siglo XI, bajo la influencia del budismo Zen. Tras una milenaria historia, el arte del bonsái, árbol ‘plantado en bandeja’, llegó a Astorga el pasado sábado en una exposición con el Jardín de la Sinagoga como acertado escenario.
Miguel Ángel Vázquez fue uno de los artistas que acercó sus plantas al público astorgano esa tarde de agosto que ya anticipaba el frío del otoño. ‘Pude ver bastante gente que iba a pasear o a aprender’, afirma Miguel Ángel, que pone en relieve la afición que hay en la provincia por estos pequeños árboles. ‘Ya sea por interés, por pasar un rato o por aprender acerca de ello, a la gente le gusta y le llama la atención’
Comenzó con esta afición en el año 1988, cuando encontró un artículo en una revista y le picó la curiosidad. Empezó a informarse y a aprender de manera autodidacta. ‘Por aquel entonces no había muchos libros y las revistas especializadas empezaban a publicarse. Ahora ya con Internet la información es mucho más amplia y variada, ni mejor ni peor, pero sí variada.’ Actualmente cuenta con unos 50 ejemplares que pueden ser llamados bonsáis, además de muchos otros que todavía están en proceso. Aunque no las presenta a ningún concurso, sus plantas pueden ser vistas en exposiciones por la provincia de León. En su colección hay algunas piezas de hasta 30 años de edad.
Son diferentes los motivos que llevan a alguien a engancharse a este pasatiempo, unos lo hacen de manera profesional, a otros les mueven motivos más personales o incluso artísticos. ‘A mí me ha servido para aprender y desarrollar la paciencia‘, señala Vázquez, que destaca la virtud de ‘mirar las cosas con cierta tranquilidad y no andar a la carrera en ciertos momentos si no hay necesidad‘. Y es que pueden pasar 10 años hasta que un pequeño brote o esqueje, después de muchos cuidados y técnica, pueda ser considerado un bonsái en condiciones.
El proceso de creación es complejo, aunque Miguel Ángel condense en unas pocas líneas varias décadas de cultivo. ‘Puedes coger la planta del monte si es legal, de un vivero o puedes plantar tú mismo la semilla. A partir de ahí empiezas a cultivarla aplicando unas técnicas’. Al principio es necesario llevar un control sobre las raíces, que no crezcan libremente y se acostumbren a un recipiente y unas condiciones concretas. Además, ‘no deja de ser un ser vivo y hay que darle alimento y agua’. Poco a poco se controla el crecimiento de las yemas y de las ramas y se le va dando forma en base a una idea previa, teniendo en cuenta que cada especie tiene unas características propias.
Esta práctica requiere de dedicación, aunque el artista afirma que no en todas las estaciones la carga de trabajo es igual. ‘La primavera, por ejemplo, es época de transplantes y si tienes que transplantar muchos sí que te lleva más tiempo. En verano, que llevo a cabo el control de plagas y el riego, no requiere tanto trabajo porque lo tengo más o menos automatizado. Otoño e invierno son etapas más tranquilas, hay que hacer otras cosas, pero no es necesario estar todo el día con el árbol encima.’
Después de más de 30 años dedicado a estos pequeños jardines, Miguel Ángel, junto a grupos de amigos y asociaciones que comparten su misma afición, acerca este arte a la gente y da a conocer en la provincia lo que el tiempo, la dedicación y la paciencia son capaces de hacer.