A la ciudad del Sil le gusta evocar los tiempos en que fue cabeza de su propia provincia, como si en el transcurso de ese sueño narcótico se aplacasen un tanto sus males actuales. Cuando en la mayoría de Castilla y León, salvo Valladolid, se pasaban apuros, Ponferrada y su comarca recibía fondos que paliaban la reconversión minera, se instalaban fábricas de palas eólicas y una nueva ciudad urbanística se diseñaba con escuadra y cartabón con alegría y desenfreno. Una ciudad para cien mil vecinos cuando se rozaban ya los 70.000 censados, más los no empadronados.
Pero la burbuja inmobiliaria estalló, las empresas cerraron en un efecto dominó nunca visto y el carbón derivó hacia una senda de planes incumplidos e intereses extraños de lejanas compañías eléctricas y gobiernos con presunta fobia y saña al sector.
Hoy, casi dos legislaturas después, ese oasis económico no existe. Y cada movimiento, por pequeño que sea, privado o público, es disputado y analizado con mente corta y egoísmo supino. Riñas de patios de vecinos.
En éstas, el gobierno local, a duras penas en manos del PP y con Gloria Fernández Merayo al frente, no solo tiene que decidir sino también negociar al estar en mayoría minoritaria cada asunto de cierto calado en el Consistorio. Heredando día tras día los errores de la fiebre de grandes contratos públicos acordados por el anterior Bipartito (exPP y exPSOE) con cita semanal en los juzgados por las prisas y las muchas sombras suscitadas entonces.
El único que está rentabilizando esta debilidad, este esfuerzo de Sísifo, es la Coalición por el Bierzo, quien toma cotas de poder y gestión a cambio de gobernabilidad que sabe le asegurarán futuros votos. Pedanías con pequeñas obras que llegan a la gente, Servicios Sociales con una población cada vez más mayor… Ponferrada necesita sacudirse el mal fario y recibir buenas noticias como en general toda la comarca.
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