La actriz madrileña Marisa Paredes, conocida por sus papeles en películas tan emblemáticas como Tacones lejanos, La flor de mi secreto (que le valió una nominación a los Goya como mejor actriz), La vida es bella y Reinas, entre muchas otras, recoge este sábado el Premio de Honor del XXII Festival de Cine de Astorga. Desde el 2000 al 2003 fue la presidenta de la Academia del Cine Español, haciendo frente a la época más controvertida y polémica de ésta, ya que en el momento inicial de la Guerra de Iraq, los profesionales del cine español se manifestaron rotundamente en contra de todo ello en la gala del año 2003. Este sábado llegará a la ciudad bimilenaria para participar en los actos de la gala de clausura del Festival de Cine de Astorga.
– El Festival de Astorga ha querido reconocer este año su trayectoria profesional con el Premio de Honor de la 22ª edición, ¿cómo ha recibido la noticia?
Muy contenta y sorprendida. Desconocía que existía este Festival en concreto, pues hay muchos festivales en España, pero no tenía referencias de Astorga. Me puse muy contenta cuando lo supe puesto que denota un sentimiento de cultura profundo. El hecho de que Astorga tenga festival de cine, implica que en la ciudad se promueva el arte.
– ¿Conoce Astorga? ¿Qué es lo que más le ha gustado de esta ciudad bimilenaria?
He estado algunas veces y he comido en Astorga. Pero ya hace años que estuve, no por motivos laborales, sino personales. Es una pequeña gran ciudad, tiene lo bueno de una pequeña ciudad y lo hermoso y lo cálido de un lugar pequeño. Además, tiene un chocolate genial y arte y ganas de ver cine.
– ¿Qué supone para el futuro del cine que festivales como este que celebra Astorga se mantengan tras dos décadas de andadura?
Es una maravilla, es lo que mantendrá vivo el cine. Hay muchos festivales de los que no tenía conocimiento, como es uno en Canarias y el Festival de cine de Carabanchel, que tiene más de una treinta años. Allí también me concedieron el premio de honor, me lo dio Manuela Carmena, lo cual para mí fue un orgullo, pues la admiro mucho. Carabanchel, que es un barrio de Madrid, tiene su propio festival y lo mantienen los vecinos. Me parece que es lo más hermoso que la gente de los barrios, de los pueblos y las ciudades pequeñas, mantengan este amor por el cine.
– ¿Qué suponen los cortometrajes para el futuro del cine español? ¿Le gustan?
Suponen una enorme fuente de inspiración y de trabajo. Pero siempre lo ha sido, ahora porque los medios técnicos facilitan el trabajo, es más fácil. Hace años, cuando las cámaras eran enormes que precisaban luces y técnicos era mucho más caro hacer una película y el cortometraje era la manera de empezar. Una película costaba, aunque fuera pequeña. Los cortos son la mejor forma de iniciarse en el mundo del cine. Hay cortometrajes maravillosos en los que se ve el director que será, como es el caso de Madre, de Rodrigo Sorogoyen.
– ¿Están las mujeres tomando con más fuerza el mundo del cine?
En el mundo del arte, siempre hemos sido más “salvajes”, como hemos estado siempre por delante de la sociedad civil. Siempre hemos estado por encima de las convenciones, antiguamente, a los comediantes y artistas no nos enterraran en sagrado, por lo que teníamos cierto privilegio de escaparnos de las normas. La mujer ha tenido que batallar, y batallará, a nivel de interpretación. En los años 80, los papeles de mujeres tenían unas determinadas características. En las películas de Saura, eran personajes banales. En la mayoría de lugares de la mujer era la buena, la mala, importaba el físico. Esto ha ido cambiando en la medida que la mujer se ha ido acercando al mundo laboral. La sociedad va para adelante y también el cine.
Cuando empecé, a mitad del siglo pasado, había muy pocas mujeres directoras, afortunadamente ahora hay muchas. Ana Mariscal fue una de las mujeres pioneras en el mundo de la dirección cinematográfica en España. Ahora las mujeres están aportando su visión del mundo. Es una parte muy positiva, significa que hay un ser humano mujer que tiene cosas que contar y a su manera. Está entrando en la sociedad.
– Comenzó en el teatro, ¿cómo fue la experiencia?
Tuve mucha suerte porque mi ansia de participar, de estar ahí, llamó la atención. Creo que mis ganas iban haciendo de “efecto llamada” por la calle. Recuerdo esa sensación de decir “Mírenme, estoy aquí y quiero ser actriz”. No pude ir a la escuela de cine, porque no tenía los estudios necesarios. Yo sabía que tenía mucho sentimiento y mucho que ofrecer, muchas ganas de interpretar sensaciones y sentimientos en diferentes papeles.
En mi casa éramos gente de pocos recursos económicos, pero desde pequeña oíamos teatro en la radio, que era una forma literaria y así empecé. Oía canciones, que eran las canciones de la época, y las interpretaba a todo pulmón por la casa. Con 8 o 9 años representaba las canciones que oía, sus historias. A los 12 o 13 años, cuando trabaja de aprendiza en un taller de costura, me apunté a la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD). Apenas tenía de estudios unos meses de taquigrafía, porque era lo que mi padre creía que era a lo que debía aspirar una mujer, a convertirse en secretaria. Pero yo en mi cabeza tenía la RESAD y me apunté, pero no me gustó, era tan soberbia que pensé que era muy antiguo lo que enseñaban. En la escuela conocí a un grupo que hacía coros para la televisión, para el Teatro de la Zarzuela, hacían playback y me apunté. Me pasé días yendo a la entrada del Teatro para ver si alguien me hacía caso, como si fuera un torero, quería que me dieran una oportunidad.
En una de esas ocasiones, una actriz me preguntó por qué iba todos los días y le dije que quería entrar, que quería ser actriz y así fue, así me llamaron para hacer la primera obra de teatro, a la que por supuesto mi padre no me dejó. Fue todo un drama en mi casa, la siguiente vez armé tal escándalo que mi padre cedió. Debuté con Conchita Montes en el Teatro de la Comedia, y como solo tenía 15 años, aunque eran otros tiempos, me acompañó mi madre.
– Después de tantos papeles en su trayectoria profesional, le será difícil escoger uno. Pero, ¿cuál ha sido el papel que más le ha gustado interpretar?
Evidentemente Tacones lejanos fue la película que me catapultó y que tuvo una destacada repercusión internacional. Antes de eso había hecho mucho teatro, algunas películas, yo empecé haciendo cine lo que había, el momento previo al destape. Estaban dirigiendo Saura, Mur Oti, Berlanga, gente interesantísima, hasta que sale la nueva promoción de la Escuela de Cine: se incorpora Pilar Miró, Pedro Almodóvar y cambia el panorama cinematográfico español.
No es que fuera fuera fácil mi papel en Tacones lejanos, fue uno de los que más me costó, las cosas no son fáciles, prefiero que tengan su parte de esfuerzo. Pero supuso mi apertura al mundo internacional. En Francia fue un exitazo y marcó un antes y después. Nunca tuve un sitio en el cine hasta que no llegó Almodóvar. Tuve éxito en television con Estudio1 representando Dostoievsky, Chejov y Kafka. Pero, en ese momento, el cine no me quería a mí y yo no quería ese cine. Sin embargo todo lo que hice me sirvió para Tacones lejanos. España no sabe la suerte que es tener a Pedro Almodóvar en el mundo del cine, no quiere decir que no haya otros, pero ahora hay muchos jóvenes buenísimos. En el momento en que yo empecé era muy duro.
– Ha trabajado en cinco ocasiones con Pedro Almodóvar, ¿Repetiría?
Me encantaría, pero eso depende de él que es quien inventa las historias. Con Pedro he tenido mucha experiencia. Nos conocíamos de antes de rodar juntos, éramos muy cómplices puesto que en esos años explota “la movida”. Después de una dictadura, de la represión, llega como un sueño la democracia. Almdóvar nunca hubiera podido existir sin la libertad. La vida es así, lo que él ha tenido, la visión de ese mundo, es porque lo ha querido mostrar. Pedro es un artista que crece y llega al mundo. Unas películas te gustan más o menos, pero no se le puede quitar la importancia de lo que cuenta.
– ¿Imaginaba cuando empezó que iba a llegar donde está ahora, con varios premios en su haber con tantas películas y obras de teatro a su espalda?
Imaginar sí, porque pensar e imaginar son libres y gratuitos. Soñaba porque tenía muchas cosas dentro para mostrar, por mi vida que era una gran carga emocional, porque cantaba todas las mañanas y tenía mucho sentido del drama. Cuando hice mis primeras cosas, Conchita Montes me preguntó y le mentí, le dije que sí había hecho teatro con antelación. Hay que tener en cuenta que 1968 había muchísima menos gente y el mundo del teatro era un refugio. Ahora todo es normal porque la televisión y las redes sociales han cambiado eso. Pertenecer a ese mundo era un acto de rebeldía y de amor, algo para escaparte de lo vulgar, del mundo a tu alrededor que no te gusta.
– ¿En qué momento se encuentra el cine español?
Se trata de un extraordinario momento del cine en España. Hay mucho talento, muchas películas que recomiendo, muchos directores como Amenábar, Almodóvar, Rodrigo Sorogoyen… Hay directores y directoras jóvenes maravillosos por lo que el cine español está en un momento brillante. Tenemos que apoyar más el cine, si no los deportes se nos comen las horas de imagen en la televisión.
– ¿Cree que las nuevas plataformas digitales afectan al modo en que se percibe el cine?
Evidentemente, lo que hace es que se deje de asistir a las salas de cine porque es muy cómodo ver el cine en casa. Pero una película está heha para verla en el cine, en grandes pantallas para no perderte ningún detalle, con el sonido envolvente en el que puedes oír el silencio de los actores. Sin embargo, está el caso, por ejemplo, de Alfonso Cuarón y su película Roma, que tuvo que hacerla a través de Neflix, nos tienen atados.
– Mucha gente joven consume menos televisión y más contenidos online, ¿cómo puede la televisión competir con este fenómeno?
Es evidente que es como cualquier momento del desarrollo técnico y digital, hay que compartir, conectar y tratar de que no te hundan. La televisión puede competir dando cosas de mucho interés. Programas que no vayan en la dirección de las plataformas digitales. Como éstas no pueden vivir de contenidos externos han tenido que empezar a producir. La televisión tiene que pensar en lo que no hacen las plataformas y tratar de dárselo ellos. La televisión es una gran arma de opinión y de crear conciencias (y de destrozarlas también), por lo que se pueden hacer programas de política pero serios, darle contenidos variados, hacer contenidos que entretengan, que formen y eduquen.
– ¿En qué está trabajando ahora?
En nada, en todo (risas). Acabo de regresar del Festival de Venecia, he tenido un par de proyectos y me han hecho alguna propuesta para Francia en colaboración con Italia, pero todo está en prefase. Depués de Petra, mi último trabajo hace ya un año y medio, estaba cansada y necesitaba parar un poco, aunque afortunadamente me seguían ofreciendo proyectos interesantes. Ahora tengo muchísimas ganas de trabajar, así que a ver qué es lo que puede salir.