Maragatería, sus costumbres y la vida de un maragato

Antonio Martínez, uno de los últimos maragatos a la antigua usanza que permanecen vivos, revive su azarosa vida en un libro autobiográfico escrito por Cristina Bernis donde nada tiene desperdicio. Empresario, tamboritero, padre, abuelo y hasta embajador de Astorga allí por donde va.
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De maragato a maragato. Ah, no, que yo soy de Astorga, y la Bimilenaria no es maragata, aunque sí la capital administrativa de esta singular comarca española. Leonesa y española, conste, o viceversa. De acuerdo, ¡pero con raíces en Santiagomillas hombre!

Hace un par de veranos que Antonio Martínez, “el jamonero tamboritero”,  me regaló dedicado uno de los ejemplares de su libro autobiográfico titulado del mismo modo con que titulo también este artículo periodístico. ¿Quién es de Astorga de toda la vida y no conoce a Antonio Martínez? Seguramente nadie, porque a Antonio lo conocen hasta las piedras, sobre todo las de la Catedral, el Palacio y el Ayuntamiento; por cientos se podría contar las veces que su tambor y flautín han sonado en otros cientos de actos en esos singulares escenarios de la ciudad.

Antonio Martínez

Antonio comenta en su libro las costumbres de la Maragatería “y la vida de un hombre que desde los 15 años hasta los 60 traginó por malos caminos y montañas”. Sus grandes maestros han sido por este orden: su padre, su madre y la propia vida. De hecho, su afán era solo trabajar “para ganar algo, no gastar y hacer amigos”, cosa que siempre consiguió. Fe de esto último damos como los notarios.

Eran tiempos donde salir con las bestias -mulas- para intercambiar productos en el Bierzo, en la cercana Galicia para venderlos luego con pueblos de la meseta de Castilla. Aquello era prácticamente la única salida que tenían los habitantes de la castigada comarca de la Maragatería. Orihundo de la Maluenga, en las estribaciones del puerto del Manzanal, muchos en sus viajes partieron para nunca volver. Desde la llegada del ferrocarril, paradójicamente inspirado por gobiernos donde astorganos ilustres participaban, mató al oficio del arriero maragato y a toda una forma de entender y de vivir la vida. Martínez es, por ello, una rara avis, pues unos pocos continuaron con el comercio por los lugares de media montaña, por donde ni el automóvil llegaba fácilmente.

“En compañía de la madre oscuridad de la noche solo, eran la soledad y sus machos -animales de carga- sus únicos compañeros”. Y Antonio toca la chifla o flautín para amenizar la cena que un buen amigo común nos ha congregado en Castrillo de los Polvazares. Esas noches y tertulias de verano y agosto que solo los astorganos y comarcanos sabemos valorar y disfrutar.

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Abrió jamonería en la céntrica plaza de San Miguel, precisamente en un local del antiguo convento que da nombre a la plaza. Muchos años después, demolido el edificio, la Jamonería Martínez, ocupa prácticamente todo el sótano y los bajos comerciales. Los hijos continúan la tradición de ofertar el mejor producto posible. Embutidos por doquier y varios condumios artesanos de toda la zona.

Jubilado sobre el papel y ante la ley, lo cierto es que Antonio no para un momento. Su grupo de folcklore le sigue fiel desde hace décadas. Pone en ello la misma seriedad, disposición y ganas que en los años donde él mismo podía dar una zapateta sin despeinarse. Homenajeado en incontables ocasiones, exhibe en su establecimiento buena parte de tantas y tantas distinciones… Lo cierto es que después de aquél añorado Aquilino Pastor, él ha asistido a bodas maragatas, reales o representativas, de lo más granado y variopinto de nuestro firmamento político y popular.

antonio martínez bollo maragato                                                        portada libro antonio martinez

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Existen, cómo no, otros tamboriteros de prestigio en la Maragatería. Jóvenes y viejos. Claro que sí. Pero hoy hablo de Antonio Martínez, su vida y su libro, con detalles tan curiosos como el local alquilado a medias con un amigo como cantina en Lucillo por 600 pesetas al año que pagaban regularmente a la Ti Dolores.

¡Antonio, cuéntame otra vez tu encuentro con el maqui Girón! Y el grupo enmudece, cesan los cubiertos de chocar con la vajilla. Él era un crío, pero su padre le enseñó a mantener el aplomo y necesario frente a las escopetas y las pistolas. ¡Un jamón entero que se comieron entre la noche y la mañana, vaya hambre que tenían que tener! Eso sí, el dinero de la última feria a buen recaudo por mucho que les insistieron… Una anécdota más, una arruga, bella muestra de las experiencias vividas y el paso del tiempo.

Y es que hablar con Antonio Martínez es encontrarte ante un hombre aparentemente hosco, pero cuando uno quita el miedo, sobre todo el escénico a no hacer ni decir nada ridículo, se da cuenta de que tiene ante sí un libro de carne y hueso abierto para escuchar y no leer. Tertuliano sin par y amigo de sus amigos. Y aunque lo conocía de siempre, desde hace unos años bien puedo decir alto y claro que Antonio es amigo mío.

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Fotos: Archivo Diario de Astorga-Astorga Digital, Consejo Regulador de la Cecina de León y Blog: pueblos de españa/maragatería

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Un comentario en “Maragatería, sus costumbres y la vida de un maragato

  1. Quisiera comprar el libro pero me han dicho que lleva tiempo agotado, así es que no entiendo su publicidad ahora. ¿ Es que se va a reeditar ? en ese caso, estamos muy interesados en su adquisición.

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