Mangantes

La Docta Casa fija tres acepciones para la palabra mangante. A saber: hurtador, sablista y sinvergüenza. El trío va a encajar como anillo al dedo en lo que va contar esta columna con su desdoble ideológico, porque hoy se asiste atónito a los agravantes y desagravios en clave tribal. En el análisis domina el quién sobre el qué. Una perniciosa perspectiva.

España sabe de picarescas. Inventó a su agente, el pícaro. Lo presentó ante el mundo como el desclasado superviviente, proclive a simpatías sociales. Era un personaje no exento de comicidad imaginativa y robaba, más que para prosperar, para poder comer. Tutelado por un miserable, la convivencia entre tutor y pupilo, era una pugna entre la avaricia y la bellaquería.

Como una picaresca, aunque a base de tanta reiteración, ya es mangancia declarada con todos los atributos consignados por la RAE, en una misma semana emergen dos nuevos casos; uno, en la más nítida tradición de los corruptos; otro en el estilo de los potentados que quieren escribir la ley, no con los ojos ciegos, sino con el chantaje de sus muchos dineros.

Ya huele a elecciones. Se abre la caza a discreción  de dosieres y desprestigios. De una parte, el llamado caso tito Berni, título adecuado para un sainete más de los clásicos pelotazos. Puesta en escena hortera y anacrónica.  Comilonas y barraganas como banderín de enganche del tráfico de influencias.

Lo segundo no es corrupción en la literalidad, pero sí mangancia arrogante de los poderosos con ínfulas de derecho de pernada. Ferrovial, una empresa que se hizo grande acudiendo a las licitaciones de obra pública dotadas con dinero del contribuyente, se hace ahora la holandesa y traslada su sede social a los Países Bajos, para tributar allí, alegando que España es un país sin garantías legales para los empresarios. En nuestra ingenuidad todavía nos creíamos que empresario y patriota eran términos bien conciliados. Vemos que no. Que la demostración de patriotismo de algunos de estos magnates es la correa del reloj con los colores de la bandera.

Las dos cuestiones tienen el mismo olor a podredumbre. Los de acá se pondrán la pinza en la nariz para los suyos. Los de allá harán lo mismo con sus compadres. Esto de la picaresca es muy de tomar partido.

Por cierto, a los implicados de tito Berni se les llama jocosamente diputeros. Para el otro, yo caigo en la cuenta de la similitud fonética entre mangante y magnate.

ÁNGEL ALONSO

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Un comentario en “Mangantes

  1. Sin estar completamente de acuerdo con la actitud de ferrovial, aducir los contratos públicos es una pataleta sin sentido ni fundamento. Ferrovial se presentó a un concurso público, lo ganó,ejecutó la obra y cobró. Con lo que desde mi punto de vista no le debe nada al estado. Más bien al revés, el estado debería de estar agradecido por la riqueza que ha creado vía empleo y recaudación de impuestos, tanto a la propia empresa, como a sus trabjadores. Lo que hace falta es saber gestionar bien los dineros y en eso holanda nos da mil vueltas. De ahí que esquilmando menos a las empresas los ciudadanos tengan el mismo o mejor nivel de servicios públicos que nosotros. Muy probablemente porque no son expertos en derrochar dinero, si no en crear capital

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