El viento todavía traía olor a la pólvora de los cañonazos de salvas en honor a Napoleón –magnífico, por cierto, espectáculo- de la plaza astorgana de Santocildes, cuando el Gobierno presentaba en Madrid el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. El espíritu de este borrador viene plagado de malos augurios para las tierras de interior, es decir para la España vacía. El éxito de los Presupuestos del Gobierno Sánchez dependerá del apoyo de la España periférica y, sobre todo, de los nacionalistas e independentistas. Vascos, catalanes, andaluces –en plena campaña electoral-, valencianos y otras comunidades periféricas tienen la llave de esos Presupuestos. La España vacía, es decir las dos Castillas, León, Extremadura, Aragón y alguna otra más, son insignificantes debido a la tradicional lealtad al mandato de las cúpulas de los partidos políticos con residencia en Madrid.
Miles de millones de euros irán destinados a pagar deudas históricas de las comunidades de la periferia, así como a financiar obras de infraestructura que les permita ahondar aún más en las crecientes diferencias con las hermanas pobres de la España vacía. Los votos decisivos se pagan a precio de oro, aunque ello signifique seguir financiando procesos independentistas. La espiral diabólica. Son las contradicciones de nuestra democracia, basada en un mal calculado sistema electoral. Y que nadie quiere reformar.
Pero no todo es malo. En estos Presupuestos suena bien la subida del salario mínimo interprofesional. Los gobiernos anteriores de Rajoy basaron las medidas para salir de la crisis en recortes de todo tipo y, sobre todo, en la contención salarial, por lo que las clases sociales más bajas han sido las grandes perjudicadas. Ahora se quiere corregir en una mínima parte ese desaguisado, que ha permitido en estos años que el cobro de una nómina no evite la pobreza. La precariedad laboral, encadenar contratos temporales mal remunerados y de cortísima duración, sólo ha provocado una mayor desigualdad salarial y una enorme brecha económica entre los de arriba y los de abajo. Los trabajadores pobres forman ahora una nueva clase social, como en los albores de la revolución industrial.
Ay, pero la subida del salario mínimo interprofesional – sin olvidar la subida del diesel- provocará daños colaterales entre los autónomos, un enorme colectivo de heroicos trabajadores, maltratados sistemáticamente y paganos de la crisis. Las cuotas mensuales de los autónomos subirán sin que ello traiga consigo mejoras de ningún tipo. Sistemáticamente en España se grava el emprendimiento, la innovación y la capacidad de riesgo. Pymes de uno o dos empleados, comercios, despachos profesionales, freelancers, bares y pequeños hosteleros siguen siendo los apestados de un sistema económico que prima la desigualdad y que ahora el nuevo Gobierno de Sánchez quiere perpetuar.
Eso sí, durante este largo fin de semana, León y la provincia, han estado repletos de visitantes hasta la bandera. Es un respiro. Un alivio. Por unos días, la España vacía se ha llenado. Un espejismo. Los presupuestos de Sánchez se basan precisamente en el incremento de la demanda interna y en el consumo. A pesar de los pesares, el ciudadano medio tiene ganas de respirar, de luchar contra los elementos, de divertirse, de ir contra corriente. Ojalá esa tendencia no desemboque en desafección.