Luis Artigue: “Café jazz el destripador es una novela para este tiempo que estamos viviendo en el que tenemos que saber improvisar”

El escritor leonés comparte este domingo en el Jardín de la Sinagoga su último trabajo publicado y comparte en esta entrevista todo su cariño y su experiencia personal con la obra
Luis Artigue presenta ‘Café jazz el destripador’ en Ponferrada. / César Sánchez

El escritor leonés Luis Artigue presenta este domingo, dentro de la programación del Festival Tronco Sonoro, su libro Café jazz el destripador. Artigue ha publicado seis novelas, entre ellas Club La Sorbona, premio Miguel Delibres, y también cuatro poemarios. Ganó en 2019 el premio Celsius con la fantástica y neurótica Donde siempre es medianoche y en 2013 el Miguel Delibes con Club La Sorbona.

En su último trabajo, que presenta en Astorga el domingo a las 19:00 horas, recoge en formato biopic la vida de Miles Davis, el trompetista y músico de jazz. En esta entrevista nos cuenta sobre su obra, que se vio afectada sobremanera por la pandemia, su experiencia personal con el jazz y los personajes que pueblan esta obra. Una charla con un escritor que nos abre las puertas a un mundo donde todo es posible y el jazz marca el compás de la vida.

Pregunta: Define su novela como una obra histórico-esotérica, con esa presentación ¿qué va a compartir de usted y de su novela con el público astorgano el domingo?

Respuesta: El acto se enmarca dentro de un festival de blues en Astorga y mi aportación es esta novela histórico-esotérica porque la música tiene ese poder. Esta novela es una especie de biografía del músico de jazz más importante de la historia, a mi juicio, que es Miles Davis. El jazz bebe de esas fuentes del blues y del ragtime en sus inicios. Miles tiene una vida muy singunlar. Yo sostengo que cómo pudo un hombre con una vida tan desgobernada, hacer esa música tan sutil, prodigiosamente lírica y sostengo que llevaba un demonio dentro.

Cuento una historia histórica en el Harlem del Nueva York en los años 40-50 y 100 años antes, el demonio que llevaba dentro y que le dirigía, sostengo que Miles era la reencarnación de Baudelaire. Llevaba dentro el espíritu del mal y voy contando las dos historias a la vez. Y todo con mucha histórica y mucha música.

P: ¿Cómo es el trabajo de documentación en una novela inspirada en dos personajes tan famoso y conocidos?

R: El proceso de documentación es apasionante, fui mucho a ese París. En común ambos personajes tienen que Miles visitó dos veces en París, estuvo en el Festival de Jazz, en una ocasión fue con su amigo y maestro satánico en los mundos del mal creativo y del jazz Charlie Parker, y allí tocaron e hicieron historia en un concierto genial. Volvió de nuevo Miles solo y conoció a Juliette Gréco, a Picasso, a Boris Vian, a Sartre, a toda la intelectualidad del momento. Quizá eso fue lo que precipitó a Miles, que volvió a Nueva York deprimido por la separación de Juliette Gréco, cayó en la heroína y en todos los infiernos que él tuvo.

Me documenté mucho a través de esos dos viajes a París de Miles, me di cuenta de que el espíritu de Baudelaire estaba completamente en la vida de Miles. Cómo pudieron hacer una obra tan sutil, matizada, lírica, elevada… dos monstruos del mal. Pues la respuesta está en esta novela, en ese París decadentista de 1860, el final del reinado Luis Felipe de Orleáns, el París libertino de los tabernones catastróficos, los cafés, las bailarinas. Ese París nos impregna del mal creativo y en el espíritu de Harlem de los años 50 está también eso, el mal hechizante y todo su influjo para atravesar la creatividad humana y hacer con ella una fuente de pervertida perfección estética.

P: Miles Davis, una de las figuras más relevantes, innovadoras e influyentes de la historia del jazz, ¿cómo se aborda a ese personje real?

R: Esta novela Cafe jazz el destripador es un local famoso en Harlem, donde tocaban los músicos y que en realidad se llamaba Café Bohemia y allí Miles tocaba mucho. A partir de los años 50 abordo toda la biografía de la vida de Miles y hubo un momento en el que él realmente se perdió, pasó varios años en los que estuvo muy enganchado a las drogas, vivía de las mujeres, de sablear a sus amigos, prácticamente no tocaba y se sabe muy poco de su vida. Hubo un momento en que gracias a un amigo, un baterista de jazz, pudo volver a San Luis, Illinois, a casa de su padre.

Aquí entra la ficción. Miles es una de las pocas personas que se desenganchó él solo de las drogas estando en casa de su padre y pasando un infierno de rehabilitación y abstinencia. Yo sostengo que su padre no le llevó a un centro de desintoxicación sino que le llevó a un exorcista. Cuento la historia del exorcista, una especia de santo conectado con importantes corrientes espirituales que le hace el exorcismo y lo narro. En el exorcismo se ve que lleva dentro el demonio de Baudelaire y el exorcista nos va contando las dos historias a la vez. ¿Cómo confluyen la historia de Miles en el Harlem donde hay una revolución musical y la historia de Baudelaire donde hay una revolución artística cien años antes en ese París? Pues para saberlo recomiendo la lectura de Café jazz el destripador.

P: Señala que uno de los grandes temas de la novela es el “malditismo”, ¿cómo lo aborda?

R: El malditismo es una especie de culto a lo más negro, oscuro, de la existencia y del alma humana como fuente de alma creativa. Los clásicos, hasta teológicos a los que cita mucho este santero exorcista como Santo Tomás de Aquino, que tiene una obra muy importante sobre el mal, nos dice que el mal es muy poco en el conjunto de las obras de Dios, pero es muy vistoso poque es muy creativo. En ese sentido, ha habido gente a lo largo de la historia que se ha aproximado a ese lado oscuro para crear.

Estos son los malditos y en Francia hay una gran tradición desde el Marqués de Sade, etcétera, y el príncipe de todos los malditos creativos es Charles Baudelaire con sus Flores del mal. Yo creo ver en los músicos de jazz en general, en Miles en particular, mucho de este malditismo con su acercamiento a las drogas que en el París decadentista eran las drogas opiáceas -opio, hachís- en Nueva York la heroína, realmente tienen muchas concomitancias vitales, creativas, atmosféricas, vivían en el mismo mundo y lo que tienen en común es esto. Esta religión o esoterismo invertido que es el malditismo, una especie de espíritu satánico que ayuda a crear. Es como si llevaran un demonio negro dentro, es como si necesitáramos para creae estar poseídos y, además, renegar del exorcista que nos quiere sacar el demonio que necesitamos para crear esta belleza.

P: ¿Hay en Luis Artigue un poco de este espíritu maldito para la creación?

R: Hay justo lo contrario. Me considero una persona feliz y realizada y llevo mucho tiempo haciendo novelas y escribiendo y llevo mucho tiempo pensando que había demasiadas buenas personas en mis novelas, que había proyecciones de mí. Necesitaba adentrarme un poco en esto. Quizá porque el césped del vecino siempre parece más verde, siempre te fascina lo que no tienes; siempre me ha fascinado la gente que crea desde el mal, desde el lado oscuro, desde ese lugar en el que nunca estoy. Siempre me ha parecido un misterio cómo Miles pudo hacer algo tan bello como el Kind of blue, llevando esa vida tan desordenada y también desarreglando de esa manera los sentidos. ¿Cómo pudo hacer una perfección metafórico-musical tan hermosa Baudelaire como en sus Flores del mal?

No es porque yo esté cerca de eso por lo que he hecho esta novela, es porque no lo entiendo. Muchas veces, para poder entender las cosas que no entiendes, hay que escribirlas, narrarlas. He narrado una historia que me ha iluminado y que espero ilumine a los lectores.

P: Habla de la música con pasión, ¿es la música una parte importante de su vida?

R: Estudié música, tocaba varios instrumentos, y siempre la música ha sido muy importante en mi vida. Hasta los 18 años en que por una enfermedad grave, estuve mucho tiempo en un hospital, y tuve un déficit en los miembros motores que ya no me permitió seguir tocando música. Siempre he tenido un melómano dentro de mí, lo he conservado.

En el hospital había una chica en una habitación de al lado, que se llamaba Sonia, tenía la cabeza afeitada y un tumor cerebral, pero ella podía moverse y llegaba a mi habitación. Me ponía en los walkman Radio3 muchos programas de jazz, hablábamos mucho de música, y eso siempre ha hecho que tenga una especial predilección por el jazz.

Hace muchos años escribí otro libro Tres, dos, uno… jazz, que fue Premio Ojo Crítico, y con este libro es un nuevo acercamiento al jazz de otro modo. No sé si el jazz es mi estilo favorito de música, sino que siempre lo he considerado parte de mi reconstrucción. Una metáfora de mi reconstrucción. Un pueblo se liberó de las cadenas mediante la música; igualmente nos podemos liberar de la enfermedad, de la adversidad, mediante la música. En eso el jazz es ejemplificador. Me gusta especialmente. Miles consiguió eso, se liberó mediante de todos sus demonios, de todos sus desastres, sus desapegos, siempre mediante la música. Se elevó a sí mismo y nos elevó.

P: El libro se publicó en febrero de 2020 y la pandemia, el confinamiento domiciliario comenzó en marzo, ¿cómo se ha visto afectada la presentación de la novela desde entonces?

R: Totalmente, Café jazz el destripador es una novela damnificada por el Covid, o quizá un testimonio del mismo. Yo tenía una promoción montada por la Editorial Preciosa, en el que íbamos a tener un acto en Madrid con Almudena Grandes, en los cursos de verano de El Escorial con Antonio Gamoneda. Todo se suspendió, pero no sabíamos antes que nos iban a confinar, porque sino hubiéramos retrasado la publicación. Cuando la novela se publicó solo dio tiempo a una presentación y nos confinaron. Ese confinamiento, que parecía que iba a ser breve, se fue renovando y en ese tiempo la novela quedó en stand by. Pero tengo un lema en la vida: Todo es porque tiene que ser.

A lo mejor tenía que ser así y retomamos, de la manera que se puede, la promoción de esta novela. Pero por el medio sentimos que tenemos resaca vital, resaca social y sentimos que ha habido un huracán en el mundo. Parece que estamos en el mismo punto, promocionando la novela, pero no estamos en el mismo punto, porque por el medio esos demonios de los que habla la novela, que han de ser exorcizados, se han hecho con el mundo entero. El mundo entero necesita ahora mismo un exorcista.

P: ¿Cómo cree que ha afectado la pandemia al ámbito de la cultura?

R: Es importante hacer notar que para conocer el verdadero tono de blanco hay que confrontarlo con el negro. Ha afectado de una manera positiva. Soy optimista, porque el mundo se ha dado cuenta de que la cultura nos ha salvado del hacinamiento, del confinamiento, de la soledad. Mediante la cultura hemos sabido que pueden restringirnos el espacio pero no la libertad. Nos hemos dado cuenta que la música, el arte, los libros, son los que nos han amplificado la libertad que el Covid nos había restringido.

Nos hemos dado cuenta que sin eso no somos nada. Es cierto que no ha podido haber conciertos, cine, teatro, pero hemos sabido, como nunca quizá, la importancia del teatro, de los conciertos… Hay algo que no nos pueden quitar y es esto. La cultura ha sufrido económico, pero se ha revitalizado espiritualmente. Nuestra necesidad de ella se ha vuelto más hipnótica, una de nuestras drogas más preciadas, es nuestro narcótico social. Sin ella no habríamos podido atravesar el calvario del confinamiento de la manera tan desesperada, pero digna, como lo hemos hecho.

P: Hablemos de usted, ¿cómo empezó en el mundo de la literatura?

R: He dicho en algunas ocasiones que mi primer recuerdo de escritor es una expresión leonesa, estábamos columpiándonos mi padre y yo. Mi padre es albañil, estábamos en lo alto del andamio mi padre y yo poniendo ladrillos, eso es columpiarnos. Yo tendría 10 años y mi padre me preguntó, “¿Tú qué quieres ser de mayor?” Y yo le dije: “Quiero ser poeta”, me dijo: “¡Poeta lo queremos ser todos, so vago!” A partir de ahí me di cuenta que había, como nos dicen los clásicos, un mundo material y un mundo espirítual que se corresponden con las luces y sombras.

Había el mundo de todos los días y yo podía, allí en el pueblito, ensoñarme con el mundo espiritual. Pero tenía que ser esotérico, no accesible a todas las personas, porque no todos lo entendían. Y empecé a leer, los libros que se leían entonces: primero libros infantiles, luego juveniles, después tuve la suerte de ir a un colegio donde había una formación muy buena, y tuve una guía en las lecturas que iba haciendo. Siempre he tenido una cultura esotérica, es decir, algo privado no accesible a los demás. Siempre una distancia en mí como lector entre lo que había que leer para el examen, o los periódicos, y lo que leía en la oscuridad del ropero, que decía Federico García Lorca. En la oscuridad del ropero leía fantasía, ciencia ficción, novelas de terror, poesía decadentista, surrealismo, las cosas más locas. Y siempre que no estaba en el canon, me gustaba el género. Me gustaba el terror, la novela tosca, las novelas vanguardistas de los años 20-30.

Todo eso me fue formando. Tengo devoción por el lenguaje enjoyado, las metáforas de alta resolución. Todo eso es como mi mundo privado. Estudié Literatura en la Universidad, pero había que leer lo que está en el canon. Tengo esos dos mundos: la parte académica, la parte de género. Me gusta la literatura popular tanto como la académica, creo que tiene su función. Trato de fundir los dos mundos en mis novelas, esta claramente lo es. Me pasa lo mismo con la música, me gusta la música culta y como la música popular, las dos tienen ámbitos en mi alma. No entiendo la escisión entre lo académico y lo popular, como no entiendo la escisión entre ciencias y letras, como tampoco entiendo las simplificaciones y categorizaciones que se hacen desde la teoría de la literatura para explicar la Literatura.

No entiendo los géneros literarios. Soy un degenerado y no creo en los géneros.

P: ¿En qué está trabajando ahora?

R: Tiene mucho que ver con todo lo que estamos hablando. Te estoy hablando de una novela, pero por el medio nos ha atropellado socialmente un autobús. El tiempo se ha detenido por la pandemia, entonces ya no tengo el ritmo normal. Confieso que hace mucho tiempo que no escribo poesía, pero tengo varios libros de poesía inéditos y nunca he tenido tiempo de revisarlos. Ahora los estoy revisando y probablemente publicaré uno pronto.

Igualmente, siempre he necesitado que mi cabeza, corazón y alma se hayan alejado de la novela que acabo de publicar, para poder empezar otra. Pero en esta ocasión te estoy hablando de una novela, pero mi alma, corazón y mi mente están en otra porque ya he hecho todo el duelo de terminar esta novela, que se despida de mí y vaya a los lectores por todo lo que ha pasado.

Hay un poco de adulterio inconsciente, en el hecho de estar hablando en los medios de la presentación de una novela, cuando en realidad con tu corazón estás en otra. Es algo que siempre he respetado en mí, pero en esta ocasión, por el contexto de la pandemia que alteró los ritmos, en realidad ya estoy con otra novela muy avanzada y, sin embargo seguimos hablando de esta.

Pero el jazz nos enseña, y esta novela nos lo recuerda, que se trata de improvisar. El jazz es música sin partitura, sin ley, como es la vida humana que se caracteriza por la imprevisibilidad. Todo es imprevisible. El jazz nos enseña que hay que vivir el momento y hay que saber adaptarse a todo, hay nuevas sonoridades, improvisaciones constantes… Entonces, quizá, esto que ha pasado porque tenía que ser. Café jazz el destripador es una novela para este tiempo que estamos viviendo en el que tenemos que empezar a cambiar las normas, a saber improvisar mejor y adaptarse a un nuevo ritmo. Los ritmos monocordes de la vida social nos estaban encorsetando un poco y esta pandemia es una putada social y son lo bueno de la vida cuando existe la palabra “después”. El jazz nos ayuda a adaptarnos al nuevo ritmo del después.

P: ¿Algo más que quiera compartir con nosotros?

R: En esta novela, además de hablar de Baudelaire, de Miles, habla de mujeres. Siento y pongo mucho acento en los personajes femeninos. Aquí hay una “venus” blanca, que es Juliette Gréco, una “venus” negra, que fue Frances, que es la única con la que se casó alguna vez; el contraste entre ellas. He tratado de entenderlas mucho. Me parece que son el motor de la historia, de toda la historia en que las mujeres son el motor. Como siempre se ha hablado del jazz como una música de raza y del malditismo y el París decadentista como un mundo muy de hombres, pongo el acento en lo contrario y discuto esa premisa.

Son muy importantes las mujeres en Miles, incluso era bisexual, el lado femenino, y considero que el blues es el lado femenino de la música de jazz. Pongo especial acento en cómo en ese mundo racial, visceral y lleno de testorerona, que es el jazz en el Harlem de los años 50, había un hálito femenino que muchas veces nos pasa desapercibido porque no miramos con atención. Y esta novela ayuda a mirar con atención ese lado femenino de la música de jazz. En cuanto a la vida de Baudelaire, ni hablamos. En el París decadentista, muchas veces las mujeres están muy estereotipadas y yo, sin embargo, me he acercado a su vida y a su obra de otra manera. Veo el elemento femenino, las mujeres de su vida y de su obra, más allá de la madre, la virgen y la puta. Hay algo más. Hay un motor en ese París, en la absenta y las noches. Y para quien quiera saberlo, le recomiendo la lectura de esta novela.

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