Los pactos que vienen

Ha llegado la hora de hablar de pactos y consensos. Ya era hora, la verdad. Pero habrá que ver cómo se pasa de las musas al teatro, es decir si es sólo una pose propagandística o hay de verdad voluntad política. Todo comenzó a nivel nacional cuando la avalancha de opiniones a favor de unos nuevos pactos de La Moncloa obligó primero al PSOE y al Gobierno y después al PP a comprometerse a hablar y negociar. Pero como esto es, en el fondo, un juego de trileros, el PP se adelantó proponiendo que el diálogo se hiciese en una comisión parlamentaria, con la aviesa intención de convertirla en una comisión de investigación sobre el coronavirus, y el PSOE contestó con una zancadilla política al ser el primero en presentar la iniciativa en el registro del Congreso de los Diputados. Malos y pocos mimbres para tan alto propósito. Pero esta es la clase política que nos ha tocado tener al frente de la mayor crisis sanitaria y económica de la historia moderna de España. ¿Están estos políticos a la altura para planificar la reconstrucción? Ya lo veremos, pero no han empezado bien.

Estos buenos propósitos de negociación también han tenido reflejo en la Junta de Castilla y León, cuyo presidente, Mañueco, ha tendido la mano a la oposición para negociar unos pactos por la reconstrucción. Sin duda, presidir un gobierno de coalición y sentir en el cogote el aliento de Ciudadanos han sido determinantes para que Mañueco adopte una pose moderada, conciliadora y negociadora. Es lo que tiene no poder hacer uso de las mayorías absolutas de los últimos treinta años. El PSOE autonómico acepta el reto de Mañueco y se sentará a la mesa. No le queda más remedio, tras el anuncio del presidente Sánchez de que los pactos por la reconstrucción han de hacerse en autonomías, diputaciones y ayuntamientos, gobierne quien gobierne.

Esta semana toca pleno, por ejemplo, en el Ayuntamiento de la capital y en la Diputación. El alcalde Diez ya se ha adelantado y ha propuesto abrir las negociaciones a los agentes sociales, siguiendo el modelo del Diálogo Social. Pero la verdad es que el Ayuntamiento tiene poco margen de maniobra, ya que es uno de los municipios más endeudados de España y su obligación prioritaria es rebajar la deuda. Así y todo ha adoptado una serie de medidas de ayudas, subvenciones y aplazamiento en el pago de tasas e impuestos que deja a las arcas municipales al límite de la legalidad y, sobre todo, de la asfixia.

Una posición muy distinta es la de la Diputación, con unas cuentas absolutamente saneadas y con un superávit  escandaloso y de vergüenza, que se viene repitiendo desde hace años sin que los anteriores gestores del PP y los actuales del PSOE sean capaces de gestionar con eficacia y en tiempo y forma el presupuesto anual. Este año el superávit neto estará en torno a los 75 millones de euros, pero el bruto será el doble. Dice su presidente, Morán, que Hacienda les obliga a invertir sólo el 20% de ese superávit. Es verdad, pero no es menos cierto que él, como miembro destacado de la Federación de Municipios de Castilla y León, sabe que el Gobierno va a abrir la mano para que ese superávit se pueda invertir en medidas anti crisis. En cualquier caso, no es de recibo que Diputación, año tras año y gobierne quien gobierne, genere unos superávits indecentes dadas las necesidades de la provincia.

A ver si en esta semana sale de la Diputación un plan consensuado para la reconstrucción de la provincia o seguimos con más de lo mismo, es decir en seguir alimentando el superávit y los remanentes. La obligación de la Diputación no es ganar dinero o dejar en la hucha improductiva decenas de millones de euros sino cubrir las necesidades de la provincia. Eso sí, para la propaganda siempre hay dinero. Para algunos.

 

 

 

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