Miriam Badiola Sobrevuelan el terreno a una altura de entre 10.000 y hasta 28.000 pies, tocan tierra de pie y haciendo el mínimo ruido posible para poder infiltrarse en territorio enemigo y pueden volar durante casi 50 kilómetros a velocidades de hasta 180 kilómetros por hora.
Se trata de los miembros de la Brigada ‘Almogávares’ VI de Paracaidistas que, durante toda esta semana, desarrollan un ejercicio conjunto internacional de ‘Lone Paratrooper’ en el aeródromo militar de la Academia Básica del Aire, en La Virgen del Camino.
Más de 170 paracaidistas de los ejércitos de Tierra -con la Compañía de Reconocimiento Avanzado de la Bripac y de los Grupos de Operaciones Especiales-, del Aire -con el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo y el de Zapadores paracaidistas-, equipos de la Guardia Civil y la Policía Nacional y equipos de Brasil, Francia, Italia y Portugal participan en un ejercicio de intercambio de experiencias y mejora de la interoperatividad de unidades de infiltración a gran altura con empleo de oxígeno.
Junto a ellos, el apoyo de medios aéreos está formado por un avión Hércules americano, un Airbus español y otro T-21 también del ejército nacional.
Durante estos ejercicios, los paracaidistas saltan desde alturas de hasta 28.000 pies, lo que equivale a unos ocho kilómetros por encima del suelo, y logran infiltrarse en territorios situados a unos 50 kilómetros de distancia de la zona del salto, en un tiempo aproximado de media hora.
Así, en el ejercicio que se desarrolló este miércoles 9 de mayo en la base aérea de la Virgen del Camino, el avión voló hasta los Barrios de Luna, desde donde saltaron los paracaidistas que lograron regresar a la base en un cuarto de hora, a una velocidad media de 50 kilómetros por hora.
A vista de pájaro
El sargento Alonso Martín fue uno de los protagonistas del salto de las tropas españolas y realizó una práctica de infiltración a gran altura con oxígeno, lo que supone “un salto muy técnico, con mucho equipo y unos requerimientos fisiológicos especiales” al situarse el avión en el que viajaba a 24.000 pies, es decir, a unos ocho kilómetros de altura sobre el suelo.
El salto desde la nave se realizó sobre la zona del pantano de Barrios de Luna y pudieron pisar tierra aproximadamente a tres kilómetros de la Academia Básica del Aire, ya que aunque estaba previsto que aterrizasen en el aeródromo, las condiciones del viento lo hicieron imposible.
Un viento que en los más de 20 minutos que voló le permitió alcanzar una velocidad máxima de 60 kilómetros por hora, mientras que en condiciones favorables se pueden llegar a alcanzar hasta los 90.
“Pocos pájaros pueden ver las vistas que acabo de ver, las montañas o los picos nevados, es una sensación maravillosa”, aseguró el militar, que confesó darse la vuelta en algunas ocasiones para poder contemplar las vistas a las montañas y “disfrutarlas mejor”.
El bautismo del capellán
El capellán castrense de la Academia Básica del Aire, Francisco Javier Boada González, saltó hoy en paracaídas por primera vez, a unos 10.000 pies de altura, en un tandem acompañado por un instructor que le dio “las indicaciones precisas” y al que calificó como “un ángel de la guarda”.
De su salto destacó “la caída libre” que fue “lo más emocionante por la gran velocidad”. También se emocionó con el silencio, que le permitió escuchar por primera vez “el silencio elocuente de Dios”.
Sin notar miedo en el momento de tener se saltar del avión, Boada depositó su confianza en el piloto que le acompañaba, y sintió “la belleza de la creación de Dios” al contemplar desde el aire, por ejemplo, la “nitidez” con la que se distinguían los pueblos cercanos al aeródromo de la Virgen del Camino.