Los límites no están en la mente

El madrileño, residente en San Justo de la Vega, Rafael Fernández, realiza trabajos de voluntariado en la asociación de enfermos de Alzheimer de Astorga y Comarca desde hace 10 años, a pesar de su discapacidad intelectual 

El joven, natural del barrio madrileño de Móstoles, pasó una pequeña parte de su vida en Madrid. Rafael Fernández sufre discapacidad intelectual desde que nació. Esto no supuso una traba para llevar una vida como cualquier otro niño. De este modo, cuando cumplió 3 años, Rafael fue escolarizado en un colegio de Madrid a pesar de la discapacidad que sufría. Mediante cursos de adaptación e integración el joven consiguió llevar una vida normal sin sufrir exclusión social. Y cuando apenas tenía 10 años su familia y él hicieron las maletas y se trasladaron al pueblo maragato San justo de la Vega.

Tras la llegada a este pueblo, el joven de temprana edad se aficionó a la música, y así fue como la banda de este pueblo lo incorporó para formar parte de ella y tocar un instrumento, en concreto el bombo. Los años siguientes continuó sus estudios en la ciudad de Astorga, en el colegio de Las Escolapias, lo cual compaginaba con otra de sus aficiones, el deporte.

Entre sus deportes favoritos se encontraban el ciclismo y el atletismo. Fernández formaba parte del equipo de atletismo para personas con discapacidad de la ciudad astorgana. Pero con el ciclismo su afición fue mayor, el joven compitió a nivel autonómico hasta llegar a participar en un certamen de ciclismo para personas discapacitadas en un torneo de Holanda. También cabe destacar que le apasiona el mundo del motor, y tanto es el afán por los coches, que cuando cumplió la mayoría de edad le regalaron una práctica de coche en una autoescuela, “fue uno de los grandes días de su vida”.

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Al alcanzar la mayoría de edad, el joven terminó sus estudios consiguiendo el nivel básico de lectura y escritura que conserva actualmente. En este momento fue cuando sus padres, Gerardo Fernández e Isabel Grañeras, decidieron adentrar al chico en el mundo laboral. Tras varios intentos en varias empresas no lograron más que simples “formaciones de prueba”. Comenzaron a cerrarse puertas laborales para el joven. Pero los padres, “no tiraron la toalla”, tomaron otra alternativa. Al ver que su hijo era excluido de todas las empresas en las que intentaban que desempeñase una labor, pensaron en la posibilidad del autoempleo, “consideramos que igual se podía incorporar en algún proyecto de la Once y solicitamos empleo en dicha organización para mi hijo”, indica Gerardo, pero no fue más que otro intento fallido de iniciación en el mercado laboral.

Después de tres años de lucha y esfuerzo por parte de Gerardo e Isabel por conseguir una ocupación para su hijo, dieron un vuelco a su búsqueda, “pensamos que nuestro hijo podía desarrollar la figura de voluntario, ya que todas las puertas se habían cerrado para él”. En este momento, los padres de Rafael se pusieron en contacto con la asociación de enfermos de Alzheimer de Astorga y Comarca para proponerles que su hijo se incorporara a su centro de día para desempeñar tareas de voluntariado.

Desde la asociación, se aceptó la propuesta y desde ese mismo momento, Fernández, consiguió al fin un lugar de ocupación que conserva actualmente. Y ya son 10 años los que Rafael acude día tras día al centro para realizar las tareas correspondientes. Rafael acude a diario al centro por las mañanas, allí realiza tareas que sirven de ayuda tanto al personal que trabaja en el centro como a las personas enfermas que están en el mismo. “Rafa es uno más, es muy querido por sus compañeros, los que le ayudan a que desarrolle plenamente sus labores mediante rutinas de trabajo”, señala Gerardo.

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El trabajo desempeñado por Rafael durante todos estos años fue reconocido este jueves durante la tradicional cena benéfica organizada por la asociación de enfermos de Alzheimer de Astorga y Comarca, la que le otorgó un diploma como reconocimiento a sus 10 años como voluntario en la asociación. “Para nosotros es un orgullo que nuestro hijo reciba este reconocimiento por parte de la asociación” indica Gerardo, a la par que señala que “Rafa está muy ilusionado con esta mención, al día siguiente nos pidió enmarcar el diploma para ponerlo en su habitación”.

“Mi hijo es un ejemplo a seguir. Plasma plenamente que una persona con limitaciones, puede desempeñar una labor social. Las personas discapacitadas como él, son personas útiles para la sociedad, no solo se trata de que reciban servicios de las personas”, concluye Gerardo.

 

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