Los tradicionales Campanones de Quintanilla de Yuso (Truchas) volverán esta Semana Santa a tomar las calles de la localidad cabreiresa. El próximo sábado 31 de marzo, hacia las 19,00 horas, los vecinos de este pueblo de Cabrera Alta volverán a sorprenderse por los ancestrales personajes de esta mascarada tradicional leonesa al salir de la misa de Pascua.
La vieja y el viejo, la señorita y el señorito, el lobo y otros asombrosos personajes, algunos con semblantes arbóreos, saldrán a asustar a los niños y a pedir el aguinaldo como lo han hecho tradicionalmente, acompañados de los gaiteros del pueblo. Este año, como novedad, se sumará un personaje que llevaba décadas olvidado. Se trata del zancudo, que salió por última vez en los años 50 del pasado siglo y que la Asociación Cultural San Yusto ha resucitado para la edición de 2018.
“La última persona que encarnó el personaje del zancudo fue Manuel Sastre que falleció hace unos años. Nació hacia 1930 y representó esta figura en varias mascaradas de 1950”. Tras él, no hubo nadie que le sucediera con los zancos, aunque “este año ya lo tenemos organizado”, aclara Rafael Presa, de la Asociación Cultural San Yusto.
A diferencia de otras localidades de Cabrera, en Quintanilla de Yuso, y hasta donde recuerdan los más mayores, esta mascarada “se celebró siempre el domingo de Pascua o de Resurrección, aunque este año, el párroco ha adelantado la misa al sábado, por lo que nos hemos adaptado”, puntualiza Sergio Carracedo.
“Un día de auténtica fiesta”
“Era un día de auténtica fiesta que se acogía con mucho entusiasmo, ya que los mozos, con los huevos, los chorizos y el dinero que conseguían durante el pasacalles, hacían una cena para ellos y un baile para todo el pueblo después de los 46 días que dura Cuaresma sin demasiadas alegrías”. Las tortillas de las cenas de antaño se recuperarán este año en forma de pinchos para los asistentes, así como el baile, que “nunca ha faltado en este pueblo”, aclaran los responsables de esta asociación.
Hasta la década de los 80 del pasado siglo Los Campanones se celebraron de forma ininterrumpida y desde los 90 en todas las décadas no han fallado a la tradición. En los últimos años la Asociación Cultural San Yusto ha recuperado algunos de los viejos personajes, que los años y la despoblación habían sepultado, pero que poco a poco vuelven a hacer de las suyas. Esta mascarada, que la Diputación destacó en su publicación La Semana Santa desconocida de la provincia de León en FITUR, cuenta con la colaboración de la junta vecinal de Quintanilla de Yuso, el ayuntamiento de Truchas, el Instituto Leónes de Cultura y de la Diputación de León.
Los Campanones de Quintanilla de Yuso forma parte de la Federación de Antruejos de León junto a las mascaradas de Alcoba de la Ribera, Alija del Infantado, Carrizo de la Ribera, Cimanes del Tejar, La Cuesta, Pozos de Cabrera, Riaño y Velilla de la Reina.
Los Campanones
Cinco mozos encarnaban los personajes de señorita, señorito, vieja, viejo y zancudo, el resto se revestía de campanones hasta donde llegaban las ropas y los elementos disponibles para no ser reconocidos por el resto de los vecinos. Pieles de animales y prendas grandes, usadas y antiguas constituían la principal fuente para revestirse. Lo normal es que se pintaran la cara o se enmascararan detrás de unas caretas o máscaras fabricadas por ellos mismos. No había dinero ni lugares para comprarlas. La diversión pasaba, muchas veces, por la persecución, con palos y vejigas, a los niños y a las mozas, que tendían a correr o a esconderse en las casas por temor, aunque en ocasiones eran sacadas por los campanones para correr detrás de ellas. En contadas o muy raras ocasiones gastaban bromas a los vecinos del pueblo, al fin y al cabo, de ellos dependía la cena de la noche.
Menos carreras se daban los que se revestían del característico campanón de caperuzo, que llevan una careta realizada con la corteza del abedul, que en Quintanilla de Yuso se denominada ‘cartaloxo’. Tampoco corrían el viejo, la vieja, el señorito y la señorita, pero se disfrazaban de modo que no se les reconociera a ninguno. Incluso los más hábiles, además de revestirse, utilizaban largos zancos para asustar a los rapaces o para dar mayor vistosidad al acto. Los campanones se cubrían los cuerpos con pieles de ovejas o de perros, capotes etc. y para cubrir la cara y la cabeza se fabricaban caretas o caperuzas con agujeros para los ojos, con apariencia de lobos, zorros, osos y otros animales; o de cualquier cosa que pudiera asustar (monstruos). Los rostros que quedaban vistos habitualmente se teñían de negro, aunque se tapaban parcialmente con tiras de papel, tela o de piel que colgaban de la cabeza. El nombre de campanones tiene su razón en las campanas, (cencerros, esquilas y tupios), que estos personajes portaban colgados para mayor estruendo y agitación de los chiquillos.
En este peculiar pasacalles los vecinos del pueblo les daban huevos, chorizos y otros alimentos, incluso dinero, con lo que los mozos celebraban una cena y un baile al son de la gaita. El baile se hace al oscurecer, antes de la cena que la preparaba un vecino del pueblo. Con el dinero del aguinaldo se compraba el vino para la cena y el aceite para hacer las tortillas. Los campanones iban acompañados por los gaiteros del pueblo.