Lío monumental

Sánchez ha decidido cruzar su particular e histórico Rubicón, cual Julio César hispano del siglo XXI. El líder socialista tiene motivos suficientes: la tremenda y ejemplar sentencia de la primera parte del caso Gurtel y la prisión incondicional del exministro Zaplana han colocado al PP, partido en el Gobierno, en una situación política insostenible. La corrupción sistemática ha terminado por acorralar al PP. Se veía venir desde hace tiempo. La Justicia es lenta, muy lenta, pero es como una apisonadora: llega tarde, pero de forma contundente. Y, dada su lentitud, sus sentencias suelen llegar en el peor momento para los implicados. Le ha pasado también al PP y al Gobierno. Es decir, sin resolver el problema catalán, ahora Rajoy se queda prisionero de su inmovilismo. También se veía venir. Y con los Presupuestos Generales del Estado sin aprobar. Con la Bolsa por los suelos y la prima de riesgo escalando posiciones. Vuelven las dudas sobre la solidez de la recuperación económica española. Regresa la incertidumbre. Uf, la tormenta perfecta.

El lío político es monumental. Convergen tantos problemas que parece ha llegado la catarsis política definitiva. Esta semana se desvelará el primer acto de la crisis: la moción de censura interpuesta por el PSOE, con su líder y candidato alternativo, Pedro Sánchez. Ante el desafío, Rajoy ha respondido con astucia, convocando urgentemente el pleno de la moción. El objetivo es no dar tiempo a que la oposición se organice en torno a Sánchez. Su plan es el de siempre: resistir es vencer. Esfinge total.

Pero lo importante  no son los actores. Lo importante serán las consecuencias políticas. El éxito de la moción de censura depende de Ciudadanos y su líder, Rivera, ya ha dicho que no apoyará al PSOE porque una crisis tan profunda como la actual sólo se resuelve convocando elecciones generales anticipadas, es decir haciendo que los ciudadanos se expresen en las urnas. Rivera tiene prisa en ver si las encuestas, que le son tan favorables, se materializan. Por lo que al PSOE sólo le queda la posibilidad de que los independentistas vascos y catalanes apoyen la moción, lo que sería muy complicado de explicar y, seguramente, muy mal entendido en la España interior –léase, por ejemplo, Castilla y León-, donde los ciudadanos están más que hartos de la crisis independentista. Aquí, Sánchez y el PSOE se la juegan.

Al final, políticamente Rivera puede tener razón. La mejor salida a la crisis y al bloqueo político sería una convocatoria de elecciones generales. Habla pueblo habla, se cantaba en los tiempos alegres y esperanzadores de la UCD. Ay, el espíritu de la UCD, de la Transición, del consenso de los Pactos de La Moncloa. Añoranza no de un tiempo pasado, que quizás fuese mejor, sino por la existencia de una clase política generosa, de altura de miras y mucho menos pesebrista y corrupta que la actual.

Lo grave es que el bloqueo de la política nacional descienda a los niveles autonómicos, provinciales y municipales. Sería terrible. Alcaldes y presidentes de Diputación deben hacer todo lo posible por abstraerse del lío monumental en el que se encuentran sus señorías diputados y senadores y seguir gestionando sus respectivos presupuestos recién aprobados. Ayuntamientos, diputaciones y parlamentos autonómicos no deben convertirse en eco y correas de transmisión de la crisis política nacional. No se debe crear una monumental bola de nieve que se despeñe por el precipicio. Debe imperar el sentido común, si es que queda algo de sensatez.

 

 

 

 

 

 

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